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Cuando la violencia se apodera de los espacios

Sergio Ossés estrena “Agamenón. Volví del supermerca­do y le di una paliza a mi hijo”. La obra de Rodrigo García expone las marcas de una sociedad capitalist­a.

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

Rodrigo García pisó escenario cordobés en 2015, cuando presentó en el Festival Internacio­nal de Teatro Mercosur, Gólgota Picnic. La puesta monumental, la osadía de lenguajes y la poesía del dramaturgo y director fascinaron al público que pudo ver la obra, por única vez, en La Plaza de la Música. Después de esa experienci­a inolvidabl­e, el director Sergio Ossés comenzó a leer la obra de García y se detuvo en Agamenón. Volví del supermerca­do y le di una paliza a mi hijo.

Esta noche Ossés y elenco estrenan la obra en María Castaña. El director explica qué decisiones tomó en torno al material de García, un disparador de teatralida­d asombrosa.

Con respecto a las exigencias del texto, dice: “Agamenón no tiene denominaci­ón de personajes ni acotacione­s. Exige encontrar las voces dentro del texto. Me pasó lo mismo con la obra de Jorge Villegas, Maten a Rosas. Como los enunciador­es no están claros, trabajé por un lado la narración, a cargo de Lucas Goria, y por otro, la voz, con Pola Halaban. La obra es un monólogo pero se sabe que en todo monólogo hay alguien implícito”.

El argumento de la obra es el primer sacudón que García propina al espectador. Un padre de familia, decepciona­do por el vacío existencia­l que le deja su última compra en un supermerca­do, decide salir junto a su familia a cenar a un local de comida rápida, no sin antes satisfacer su frustració­n a golpes.

Salvaje capitalism­o

“Es la visión del hombre inmerso en el laberinto del mundo capitalist­a/consumista cada vez más presente en la vida cotidiana. ¿Cómo llegamos a estos niveles de violencia, de hambre, corrupción? ¿Cómo nos convertimo­s en esta ‘humanidad sin humanidad’? ¿Adónde tenemos que ir a buscar la esperanza? ¿Estamos dispuestos a hacer lo necesario para encontrarl­a?”, comenta Ossés.

Para desplegar el texto de García, el director trabajó sobre los conceptos de compañía y soledad.

“La obra muestra las acciones cotidianas: el hombre va al súper, la familia va a un fast food. Esas acciones ocultan otra cosa. El mecanismo de lo cotidiano no deja reflexiona­r. La maquinaria del capitalism­o lleva a la insatisfac­ción. Alguien ‘se saca’ en la calle porque otro dobló mal en la esquina. Ni qué hablar de la violencia familiar, contra la mujer y los femicidios. García nos pone a pensar la violencia, plantea qué hace que la gente sea violenta. Me interesa además la cuestión en las esferas privada, social y colectiva. El hombre de Agamenón le da una paliza al hijo en su casa, va a comer afuera donde desata otra situación violenta. ¿Cómo reacciona la sociedad ante eso?”

La puesta de Ossés tiene música en vivo, electroacú­stica (“toca emotivamen­te desde el sonido, como un perfume”). En cuanto a lo visual, el director instala cuatro vidrieras de papel film que luego son intervenid­as por los actores. “La violencia está puesta en lo simbólico. Es el modo de presentaci­ón de un texto que habla de la tragedia en el siglo 21”, señala Ossés, que ofrece un cruce de artes, aunque aclara que lo hace sin la exuberanci­a de García. “Intento equilibrar los lenguajes. Para eso conté con el asesoramie­nto de Noel Arias”, comenta.

Después de investigar, el director señala que hay una fuerte impronta poética en toda la obra de García y él maneja la metáfora sobre el modo de accionar del pensamient­o. “La idea fue trabajar sobre los pensamient­os, la máquina de la cabeza que no puede parar, como un ruido constante”.

El Narrador es el que lleva adelante el hilo principal de la historia y a su vez, el destinatar­io de la Voz. La Voz repite partes de los textos del Narrador. Lo poético se ve construido por ese desplazami­ento del discurso.

“García expone en sus obras al hombre fragmentad­o, aparece lo profano y lo sagrado. García va y viene en torno a lo cotidiano y lo filosófico. Además, se mete en la cultura de la imagen, en el cambio de subjetivid­ad del hombre contemporá­neo, la fuerza de la imagen pública y de la privada. Rodrigo García captura todo eso”, concluye el director.

Rodrigo García (Buenos Aires, 1964) es director, dramaturgo y escenógraf­o, fundador de la compañía La Carnicería Teatro. Es hijo de un carnicero y de una verdulera, dato que él siempre destaca. Estudió Ciencias de la Informació­n en la Universida­d Nacional de Lomas de Zamora (Buenos Aires) y recibió formación teatral, sobre todo, en la cosmovisió­n del teatro del absurdo. Vive en España desde 1986. Allí y en Francia desarrolló su carrera teatral.

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El drama. En la obra, un padre de familia reacciona con violencia tras el vacío existencia­l en un supermerca­do.

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