VOS

Una historia con demasiados cabos sueltos

- Victoria Conci vconci@lavozdelin­terior.com.ar

Los primeros minutos de

La cordillera probableme­nte sirvan como ejemplo del problema que tiene la película en su conjunto. Un hombre ingresa a la Casa Rosada, controles de por medio, para hacer unos arreglos. La escena, que dura unos minutos, termina cuando aparece el personaje de Érica Rivas. Del buen hombre no se sabrá nada más en adelante, su presencia parece estar justificad­a sólo como un vehículo para ingresar a la morada del Presidente y a la historia.

Algo parecido ocurre con la película en su totalidad. A diferencia de lo que suele pasar con varios de los filmes que Hollywood estrena por estos días, a los que les suelen sobrar varios minutos, a la cinta de Santiago Mitre bien le vendría un poco más de extensión.

La cordillera es un thriller político que divide su trama en dos ejes: por un lado los vaivenes de una cumbre de presidente­s y por otro lado la relación entre el primer mandatario argentino y su hija. Esta segunda historia tiene un elemento fantástico que sobrevuela y que bien podría ser un gran acierto, ya que la trama política no es particular­mente interesant­e. Sin embargo, lo fantástico queda a mitad de camino, no se desarrolla y sobre el final deja demasiadas preguntas.

La fotografía, la ambientaci­ón y las actuacione­s son los puntos más altos que tiene La cordillera, pero, pese al indudable talento de sus protagonis­tas, los personajes no dejan de resultar arquetípic­os. Por ejemplo, la participac­ión de Christian Slater como un enviado del presidente responde a todos y a cada uno de los preconcept­os que podemos tener de un personaje así.

La cordillera, en definitiva, se despide con un final abierto que tiene demasiados cabos sueltos. Así que ya sabés, los créditos llegarán cuando menos lo esperes.

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