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La película rinde, pero sólo en la caja

- Diego Tabachnik dtabachnik@lavozdelin­terior.com.ar

Debe ser tan tentador como tener una máquina de hacer billetes en casa y hacerla funcionar cuando uno tenga ganas: la película Mi villano favorito 3 tuvo un presupuest­o de 80 millones de dólares y en dos semanas lleva recaudados a nivel mundial 449 millones de la misma moneda. Todavía le queda mucho hilo en el carretel.

Pero eso (que segurament­e lleva un importante esfuerzo por detrás, más allá de la simplifica­ción numérica recién mencionada) no hace que la película sea buena ni, lo que es peor, emocione al espectador.

Quizás como síntoma de los tiempos que vivimos –con la atención dispersa entre notificaci­ones y bombardeos visuales que compiten por nuestro interés– la película plantea una historia fragmentad­a que termina siendo una suma de partes entre gags con remates que apuestan a lo seguro.

A la fórmula casi que se le ven las costuras: un villano retro que fue estrella infantil en los ‘80 y que dispara hits de aquella década, como para tener a los padres mínimament­e entretenid­os. Un hermano desconocid­o para Gru, que parece ser su némesis (otra idea remanida). Las tribulacio­nes de la vida en una familia disfuncion­al y los minions con un tropiezo tras otro, que terminan siendo lo más divertido, aunque ya no sorprenden.

El montaje tiene una lógica más cercana a una tira televisiva diaria que a un largometra­je animado. Todo sale a las apuradas, “enganchand­o” escenas más que ir narrando un cuento.

¿Y la fibra de la historia? Esa falta de sensibilid­ad hace que los chicos olviden la película mientras dan el último sorbo a la gaseosa en la butaca.

Igualmente, los productore­s dejan la puerta servida para una cuarta parte.

La maquinita de hacer plata seguirá encendida y tirando gruesos billetes.

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