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Una aventura enel Pleistocen­o

Maximilian­o Schonfeld, director de “La siesta del Tigre”, cuenta por qué siempre elige rodar en Crespo, su ciudad natal en Entre Ríos, y con no actores.

- Roger Koza Especial

PARA MÍ, CRESPO CUMPLE LA FUNCIÓN DE LOS ANTIGUOS ESTUDIOS DE CINE, AUNQUE NUNCA VISITÉ UNO.

Maximilian­o Schonfeld

Con tres películas, Maximilian­o Schonfeld es uno de los varios ilustres cineastas de Crespo, pequeña ciudad de Entre Ríos. Iván Fund y Eduardo Crespo son otros dos nombres conocidos, pero hay más que pronto se darán a conocer. Habrá que seguir de cerca la evolución de este fenómeno sociológic­o. La evidencia es indesmenti­ble: Crespo no sólo es pródiga en avicultore­s, allí también nacen cineastas.

Su tercera película es la más feliz de todas, también la más libre y divertida. Sucede que La siesta del tigre es literalmen­te una aventura. Cuatro amigos van en busca de un tigre extinto que alguna vez existió en el Pleistocen­o. Si encuentran los fósiles de esta especie, tal vez puedan doblegar el funesto destino material que han vivido a lo largo de sus vidas.

Más allá del éxito de la empresa, nadie podrá objetar que para los cuatro amigos la aventura es de por sí una recompensa: la amistad es la mejor forma de resistenci­a frente a cualquier adversidad, como se siente minuto a minuto en La siesta del tigre.

–La cita inicial es una especie de Macguffin y también una discreta utopía. ¿Ya contaba con la cita o fue algo que llegó más tarde?

–La cita del inicio apareció en la última etapa del montaje, cuando decidimos sacar la introducci­ón. En aquellas escenas veíamos a los personajes en su rutina y luego preparando la misión para ir a buscar los restos fósiles. Eran escenas muy divertidas, juntaban plata y apostaban a ciegas al sueño de ser millonario­s. Entonces aparedarte. ció la idea de una placa, después de una visita al museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires. Incluso pensé en utilizar la placa por fuera de la película y que esté proyectánd­ose sin parar en un museo de Ciencia. Desde ahí me gusta pensar la narración y me parecía un buen punto de partida para esta película; dejar en claro cuál era la misión y el sentido de ella.

El origen

–¿Cómo concibió “La siesta del tigre”? Es un filme que debe encontrar su ritmo y estructura en el montaje.

–Ese verano había vuelto de escribir el guion de La helada negra, mi segunda película de ficción, en una residencia y había dejado un montón de material afuera. Entre esas escenas había una donde Alejandra se cruzaba con unos buscadores de fósiles, unos explorador­es perdidos en Entre Ríos. Esa escena había desapareci­do del guion, pero seguía ahí latente, estaba viva. Se puede decir que La siesta del tigre nació de una película de ficción que se pierde en los arroyos. Y el guion de La siesta del tigre se construyó de atrás para adelante. Por eso la decisión de poner en los créditos a Anita Remón, la montajista, como guionista. Ella editaba y a partir de eso también proponía posibles situacione­s. Filmamos en tres etapas durante un año y medio y recién en la última escribimos detalladam­ente las escenas.

–Siempre elige filmar en Crespo o en zonas cercanas. ¿A qué se debe esa elección?

–Para mí, Crespo cumple la función de los antiguos estudios de cine, aunque nunca visité uno. Te digo esto porque caminando algunas cuadras te encontrás con tus amigos que también filman, con los actores de tus películas o con otras personas dispuestas a ayu- Muchos de los técnicos que trabajan con nosotros también conocen la ciudad y su gente, lo que lo hace mejor todavía. Con los años se fueron sumando más amigos de Crespo que trabajan en arte o producción. Más allá de eso, no tendría problema en filmar en otra parte.

Los no actores

–Otro rasgo de su cine es que usted suele elegir trabajar con gente conocida de Crespo. ¿Por qué recurre a no actores?

–Cuando arranqué escribía pensando en las personas que conocía que tenían una cosmovisió­n particular. Tomaba prestada su vida como molde y después direcciona­ba hacia un lugar. Necesitaba tener esa sustancia ahí latente en cada personaje. O sea que la ficción entraba al final, después del espacio y las personas. Porque siempre se trata de eso, del lugar hacia donde te arrastrás, no tanto de elegir un modelo determinad­o.

–¿Los cuatro hombres ya se conocían?

–Se conocían, aunque no todos eran amigos. La primera vez que se juntaron todos les conté la película. Al ratito prendimos la cámara y arrancamos a filmar. Funcionó muy bien porque no tuvieron tiempo de imaginarse cómo podía ser, cuando se enteraron de qué iba la película ya la estaban haciendo y entrando en el juego. Asumieron un papel y lo mantuviero­n hasta el final.

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