Un cero a cero para el olvido
Si la nueva película de Marcos Carnevale fuera un partido de fútbol, se podría decir que es un cero a cero cantado desde el minuto uno, sin llegadas a los arcos, carente de profundidad, con mucho pelotazo y cero juego bonito. En definitiva, un encuentro deportivo (o película, en este caso) para el olvido.
El fútbol o yo cuenta con una dupla que en general funciona bien en comedias, Adrián Suar y Julieta Díaz, pero acá queda en
offside, para seguir con la jerga futbolística. Los personajes no generan empatía (ni simpatía), son un poco odiosos, es difícil en sentirse identificado con alguno y están obligados a recitar un guion inverosímil y carente de gracia.
El personaje de Díaz arranca ofuscada desde el principio y compone una caricatura, gruñona y frustrada. El protagonista en tanto es un cavernícola, que necesita repetir hasta el cansancio la palabra “puto” para ¿reafirmar? su condición de macho futbolero.
La película no hace reír, tampoco llorar y menos aún emociona. Y eso que ver en pantalla grande un estadio repleto y una hinchada cantando puede poner la piel de gallina a cualquiera. En El
fútbol o yo, ni eso. Se puede destacar el personaje de Alfredo Casero, un alcohólico en recuperación que se cruza con el protagonista, pero sus apariciones apenas alcanzan para robar alguna que otra risa. El resto de los personajes sufren el guion, como Rafael Spregelburd, el vecino sensible e intelectual de la pareja protagonista, y sobre todo María Zamarbide. El personaje de la bella actriz explica que no es como todas las mujeres, ella no tiene rollos, detesta el compromiso y, claro, es fanática del fútbol (como si a esta altura fuera necesario aclarar que a las chicas también nos puede gustar ese deporte).