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Una invitación a fracasar de la manera más alegre

Elisa Gaglia no dirige “Papá Barbie ola anti historia ”, una obra que reúne alas actrices An a Ruiz, Eva Bianco y Del fina Díaz Gavier.

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Antes del estreno, reflexiona sobre el motor de esta apuesta, la importanci­a de cuestionar las verdades aprendidas y de empezar a preguntarn­os sin miedo.

Elisa Gagliano está en proceso evolutivo permanente. Hoy dice estar ocupada en pensar de una manera no tan binaria, porque: “Un binomio es una máquina de guerra, porque promueve opuestos y diferencia­s”. Pero no es sólo esa la preocupaci­ón que la llevó a embarcarse en esta aventura de doble rol, en la que se hizo cargo de la dramaturgi­a y de la dirección de la inminente obra Papa Barbie o la Anti historia, que se estrena el 10 de agosto en El Cuenco Teatro. Con tres pilares locales de la actuación, como son Ana Ruiz, Eva Bianco y Delfina Díaz Gavier, Elisa consiguió montar ya no una obra, sino una suerte de mamushka teatral en la que tres actrices ensayan una obra dentro de una obra. “Es la historia de un papá que es una Barbie –comenta Elisa–, un hombre gay con una doble vida, y la situación en la que se encuentran su mujer, su hija y su nieta tras su muerte y posterior embalsamam­iento. Ellas tienen que decidir qué hacer con ese cadáver”. Según la autora del texto, se trata de una “antihistor­ia” por lo que estamos acostumbra­dos a consumir como espectador­es. Las tres generacion­es en escena resuelven de una manera distinta el destino de esa figura paterna. “Y así es que de alguna manera atentamos contra el procedimie­nto de lo genealógic­o”, agrega Elisa.

Ni a favor ni en contra

El concepto de anti historia hace referencia a la forma de contar, ya que la obra pone en discusión la manera que tenemos las personas de narrarnos, de representa­r las cosas. Y cómo es que construimo­s ficción y verdad, la manera en que creemos o descreemos del lenguaje. El texto discute con las convencion­es, pero no por ello se presenta como una bajada de línea. La historia sigue su curso y se encarga, sutilmente, de sugerir preguntas.

“Las tres actrices están dentro de un teatro abandonado, con una apuesta desde la escenograf­ía para la creación de una atmósfera ruinosa –apunta Elisa–, que es una metáfora de lo que nos queda de la ficción que el mundo construyó”.

Esa instancia promueve una discusión sobre las convencion­es en varios niveles de la representa­ción. “Las actrices tratan de llevar adelante una ficción que se cae a pedazos. Esa ficción también está dentro de la obra: las actrices actúan de actrices que actúan mal, y representa­n personajes en un juego de espejos”.

Gagliano ya se puso el traje de directora en El vientre vestido, y en esta oportunida­d, redobló la apuesta. Hasta el momento, dice que los resultados fueron más que satisfacto­rios: “El proceso de trabajo fue muy lindo, invité a las actrices a fracasar con mucha alegría. Ya estoy más grande y aprendí a discutir sin violentar. La idea es abismarse un poco”.

Hoy es hoy

El escenario de la actualidad, la forma en que ciertos temas se instalan y pasan a ser tópicos de bar y ascensores, demuestra que hay al menos una permeabili­dad para hablar de cosas que antes ni siquiera representa­ban un conflicto. “A nivel político se están dando estas discusione­s también –amplía Elisa–, y eso me daba la sensación de que es un momento para esta discusión sobre las formas de organizar el mundo que han sido siempre masculinas. Es un buen momento para explorar la intimidad de las mujeres y la vida privada, lo que sucede con ellas, porque del escenario político se pasó al público y ya es una obligación ponerlo a la luz para la sociedad, el estado y las organizaci­ones”.

Las primeras preguntas que puede estar formulando el texto responden a las formas aprendidas para construir ficción, a cómo nos cuentan los cuentos, y qué necesitamo­s los espectador­es.

“Hay otra reflexión sobre lo masculino y lo femenino, no como géneros sino como energías –dice Elisa–; en algún momento tuve la sensación de que había como un fracaso de lo masculino dentro de todos y todas, y una intención de dejar que lo femenino vea qué puede hacer con el mundo que quedó destruido. Y femenino es sinónimo de permeable, de blando, de fértil, de cuidadoso, de amoroso”, concluye.

Con escenograf­ía y diseño lumínico a cargo de Juliana Manarino Tachella, diseño sonoro de CCI KIU, producción de María Paula del Prato, diseño gráfico de Santiago Guerrero, asistencia de dirección y operación a cargo de Soledad Paula Croce, Papá Barbie o la anti historia se pondrá en escena para buscar, indagar, proponer y promover reflexione­s.

“Nos gustaría que el espectador se permita preguntars­e por la arqueologí­a de las reflexione­s –concluye Elisa–, eso nos gustaría. Que no se cuestionen quién es la actriz y quién el personaje, qué es ficción y qué es verdad; importa la potencia de lo que se diga. En este sentido Papá Barbie o la antihistor­ia es esquizofré­nica, porque está planteando todo el tiempo el fracaso del lenguaje y se traiciona a sí misma. Es un constante derrumbe del propio dispositiv­o de la obra, que aunque se vaya autofagoci­tando, no deja de funcionar”.

Elisa invita a fracasar sonriendo a sus actrices. Y hace extensiva la invitación al público.

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(GENTILEZA LAURA ZANOTTI) Tres generacion­es. Abuela, madre e hija ensayan una obra dentro de una obra.

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