Por favor, jubilen al Dr. House
Hugh Laurie declaró una vez que representar en televisión al mejor médico especializado en cinismo le estaba acarreando problemas reales de salud: parece que fingir una renguera durante años puede ser contraproducente. Y parece que hubo miedo a la soledad de la intemperie tras dejar el Vicodín, porque la jubilación de House está siendo lenta, paulatina y burocrática.
Al doctor Chance, la nueva criatura galena de Laurie, le pasan cosas raras, investiga problemas de salud (ahora mental) y tiene parlamentos memorables: como si fuera el mismo House de siempre, pero sin el bastón y el
malhumor. Resulta muy difícil ver a Laurie todavía pegado a ciertas manías de la industria, que tienden a exprimir a las gallinas de los huevos de oro hasta la muerte.
Chance es buena. Casi a un tranco de ser genial con el guion. Enfocar en esa zona gris que la separa del mote de “serie del año”, se justifica sólo en honor a la memoria de uno de los personajes más queridos de la televisión: House. Los fans nos lo debemos. O nos lo deben a los fans.
Esta nueva serie de un médico cuyo apellido le da nombre al programa, tiene varias aristas que se pueden tomar como grandes aciertos, y sin duda uno es el justo y realmente necesario rescate del voluminoso Ethan Suplee (el pelado exmilitar que hace contrapunto con Laurie). Chance va a ser infalible, como
Dr. House. Pero aunque Laurie consiga lucirse, el contrato sigue teniendo sabor extraño: ¿es una transición? ¿El parecido no es evidente? ¿Es así adrede?
En el gremio de los actores, el encasillamiento depara sólo dos destinos: la gloria o el escarnio. Nosotros lo queremos. Entonces habrá que seguir bancándole los trapos a House. O como quiera que se llame ahora.