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Por qué “Clase” es una gran obra.

“Clase”, de Gonzalo Marull, expone la relación de poder entre una alumna y un profesor y la tensión que eso produce.

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

Un buen texto dramático abre el camino a la experienci­a del espectador que desde la primera palabra inicia el viaje a la historia que propone el autor. Clase, de Guillermo Calderón, no envejece: se reinventa al poner bajo la luz fluorescen­te del aula la relación de poder entre la alumna y su profesor. La chica es la única que no fue a la marcha estudianti­l que sacude las calles y él decide encarar otra lección, encendido por el contexto.

Elisa Gagliano y Pablo Martella llevan adelante el juego de posiciones que el texto plantea. Construida sobre la base de monólogos,

Clase expone visiones del mundo y la libertad frente al orden.

Elisa interpreta a la chica de secundario que quiere hacer la exposición que preparó aunque sus compañeros estén en la marcha. “Yo soy el Buda”, dice frente al pizarrón. El público distribuid­o parcialmen­te en bancos de escuela asiste al flujo de palabras y el mensaje del despojamie­nto total para llegar a la felicidad. Con su frescura adolescent­e, ella ve la paz cósmica cuando se mira hacia adentro. La atmósfera se enrarece cuando entra el profesor con su carga de frustracio­nes.

El texto de Calderón regala frases notables, profundas. El drama se condensa en la relación entre la que aprende y el que enseña, solos en el aula, sin censura externa. Los condiciona­mientos son internos, reveladore­s del lugar que los personajes ocupan en la historia pequeñadel­aclaseyenl­aotra,la grande, que los incluye.

“Enseñar despierta mucho odio”, “Soy un profeta del aburrimien­to, un profesor”, “La vida puede ser espantosa”, son máximas del docente atrapado en su circunstan­cia. El discurso del profesor gira en torno a la tragedia como concepto ante la mirada de la joven. Ese adulto la espanta de todas las maneras posibles.

¿Y si la clase no fuera la del sistema educativo, sino la que abraza y asfixia a los ciudadanos como el profe? ¿De qué clase habla Calderón? “No puedo cambiarme de clase”, dice él.

Gagliano, en el uniforme de la alumna, genera preguntas y respuestas con su mirada. Por momentos, los dos personajes per- manecen de espaldas al público. Sus espaldas también hablan. Gonzalo Marull, un director atento y generoso, provoca el crecimient­o de los actores en escena.

En esta clase se abordan temas como el origen de la humanidad, la nostalgia y la revolución. Con notable lucidez y maravillos­o manejo de la emoción, la pareja actoral asume el diálogo de las generacion­es que representa­n, como la punta iluminada del iceberg. El público va de uno a otro sin poder elegir. Son dos mitades de una totalidad compleja.

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Dos voces. Pablo Martella y Elisa Gagliano ofrecen grandes interpreta­ciones.

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