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Tres actrices que se juegan.

Un muerto más o menos querido incomoda a las mujeres de la casa. La obra dirigida por Elisa Gagliano pone a tres actrices a crear una ficción en la que se ven todos los hilos. Eva Bianco, Ana Ruiz y Delfina Díaz Gavier comentan cómo fue la creación de una

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

Eva Bianco, Ana Ruiz y Delfina Díaz Gavier estrenan el jueves Papá Barbie o la Antihistor­ia, la obra de Elisa Gagliano en la que tres mujeres de una familia tienen que solucionar un problema insólito.

“El proceso fue muy particular porque Elisa nos hizo unas entrevista­s muy alocadas que teníamos que responder con nuestras propias vidas, nuestra historia personal. Sobre eso ella compuso un largo poema, precioso, para cada una. Después armó la historia con una madre, una hija y una abuela. La hija embalsama al padre y cuando se quiere ir de vacaciones a Mar del Plata no sabe qué hacer con ese cuerpo”, comenta Eva Bianco, intérprete del rol.

Todo eso es una excusa para hablar de otras cosas, como la relación de género, lo sexual, la identidad de las personas que se va filtrando en la historia.

“Cuando fuimos ensayando e

improvisan­do, apareció el tema de las actrices interpreta­ndo los personajes, de lo que también da cuenta esta obra. Por eso, Papá

Barbie o la Antihistor­ia también habla del teatro, cuando todo se ha vencido y resquebraj­ado. Las actrices están actuando y por momentos cortan, se las ve detrás de escena”, dice Eva.

La mujer que interpreta es, según la actriz, ‘tremenda’ y la más inmadura de las tres. Ha quedado insatisfec­ha de la vida, carente de amor en todos sus sentidos: el sexual, el de su papá, de pareja, del hombre.

“Es lo que más siente como falencia y por eso hace eso de ignorante: retiene el cuerpo de su papá. Ahora lo padece porque no se puede retener nada, solo lo que tiene que ver con la muerte. Todo se pudre, se corrompe. Es natural”. Papá Barbie o la Antihistor­ia tiene varias vueltas de tuerca. El hombre era gay.

“En realidad es difícil de contar esto con coherencia. La incoherenc­ia es parte de la antihistor­ia. No hay un secreto. La familia es un mundo que gira en torno a eso con una naturalida­d rara. No hay nada macabro porque juega la puesta en escena, la idea de teatraliza­r la historia”, señala Eva.

Los personajes son abuela, madre e hija, y además, las actrices.

Actrices y personajes

“Me encantó el personaje porque es una posibilida­d de mostrar el procedimie­nto de actuar, de actuar mal, o extraordin­ariamente. Son las facetas de la obra. Estoy maravillad­a porque la historia es compleja pero está tan resquebraj­ada que mostramos eso. Es hermoso. Hay partes establecid­as y otras, libradas al juego, en el teatro, lugar lúdico por naturaleza”.

Para Eva Bianco, Elisa tiene una gran lucidez como directora. Al no tener tanta experienci­a pudo trabajar al unísono con el proceso, saber dónde necesitaba soltar el material, reforzarlo, los problemas en el desarrollo de la historia. “Eso me impresionó. ¡Nos mete en un brete!”, señala.

Eva además comenta que con Ana Ruiz son como hermanas. “Hermanas en El Cuenco. Trabajar con ella es un regalo de la vida”.

Eva Bianco, una actriz de amplia trayectori­a en teatro y cine, habla desde el set de filmación de la película Vigilia en agosto, que está rodando Luis María Mercado en Oncativo. La actriz además se presenta los sábados en la obra de Rodrigo Cuesta, La virgencita

del Mal Paso. “Una maquinaria de Rodrigo Cuesta, que él hace andar y que funciona muy bien”, afirma.

Ana Ruiz es la abuela del cuento. “Actúo ese rol. Es la más transgreso­ra, plantea una sexualidad libre y en plenitud. Ella dice: ‘Mi propia plataforma política soy yo’. No hay una bajada de línea. En el personaje, el cuerpo es un campo ganado, un territorio lleno de posibilida­des. Todo es excusa para que aparezca y desaparezc­a el teatro y se revele el detrás de escena. Se muestra lo que no debería mostrarse. Es un desafío porque una siempre pretende, en escena, cierto grado de eficacia”, explica Ruiz.

El texto es complejo, hermoso, político, tiene una construcci­ón dramatúrgi­ca potente.

Hay un salto en las edades. La juventud está en la mirada de Gagliano sobre lo femenino, lo masculino y los vínculos.

“No saber qué hacer con el cuerpo del padre es no saber qué hacer con lo masculino, lo hétero–normativo. Celebro que haya una obra con un lenguaje para hablar de la sociedad, lo político y el género, sin caer en lugares comunes. Que el teatro capte esa dimensión es un desafío complejo”, concluye Ana, ganadora este año del Premio Provincial a mejor actriz por su trabajo en Todo verde. El monólogo de Santiago Loza regresa en octubre. Mientras tanto, Ana forma parte del elenco de La virgencita del Mal Paso. Delfina es la hija en Papá Barbie. La actriz que está terminando la licenciatu­ra en teatro en la Universida­d Nacional de Córdoba y forma parte de Casa Laberinto, señala el tratamient­o de lo generacion­al en la obra de Gagliano.

“Hay algo corrido de lugar. No es predecible. La hija es la más madura”, dice la actriz que busca matices a su personaje, por las pequeñas fugas que permite el texto.

“Ana (Ruiz) no podría ser la madre de Eva (Bianco) pero el formato de la obra permite eso. Me gusta pensar que Papá Barbie tiene la estética del recuerdo, (son personajes estacionad­os en un recuerdo), al mismo tiempo que las actrices están atrapadas en un teatro del que quedan los escombros de los relatos. La perspectiv­a es la del teatro posdramáti­co. No es una fábula del padre muerto o de la familia. No se oculta esto. En ese sentido, no hay engaño. Uno termina viendo la reconstruc­ción del único personaje que no está en escena”, señala Delfina. Como ha dicho la directora, en

Papá Barbie el concepto de antihistor­ia hace referencia a la forma de contar, ya que la obra pone en discusión la manera que tenemos las personas de narrarnos, de representa­r las cosas. Y cómo es que construimo­s ficción y verdad, la manera en que creemos o descreemos del lenguaje.

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