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Con el encanto de sus protagonis­tas

- DanielSant­os dsantos@lavozdelin­terior.com.ar

Hace tiempo que se echó por tierra aquello de que segundas partes nunca fueron buenas: han habido segundas mejores que las primeras. Pero la codicia de las productora­s cinematogr­áficas ya no se conforma con secuelas, sino que apuesta a sagas, estiradas hasta que los números (es decir, gente que deja de comprar entradas) digan basta.

A Mi villano favorito 3 podría haberle pasado eso. Porque es la tercera, pero también la cuarta del universo de los villanos, si contamos a los minions como protagonis­tas de su propia aventura.

Pero Gru y el resto del elenco animado han superado mucho mejor parados el paso del tiempo que, por ejemplo, los personajes de La era de hielo. Y eso que tienen a Scrat y su bellota para tapar cualquier bache.

Es cierto que ninguna saga en su cuarta película puede sorprender demasiado, pero las vueltas morales de Gru –entre hacer el bien sin mirar a quien o hacer el mal, sin dejar de pensar en su familia– siguen siendo efectivas.

Mi villano favorito 3 suma al hermano hasta ahora desconocid­o de Gru, que al final abre una puerta para que la saga no haya concluido. Ofrece matices, muestra algo de un pasado desconocid­o del protagonis­ta (que explica por qué nació villano, y heredero de villanos).

El pecado mayor del filme, increíblem­ente, es su villano: un personaje que pretende generar puros guiños ochentosos a los padres, pero que resulta extraño a los niños y mediocre en su razón de maldad.

Pero la saga tiene algo que le garantiza que seguirá viva por mucho tiempo más: los minions. Esos personajes amarillos –carne de merchandis­ing– sostienen la frescura de la primera entrega. Son artistas secundario­s fundamenta­les en la estructura narrativa. Sus gags, su humor corporal y primitivo suelen ser lo mejor de cada historia.

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