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Los cuatro fantástico­s

- Roger Koza Especial

El ocio es acaso una transgresi­ón inaceptabl­e de las formas de corrección moral que ordenan la experienci­a. Se habla de tiempo libre y también de su gestión; el tiempo libre no es coextensiv­o a la libertad de quien goza de su tiempo. La productivi­dad es un

paradigma abarcador, fuerza simbólica que alcanza al cine, pero no siempre.

La siesta del tigre es una película sobre el estar y el compartir. Cuatro amigos, hombres comunes que viven en una zona rural de Entre Ríos, algunos de ellos descendien­tes de los inmigrante­s llegados del Volga un siglo atrás o más, pasan unos días en un río perdido en medio de la nada. No están haciendo nada, pues quieren encontrar los fósiles de un tigre que habitó en esos parajes en el Pleistocen­o. Al inicio, una muy sugerente placa sitúa la empresa en un contexto amablement­e sombrío. La bonanza económica es desconocid­a por los cuatro explorador­es.

Ese motivo paleontoló­gico pone en movimiento el relato. Que den o no con esos vestigios de la vida animal que datan de millones de años atrás es una circunstan­cia importante, pero no determinan­te. A Maximilian­o Schonfeld le interesa otra cosa: la interacció­n de los cuatro buscadores, la propia singularid­ad de cada uno, el placer de compartir un tiempo juntos, el goce vital de estar en un ecosistema que los absorbe sin esfuerzo. Los discretos pero hermosos planos generales refuerzan esa experienci­a de acogimient­o, que alcanza su mayor eficacia semántica en el enigmático plano general de cierre. Es ahí cuando el título del filroes, me se revela en todo su esplendor.

El tiempo del filme está desplazado hacia una forma de estar. El tiempo se siente en el espacio y en cómo los amigos se entregan a él. Los cuerpos desparrama­dos en los gomones y llevados por la corriente transmiten la placidez del momento; lo mismo pasa cuando uno de los hombres se toma una ducha torrencial en una cascada. La máxima esotérica que insiste en “vivir el momento” tiene aquí un sentido concreto, aunque su representa­ción esté desprovist­a de la habitual solemnidad de esa indirecta orden de atender a la intensidad del presente. Hay siempre una latente comicidad en La siesta del tigre, que es muy evidente cuando Santa Claus se suma al relato.

Hermosa película sobre el ocio y la amistad. Cochi, Nino, Lalo y Caco son los cuatro fantástico­s de este filme que nada tiene que ver con los de superhé- pero que está atravesado por una fuerza que cada tanto el cine y la literatura intentan abarcar: la incondicio­nalidad afectiva entre los amigos, esa forma de lealtad que los mosquetero­s de Dumas y los héroes de las tiras cómicas buscan vindicar, encuentra aquí otro modo de representa­ción. El espíritu es el mismo: todos para uno y uno para todos.

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En medio de la nada. Cuatro amigos pasan varios días en un río perdido, buscando restos fósiles de un tigre diente de sable.

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