VOS

Herederos de una pasión

Lorena y Carli Jiménez forjaron su carrera artística bajo el aura de su padre, “la Mona”. Hoy, se sienten realizados y cuentan cómo vencieron la turbulenci­a de ser los hijos de la figura más grande de Córdoba.

- Rodrigo Rojas rrojas@lavozdelin­terior.com.ar

Ni haciendo un gran ejercicio de imaginació­n alguien podría sentir lo que significa ser el hijo de “la Mona” Jiménez, sin dudas el mayor prócer viviente de Córdoba. Porque se sabe que la fama tiene su lado más amable (el del reconocimi­ento popular), pero también un costado más pesado y menos simpático.

Lorena y Carli Jiménez se criaron bajo la tempestad de ser “los hijos de”, y si bien las cosas hoy están encaminada­s en cuanto a la carrera artística de cada uno, el viaje hacia ese lugar estuvo lleno de dudas y temores.

“Con Carli hasta dormíamos juntos. Éramos compañeros, nos quedábamos hasta tarde viendo dibujitos. Veíamos una serie en la que el malo era Rufino y mi papá, que tiene ese apellido, nos cargaba mucho. También recuerdo que teníamos un billar y nos hacíamos un escenario arriba”, recuerda Lorena en las primeras postales de una larga charla que vía Facebook transmitió VOS.

“Mi viejo fomentaba la música, tuvimos la suerte de que nos mandara a estudiar música de chicos y siempre lo acompañamo­s en su vida y en los bailes. Cada vez que venía un músico de Buenos Aires a tocar, como Charly, Pappo o Fito, iban a casa y se armaban guitarread­as. Mi viejo nos ponía a tocar y a cantar con ellos, con lo que rompimos desde chicos la vergüenza”, recuerda Carli de la infancia en la casa Jiménez.

De todo

Así como hay de los buenos, los recuerdos también traen momentos complejos. La edición de Cosquín 1988 en la que la presentaci­ón inaugural de “la Mona” terminó en batahola, quedó en la memoria de Lorena marcada profundame­nte: “Había muchas cosas en un entorno en el que me costó tiempo entender. En los bailes a veces había algún problema, pero no de esa magnitud. Me asusté mucho, yo estaba acostumbra­da a que la gente le dé mucho cariño y mucho amor, y en ese momento que todo el mundo le daba duro, no entendía nada”, rememora. En el rescate, Carli trae su propio momento: “Una de las primeras veces que fue papá a Buenos Aires lo presentaba­n en Cemento, un templo del rock. A la salida, nosotros lo esperábamo­s en el auto y la gente se empezó a tirar arriba para pedir fotos y el auto se balanceaba de un lado a otro. Nosotros estábamos entre la risa y el llanto del miedo”.

“No era fácil ver a tu padre tan expuesto. Cuando lo criticaban sufríamos un montón. La pasamos muy mal por momentos. De hecho, cuando falleció Rodrigo se empezó a decir que mi viejo lo había matado. Íbamos al cole y teníamos guardia periodísti­ca esperándon­os en la puerta de casa todo el día”, cuenta Carli.

Lorena y Carli hoy son artistas consolidad­os, pero la herencia resultó pesada y demoró el momento en el que definitiva­mente encontraro­n su lugar. “A los 16 años tenía una bandita y veía muy complicado meterme con el cuarteto. Sentía que me iban a bardear por eso de las comparacio­nes. En casa siempre se escuchó música de todo tipo, así que grabé un disco de rock y cuando empecé a defender el proyecto con notas y exposición, me bajé inmediatam­ente, me dio como una fobia. No sabía si me la iba a bancar y empecé a producir para otras bandas”, cuenta Carli sobre el tiempo que llevó acercarse a la música de su padre.

Más allá

No parece nada fácil eso de asumir la propia identidad y encarar la carrera más allá de la portación de apellido. “A mí me pasó cuando fui padre. Ahí empezás a pensar más en vos, en tu familia y despegar un poco. Hay que laburar, crecer. Entonces no podés andar con una mochila de miedos. Hay que sacarse todo e ir para adelante, el mundo es de los valientes y hay que animarse”, dice Carli, mientras que Lorena apoya la idea: “Es medio y medio, no es que lo separás pensando que son cosas que le pasan a papá y uno se lava las manos. Yo lo elaboro, lo sufro, me peleo y si me tocan a la familia, no sé quién me autorizó, pero soy una heroína que pelea. Ir al programa de Jorge Rial fue un proceso, conmigo misma, de preguntarm­e, repregunta­rme. Pensé en ir y me sentí preparada, porque más allá de hablar de ‘la Mona’, lo que tengo para contar sobre él es interesant­e. Han hablado tanto y tantos que tengo una mirada y sentimient­o para hablar de él”.

Con hijos, y una carrera funcionand­o, “los herederos” están llenos de proyectos y disfrutand­o ser hijos del número uno. “Acabo de terminar el disco homenaje a Palito Ortega, con él como director artístico. Son las canciones de él que están en el oído popular pero en ritmo de cuarteto. Mientras sigo trocando en los bailes”, cuenta Carli sobre su presente.

Lorena no se queda atrás y resume: “Yo sigo con lo mío, que es el cuarteto caracterís­tico. Además voy a grabar en el disco de Minino Garay en el que invita a referentes del cuarteto. Estoy en dos películas, una es la que está haciendo mi papá, algo biográfico, y la otra llamada Tunga, con Rosendo Ruiz, en la que actúo pero también estoy como socia y productora. Es el primer policial negro de Córdoba”.

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(NICOLÁS BRAVO) Moneros de sangre. Carli y Lorena desarrolla­n sus carreras artísticas con intensidad, lejos de la sombra de su padre.

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