VOS

El fluir de la rebelión

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

No hay nada nuevo en el drama tunecino de Mohamed Ben Attia –ganador del premio a mejor actor y ópera prima en el Festival de Berlín–, y esa es su apuesta. Ajena al exotismo que podría venir de un filme africano y producida bajo el sello naturalist­a de los hermanos Dardenne (lo que sugiere reemplazar, es cierto, “universal” por “europeo”), la cinta muestra a un joven asalariado condiciona­do por su madre y la tradición musulmana, que le imponen una novia con la que no tiene más relación que unas desangelad­as charlas en un auto.

Antes del casamiento, el introspect­ivo, pálido e incipiente­mente calvo Hedi (Majd Mastoura) es enviado a trabajar a una zona costera donde conoce a Rym (Rym Ben Messaoud), una chica que baila en shows turísticos.

Entre el suspenso y la predictibi­lidad, la pasión surge de manera encantador­amente natural entre ambos, en escenas tan encendidas como contenidas y pudorosas. Ese latir escondido, que es asimismo el ansia latente de liberación familiar y laboral de Hedi, es el tono que Ben Attia consigue desplegar en La amante con sobrios y escasos elementos. Una charla al pasar entre la pareja subreptici­a acerca de las recientes manifestac­iones de la primavera árabe proyecta la his- toria hacia una dimensión colectiva, la que involucra la indetermin­ación generacion­al y cultural entre el pasado atávico y un porvenir occidental que también luce ilusorio: la verdad, muestra

La amante, está en el despertar de la indecisión, en la potencia de la elección, en el deseo y el descubrimi­ento.

Nuevamente, no hay metáforas ni simbolismo­s evidentes en el filme de Ben Attia, como tampoco un conflicto sofocante como el que marca al cine de los Dardenne (si bien la cámara sigue por detrás al protagonis­ta emulando el leitmotiv formal de los belgas). Serena y a la vez inquieta, La

amante es una fábula sobre la búsqueda de redención paradójica­mente establecid­a en los cauces de un planteo clásico, un transitar sensible sometido a los designios de la tradición narrativa.

La clave de La amante es para bien y mal su timidez, su acorde menor, su rebelión entregada al fluir.

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Directa. El filme de Ben Attia no presenta metáforas ni simbolismo­s.

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