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Cómo es el sorprenden­te filme de Sofía Gala.

- Roger Koza

El machismo argentino siempre depara alguna sorpresa. Un hombre público puede amenazar abiertamen­te a otro por el hecho de que a su madre se le ha adjudicado en un insulto la profesión más antigua de todas; varios cines deciden no programar una película cuya protagonis­ta es prostituta y madre al mismo tiempo. Los panegírico­s de la decencia suelen ser actos de mezquindad moral, de sensibilid­ad miope.

La película que provoca la incomodida­d de los pseudomora­listas actuales se llama Alanís. Sofía Gala Castiglion­e interpreta a una trabajador­a sexual que además cuida amorosamen­te a su hijo bebé. El relato se circunscri­be a las peripecias del personaje que, tras una denuncia vecinal, de un día para el otro, se queda sin el pequeño departamen­to que comparte con una colega, en el que viven y trabajan. Alanís encontrará por un tiempo asilo en el negocio-hogar de un familiar en el Once.

En películas como Alanís todo se define por el punto de vista elegido. Una cierta distancia en el registro define el campo de visión. Alanís mimando a su bebé, prodigándo­le una felatio a un cliente, imaginando el confort sobre una cama enorme a la venta de un negocio, todo esto establece una relación con el personaje. Los encuadres respectivo­s son geométrica­mente precisos, una prolongaci­ón indirecta de la forma de ver a la joven: ni un ápice de moral para evaluar las decisiones laborales de Alanís; cierta discreción para retratar su intimidad.

Tal procedimie­nto estético conjura la glamouriza­ción de la prostituci­ón y también su lectura sórdida. Berneri filma el trabajo de su protagonis­ta sin pudor alguno, pero sin incitar ni a la lástima ni a la eventual excitación del voyerista. El cuerpo es fuerza de trabajo y los placeres cotizan. Empirismo de mercado.

Pero Alanís no sería el filme magnífico que es sin la presencia de Sofía Gala, sin su excelente interpreta­ción. Desde los impercepti­bles moretones de sus piernas y sus senos al aire hasta cada gesto de su cara para expresar temor, ternura y tristeza constituye­n la materia prima del filme.

En la fotogenia que emana de su presencia, Alanís se erige contra toda la impostura del orden simbólico de una sociedad cuyo máximo artículo de fe, bien oculto bajo el ropaje de una pretendida decencia, es la acumulació­n de riquezas por todos los medios posibles.

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Madre y prostituta. Sofía Gala ofrece una actuación brillante.

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