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Muestra. Abre “Obras a la mano” en Barrilete.

Hoy abre al público la muestra “Obras a la mano” en el Museo Barrilete, sobre el trabajo del genial ilustrador Istvansch. Él acompañó todo el proceso desde el principio.

- Laura González lgonzález@lavozdelin­terior.com.ar

Paciente y meticuloso al extremo, es capaz de armar diseños con recortes de papel de medio milímetro cuadrado. Papeles de colores y tijera le bastan para crear figuras casi imposibles.

Istvan Schritter, conocido por todos como Istvansch, fue pasajero frecuente en Córdoba varios días este año: siguió de cerca la génesis y desarrollo de la muestra en su honor que desde hoy se puede visitar en el Museo Barrilete “Obras a la mano”.

“Participé desde el origen, sin conciencia de que no era lo usual para Barrilete”, dice sobre el espacio infantil que ha presentado obras de Chanti, Milo Locket, Quino, Isidro Ferrer y Liniers, entre otros. “Es muy mágico”, dice al referirse al equipo cordobés, que deconstruy­ó su obra “para construir otra cosa alucinante”.

–¿Cómo te definís?¿Escritor o ilustrador?

–Soy autor integral, mis primeros libros fueron ilustrando, pero en argentina está esa cosa de que si uno empieza por un lado queda puesto en ese lado. Siempre escribí y ahora casi no estoy trabajando para otros, son todos libros míos.

–¿Siempre para chicos?

–Me gusta el objeto libro para chicos, donde lo que el libro diga sea también para chicos. Ese “también” me encanta, un lector que sea de cualquier edad, que encuentre su niño interior y en todo caso dialogue con ese niño. Tengo libros en donde los chicos se meten por un lado, claramente, un lado lúdico y de imaginació­n que se les pierde a los grandes; y los grandes se meten por el lado del texto, que puede ser avanzado para los chicos. Es una proyección de alguna manera, para que los libros atraviesen las generacion­es y a lo largo de distintas edades, donde los saberes se van renovando y la experienci­a es otra, uno pueda volver al libro.

–¿Te planteás transmitir un mensaje?

–No, no es el mensaje lo que importa, sino desafiar al lector, y que el lector encuentre en la interacció­n con el objeto-libro una respuesta a algo que se le está planteando y que descubra algo que ni siquiera yo sabía que había puesto. En el libro Obvio me hicieron una lectura política, porque hay un texto que habla de que hay que estar contento, si te estás cayendo al pozo, no es que estás triste, es que no le estás poniendo onda. Es como ahora, la cosa no está mal, sos vos el que no le pone onda. Uno pone cosas que lo atraviesan.

–Pensaba en el libro “Todo el dinero del mundo”... hay un mensaje.

–Uno de los espacios que ofrece la muestra es el de Todo el dinero del mundo, donde a los chicos le dan dinero. No mucho dinero: todo. ¿Y qué hacés con todo eso? Es un libro que hay que rotar, porque ese personaje se marea en esa cosa del consumo, el libro está escrito para arriba, para abajo, de modo que hay que darlo vuelta. Porque cuando se llega a tener todo, en la segunda parte del libro, ves al personaje jugando con lo que tiene, porque al tener lo necesario se tiene todo. Hay dispositiv­os en la muestra donde en una cara tenés todo y en la otra, lo necesario. Y es suficiente.

–¿El chico comprende eso, que tiene todo lo necesario?

–Son impresiona­ntes las reacciones. A un chico de frontera le cuesta mucho más entrar que a uno de pampa sojera... ¡Alucina! Toooooodo el dinero. Además, reaccionan de manera muy espontánea, te dicen siiiiiiiii­iiiiiiiiii­iií, yo quiero todo eso.

–¿Y hacen el clic después?

–Claro, después encuentran la otra cara del asunto. ¿Cómo es que no tenía todo? ¿Estamos jugando? No apunto a un mensaje digerido, sino a una zona de conflicto que haga elaborar la propia respuesta. Ese chico, más carenciado, le cuesta más entrar a la parte del yo también quiero. Es mucho más fácil meterse por el lado de lo lúdico: que con una silla volteada tengo todos los medios de transporte posibles. Pero hacen el clic de repente, en el dejar reflexiona­n, dibujas y de repente, lo que que estaba encerrado, fluye.

Conciencia

–¿Tienen conciencia los chicos de lo que cuesta conseguir el dinero o creen que les viene por añadidura?

–Estamos muy atravesado­s por el chico clase media, pudiente, eso es cierto, que está en una gran instancia de consumo.

–¿Chicos o padres?

–El padre consiente. Dice y bueno, todos lo tienen, te lo compro. Estamos en un momento en el que el no, como oración unimembre, no existe. Hay mucho no explicado, y no a veces es no. Sí noto en muchos chicos el consumo compulsivo, cuando lo tengo, quiero otro y si lo tengo, quiero otro más. Esa es la parte crítica, pero hay que revaloriza­r que la infancia sigue siendo infancia y no se pierde. Porque el chico que quiere la nueva tablet, el nuevo celular, la nueva aplicación, cuando entra a jugar qué formas hay en el color rojo, se olvidó de todo. Es la infancia. Y puede estar laaaargo rato jugando con una cartulina roja y se olvidó de que hace media hora pedía la nueva aplicación en el nuevo dispositiv­o. El juego sigue siendo juego.

–La matriz no cambia.

–El chico siempre sigue siendo permeable y se permite el juego.

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(PEDRO CASTILLO) Todo un desafío. Para Itsvansch, más que el mensaje lo importante es desafiar al lector.
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(PEDRO CASTILLO) La vuelta. Para Istvansch, hay que revaloriza­r “que la infancia sigue siendo infancia”.

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