Un verdadero culto a la personalidad
Algunos días atrás, Spotify publicó una lista con las canciones más escuchadas en Argentina. Sorprendió ver a Jimena Barón al tope del ranking, pero no llamó la atención.
El fenómeno de actores y actrices devenidos en cantantes pop no es algo particularmente nuevo y en los últimos años el caso se ha multiplicado: con Lali Espósito como referente mayor, un rápido paneo incluye a nombres como el de Benjamín Amadeo o Ángela Torres.
La ecuación, en tiempos de redes sociales omnipresentes, es bastante simple. Artista joven con exposición y perfil mediático + buenos productores pop = éxito garantizado para alguien que, algún tiempo atrás, sólo aparecía en el backstage de un recital de esos en los que la cuota de famosos es elevada.
¿Cuál el secreto detrás de la fórmula? Una canción simple y pegadiza, una referencia al status quo del pop internacional (Katy Perry, por ejemplo) y una interpretación que respeta los lineamientos de los mayores popes de la industria.
El caso de Jimena Barón no se diferencia del de sus colegas. La tonta, tal el título de la canción, es una pieza que no dice nada realmente novedoso: sólo se encarga de ser el medio para la realización del objetivo original del producto.
Podría ser un hit todoterreno de Miranda!, pero le falta la chispa de sus protagonistas. Podría ser un éxito del pop de chicas de la década de 1960, pero los hilos quedan expuestos de inmediato. De hecho, en todo este asunto lo que menos importa es la canción. Aquello que hace la diferencia es Jimena cantando, Jimena protagonizando el (flojísimo) videoclip, siempre Jimena. ¿Y la música? Bien, gracias.
Apenas un comodín para seguir elevando los números de una estrella 3.0 que está más cerca de convertirse en un meme antes que de intentar ser la próxima Madonna.