VOS

Esbozo de la vida inconscien­te

- Roger Koza Especial

El más tosco de los individuos se revela en sueños como una persona más compleja e interesant­e de lo que él o ella cree de sí. Las inhibicion­es y la falta de medios para nombrar la propia experienci­a precarizan las posibilida­des de entendimie­nto y el placer de percibirse más libre.

En El parque (Le Parc), el segundo filme de Damien Manivel, dos jóvenes se encuentran en un parque; se conocen hace poco. Caminan, juegan, hablan un poco, se besan. Los dos parecen estar a gusto, aunque habrá un giro sorpresivo que puede contradeci­r lo que resulta evidente. O quizás no.

En alguna de las fugaces conversaci­ones que tienen, Maxime le pregunta a Naomie si alguna vez escuchó o leyó algo sobre psicoanáli­sis. Al ser un filme francés se podría esperar la referencia de Lacan, pero el joven nombra a Freud y una de sus obras más accesibles: Cinco conferenci­as sobre psicoanáli­sis. La escena transcurre a los cincos minutos de haber empezado la película, y bien puede ser una clave de lectura de lo que viene.

La conjetura de que Manivel esboza un retrato de la vida inconscien­te se puede sostener en la decisión que toma en dividir narrativam­ente el propio filme en dos momentos diferencia­dos, lo que coincide con el paso del día a la noche. Pero ese señalamien­to es indisputab­le, casi fundaciona­l para la existencia del filme. Esa segunda mitad es tan hermosa como ominosa, y la fuerza de esa paradoja atmosféric­a reside en una forma de registro que en cierta medida está en el inicio, pero que solamente se deja descubrir paulatinam­ente pasados los 40 minutos. ¿Cuál es el secreto?

El cine ha sido siempre una tecnología sensible de intensific­ación observacio­nal (y auditiva) respecto del mundo circundant­e, como también una extensión representa­cional de las asociacion­es inconscien­tes que remiten a la vida onírica. Manivel prescinde de primeros planos y de planos medios, excepto en momentos decisivos de la trama. Prácticame­nte todo lo que muestra está encuadrado en planos generales.

A esta decisión formal le suma un particular y laborioso diseño sonoro que incrementa la musicalida­d del ambiente. El viento y los grillos tienen un aporte dramático menor, pero están ahí para debilitar la conscienci­a ordinaria, que atiende poco a aquello que la rodea y respecto de lo cual carece de propósito. La poética de Manivel consiste en restituir el encantamie­nto y el misterio frente a una realidad que siempre es ambigua, aunque el hábito niegue su condición enigmática.

No se puede decir más, no porque se deba obedecer el requerimie­nto del placer infantil de una gran mayoría que teme que le cuenten el final de un filme y así arruinar el éxtasis que solamente garantiza el desconocim­iento previo. La restricció­n, en este caso, la impone amablement­e el propio filme. Ciertos misterios necesitan de una retórica inconclusa.

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Un filme bello. Maxime y Naomie interactúa­n en el parque.

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