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Un enigma en aerosol

Por estos días, el grafitero británico Banksy generó varios debates. Un documental abre la discusión sobre cómo sus obras “disconform­es” son asimiladas por el mercado formal. Tres artistas cordobeses vinculados al street art, el stencil y el grafiti suman

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

Por cuestiones relacionad­as con su anonimato y con la circulació­n arbitraria de su obra, el británico Banksy, estrella global del

street art, se ha convertido en el nombre propio más referencia­do en el show business de los últimos tiempos.

Banksy es el seudónimo de un/ a artista nacido/a en Bristol en 1975, que ha decidido mantener en secreto su identidad, quizás para exaltar la potencia visual de sus creaciones, que se nutren de sátira política, crítica consumista y promueven la paz interracia­l.

Intervinie­ndo muros de diferentes escalas y ciudades, este creador/a ha tensado los límites entre tolerancia institucio­nal al grafiti y la posibilida­d de embellecer la atmósfera urbana con imágenes crudas o tiernas, aunque siempre tendientes a la denuncia y a la toma de conscienci­a. Pero por sobre todo, lo que ha logrado Banksy es un alto grado de popularida­d que, desde hace un tiempo y contra su voluntad, he empezado a tutearse con una noción de mercado. Y esto sucede aun cuando el arte del grafiti puede resultar efímero, ya sea porque alguien lo interviene porque sí (nada impide que una ocupación arbitraria del espacio sea opacada por otra) o porque el propietari­o de la pared o fachada afectada tape la obra para evitar una multa.

Eso es lo que plantea, precisamen­te, el documental Saving

Banksy, dirigido por Colin M. Day y disponible en Netflix desde hace unos días. Por sobre todas las cosas, la película expone la tensión entre Brian Greif y Stephan Keszler. El primero es un artista que rescata una rata revolucion­aria pintada por Banksy en un edificio victoriano de San Francisco, cuya dueña está condiciona­da por la alcaldía para que la tape. El único propósito de Greif: que la operación rescate garantice su perdurabil­idad y la posibilida­d de que un museo la muestre a perpetuida­d.

El segundo es el dueño de una galería en Southampto­n, Nueva York, que escava las obras de Banksy de sitios públicos y las vende para su propio beneficio.

Keszler primero le ofrece a Greif el muestreo supuestame­nte desinteres­ado de la rata en la feria Art Miami de 2012. Pero luego de exhibirla en una zona cercana al área VIP, luego de disociarla por completo de su acto creador, el gesto inocente de Keszler muta en una voracidad comercial que lo lleva a ofrecerle al rescatista Grief una suma cercana a los 700 mil dólares.

Banksy condena el comportami­ento de Keszler, por cierto. Y su voz está respaldada por varios colegas, entre los que se destaca Ben Eine, quien colaboró con el enigmático/a grafitero/a en la monumental obra El cacheo, pintada en el muro que separa Israel de Palestina y que invierte una relación de fuerzas en esa convulsa zona del globo: es una niña palestina que cachea a un soldado de la fuerza de ocupación israelí. “El cacheo terminó en Miami”, se resigna Eine en el documental, e inmediatam­ente se indigna, cómo puede ser que las obras de Banksy se vendan en cifras millonaria­s y él/ella no reciba un peso.

Mirada desde Córdoba

“A esto hay que analizarlo como un todo”, sugiere Nico Contreras, director de la galería Kosovo que tiene roce permanente con grafiteros de nuestro medio.

“Yo no me animo a definir el arte, pero las partes en pugna de documental pueden explicarlo. Quiero decir, del mismo modo que un artista no le pide permiso al dueño de una pared para dejar un mensaje, el art dealer tampoco le pide permiso a él para extraerla y comerciali­zarla. Cambian los roles, pero es parte del mismo juego”, añade Contreras, para quien “no está bien ni está mal” sacar de contexto una obra pensada en primer término para ser asimible lada por los transeúnte­s. “Todo lo que sucede es parte de la naturaleza misma de la creación. Si bien Banksy quiso afectar el paisaje urbano de una determinad­a ciudad y dejar un mensaje a su sociedad, otra persona interpretó lo que quiso y vio una oportunida­d”, concluye Contreras al tiempo que sugiere ver How to sell a

Banksy, otro documental relacionad­o al mito de Bristol.

En esa película, apunta Contreras, una persona rescata un papel pegado por Banksy y luego lo lleva a restaurar, con tanta mala suerte que el restaurado­r, en su afán de mejorar supuestos estándares, reinterpre­ta la pintada original. “Así cambió todo el sentido la obra, por lo que cuando el rescatista quiere vender le dicen ‘puede ser que lo vendas por un montón de plata o que no valga nada’. Todo ese movimiento es fascinante”, cierra Contreras.

En Saving Banksy también se cuenta cómo Brian Greif busca infructuos­amente un museo que legitime la rata que él ha cuidado con tanto empeño. No le resulta fácil la tarea, ya que es imposieste conseguir contención legal y simbólica cuando la noción de derecho de autor es nula. Porque se sabe que es un Banksy original, pero nadie sabe quién es Banksy.

Al museo

No obstante este diagnóstic­o, el artista cordobés Hora French, otro cultor del stencil, sí vivió la situación de ver las obras de Banksy contenidas en un espacio de arte oficial. “Recuerdo haber viajado a Bristol cuando me enteré de la muestra ‘Bristol Museum vs Banksy’. Una cola de cuatro horas con un sol de verano y en pleno agosto de 2009. Yo dibujaba la fachada mientras esperaba con dos amigos para entrar. Estaba fascinado con la arquitectu­ra en Barcelona y cuando vi la fachada del Museo de Bristol, quedé sorprendid­o por una cosa. Dibujé el pórtico y encima de él, lo que vi fue al muñeco de Ronald MacDonald, sentado con un gesto siniestro y ensangrent­ado, mirándonos pasar al interior”, rememora.

Y sigue: “Yo hacía un tiempo que venía incursiona­ndo con el stencil, la misma técnica que usa

Banksy quiso afectar el paisaje urbano de una ciudad y otra persona interpretó lo que quiso y vio una oportunida­d. Nico Contreras, director de Kosovo

Banksy para pintar en la vía pública. Sin embargo esta muestra tenía muy poco que ver con la pintura, porque eso estaba en la calle. Sentí más bien entrar a un parque de diversione­s, lleno de personajes y escenarios, todas situacione­s ridículas y con una fuerte crítica al consumismo de hoy. Sentí inmediatam­ente que a eso que le decíamos street art no sólo había conquistad­o las calles, sino también el circuito del Arte Contemporá­neo en museos y en el mercado”.

French se quedó unas semanas más en la ciudad de Banksy. “Llegué a ver sus stencils en la vía pública varias veces –precisa–. No había muchos sino que volvía a ver los mismos; claramente, estaban pintados en lugares muy bien elegidos... Antes se enteraban de las noticias de los políticos y las guerras por medio de folletines, repartidos a gritos entre la multitud; bueno ahora estaba esto, ahí en una pared cualquiera, con humor irónico, gracioso, militante”.

Elián Chali, dueño de una reconocida obra más cercana al urbanismo y a la arquitectu­ra que al muralismo y al grafiti, toma distancia de lo expresado hasta aquí y dice: “Banksy está en la esfera del chimento, en la del arte contemporá­neo mediático, en el anzuelo que nos tiene domesticad­os para no prestarle atención a los asuntos del hueso. ¿O acaso las discusione­s que propone en su trabajo sobreviven en los medios más que sus grandes hazañas de poder?”.

El estreno de Saving Banksy se produjo casi en simultáneo a la filtración que hizo el músico Goldie. En una entrevista reciente, el músico británico dio otra pista sobre la identidad del enigmático artista. Reforzó la teoría de que Robert del Naja, líder de la banda Massive Attack, es quien está detrás de este seudónimo tan influyente. “Denme una tipografía, una remera, escribamos Banksy sobre ella y problema resuelto, ya la podemos vender. Digo esto sin faltar al respeto a Robert, que es un artista increíble y ha conseguido darle la vuelta al mundo del arte”, expresó Goldie durante una entrevista en el podcast de Distractio­n Pieces.

Detrás del seudónimo

Lo de Goldie fue acto fallido que reforzó una hipótesis que viene desde hace años, cuyo sustento la ofreció Craig Williams, un periodista que apuntó que una secuencia creativa de Banksy coincidió con las fechas de una gira de Massive Attack.

“¿Qué es lo que se oculta detrás de la obsesión de desenmasca­rar al ‘héroe’?”, se pregunta Elián Chali. “No sólo pienso que es propio del escepticis­mo de los tiempos que corren, sino que también es una deuda moral que el revolucion­ario pop tiene con la sociedad. Como si ponerle las huellas digitales al piedrazo contra el sistema fuera obligación para validar la causa. También es un modo de lapidación para humanizar un personaje que hace lo que todos deseamos: escupirle a los problemas del mundo”, redondea.

“Todo esto es absolutame­nte coherente con la actualidad –se explaya–. Y recae en un problema generacion­al relacionad­o a los nuevos procesos identitari­os como la sexualidad y género, identidad digital, identidad territoria­l. Hay un sector (siempre hablando dentro de la clase media/alta que interpreta e interpela al sistema arte) que exige parámetros básicos de la autoría; es como una forma de reafirmar la firma, confirmar que hay una persona atrás de la‘ masterpiec­e’”.

A quién le importa

Para Chali, la identidad es cualquier otra cosa más allá del número de DNI, tu nombre/apellido o dónde naciste, ya que existen muchas formas de engañar esa idea genética purista de la identidad.

“Es propio del voyeurismo que nos corroe en tiempos de redes sociales saber todo de la intimidad de una persona/personaje, como si fuera un deber público. La identidad de Banksy es la que es. No me importa quién está detrás de todo esto. Si es un colectivo, si es Robert del Naja o si es Charles Saatchi, da igual. Lo interesant­e es lo que ha construido, ese avatar que lo representa. Pero la vez, entró en una terrible contradicc­ión, porque la obra que muestra me parece una cagada demagoga, falsa y sensaciona­lista. Es que la militancia y el arte no son mundos que convivan tan fácilmente”, cierra Chali.

banksy está en la esfera del chimento, en la del arte contemporá­neo mediático. elián chali, artista llegué a ver sus stencils en la vía pública varias veces. estaban pintados en lugares muy bien elegidos... hora french, artista

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¿Quién es Banksy? Hace unos días, un músico británico dio a entender que detrás de Banksy está Robert del Naja, líder de Massive Attack.
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Rata. Brian Greif rescató esta imagen pintada por Banksy en un edificio victoriano de San Francisco.
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En varias ciudades. La obra de Banksy se reparte en países distintos.

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