Con el encanto de sus protagonistas
Hace tiempo que se echó por tierra aquello de que segundas partes nunca fueron buenas: han habido segundas mejores que las primeras. Pero la codicia de las productoras cinematográficas ya no se conforma con secuelas, sino que apuesta a sagas, estiradas hasta que los números (es decir, gente que deja de comprar entradas) digan basta.
A Mi villano favorito 3 podría haberle pasado eso. Porque es la tercera, pero también la cuarta del universo de los villanos, si contamos a los minions como protagonistas de su propia aventura.
Pero Gru y el resto del elenco animado han superado mucho mejor parados el paso del tiempo que, por ejemplo, los personajes de La era de hielo. Y eso que tienen a Scrat y su bellota para tapar cualquier bache.
Es cierto que ninguna saga en su cuarta película puede sorprender demasiado, pero las vueltas morales de Gru –entre hacer el bien sin mirar a quien o hacer el mal, sin dejar de pensar en su familia– siguen siendo efectivas.
Mi villano favorito 3 suma al hermano hasta ahora desconocido de Gru, que al final abre una puerta para que la saga no haya concluido. Ofrece matices, muestra algo de un pasado desconocido del protagonista (que explica por qué nació villano, y heredero de villanos).
El pecado mayor del filme, increíblemente, es su villano: un personaje que pretende generar puros guiños ochentosos a los padres, pero que resulta extraño a los niños y mediocre en su razón de maldad.
Pero la saga tiene algo que le garantiza que seguirá viva por mucho tiempo más: los minions. Esos personajes amarillos –carne de merchandising– sostienen la frescura de la primera entrega. Son artistas secundarios fundamentales en la estructura narrativa. Sus gags, su humor corporal y primitivo suelen ser lo mejor de cada historia.