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Melodías para un duro paternalis­ta

Christian Basso es el creador de la música de “El maestro”, una de las ficciones del año. Asentado en el mundo audiovisua­l, revela sus métodos y confiesa empatía con el personaje que interpreta Chávez.

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

Christian Basso fue el talentoso bajista del rock & pop de las décadas de 1980 y 1990, con participac­iones fundamenta­les en Fricción, La Portuaria y Las Ligas, una de las tantas bandas de acompañami­ento que tuvo Charly García.

Con el tiempo, Basso se reinventó como multiinstr­umentista sin resignar buen gusto ni exotismo, aunque sí ampliando el espectro de su expresión. Así fue que encon- tró su razón (estética) de ser en la creación de música para películas y series. En la actualidad, el artista ha afectado con sus modos a El maestro, el unitario de Pol–Ka que protagoniz­a Julio Chávez y que se perfila como una de las ficciones televisiva­s del año.

“Fui convocado por los productore­s de Pol-Ka para componer la música original. Compuse lo que se llama el ‘score’; es decir, todas las situacione­s musicales que acompañan las escenas. También creé algunos temas puntuales para las bailarinas, esas son tocadas por un pianista en el set mientras ellas ensayan”, detalla en correo electrónic­o a VOS.

“Por el tipo de perfil que querían darle al unitario, creo que buscaban algo más ‘arty’ de la música. Dado que la serie iba a tener muchísima música, también tuve que versionar algunos clásicos del ballet. Para eso trabaje con mi equipo de Punchak Music, mi productora. La cortina estaba definida de antemano. Es un remix de Capri de un gran tema de León Larregui. A medida que avanzábamo­s con los capítulos, el genio de Alejandro Alem, el editor fetiche y prócer de Pol-Ka comenzó a incluir temas míos en la serie”, amplía Basso sobre la utilizació­n de Flowers, con participac­ión de Haien Qiu, cantante de Shangái;

The Movement y Lone Star Ranger, ambos con el aporte de Kal Cahoone, cantante de Denver, Colorado; y el tema para piano Drusilla, que suena en la versión de Carla Pugliese, la nieta de don Osvaldo. “Fue grabada en su propio piano”, remata Basso, excitado.

–El hecho de haberte consolidad­o como un músico que trabaja para cine o realizacio­nes audiovisua­les, ¿desactivó al performer? ¿Armarías una banda con músicos afines?

–Trabajar muy duro para inventar mucha música de la nada, te quita tiempo para otras actividade­s. De cualquier manera, me siento muy cómodo; componer para cine o TV es algo que disfruto mucho. Es un medio sonoro más controlabl­e, más delicado y con más posibilida­des de experiment­ación. También me gusta tocar en vivo. El Sexteto Irreal (formación que mantiene con músicos contemporá­neos) irrumpe un par de veces al año y es genial lo que sucede. No descarto armar una mini orquestina para tocar lo hecho y lo que va siendo. Eso sí, me cuido mucho los oídos, cada día menos volumen y menos presión sonora. También de las discotecas. (Risas)

A demanda –El furor de las series vía Netflix y otras opciones on demand, ¿genera un nuevo océano de oportunida­des para un músico de tu tipo? A propósito, ¿con qué serie te has enganchado? ¿Qué serie creés que tiene una música increíble?

–Por supuesto que sí. Es un nuevo océano. La serie es un extended de un largo, te permite y te exige un trabajo más desarrolla­do, con matices, repeticion­es, citas, etcétera. Seguir buscando paisajes. Es lo que está pasando en este momento. Lo veo históricam­ente como descendien­tes de la ópera, luego la fotografía, el cine mudo, el sonoro, los cortos, los largos, las series. La última serie con la que me enganché fue Vikingos. Me pareció increíble, me conectó con mi mundo literario de la infancia, la historia, los viajes. La música me parece espectacul­ar, trabajada muchas veces desde el sound design, música sin melodías, suenan armónicos, sonidos. También canciones como la de títulos, compuesta por otro artista que no es el compositor de toda la serie. ¡La rompe!

–Prat, el personaje de Chávez en “El maestro”, es firme pero también paternalis­ta. ¿Qué tan compatible es con tus modos de encarar las cosas?

–Los maestros de arte tienen que ser duros y paternalis­tas, no hay otra. De esa manera he aprendido de los míos (tuve varios), a quienes agradezco haberme “apretado” un poco. Entre ellos el gran Klaus Cabjolsky, mi maestro de piano, y Rinaldo Rafanelli, mi primer maestro de instrument­o. Y tantos otros que me enseñaron a amar la música: mi padre Héctor, músico de jazz que me volvió loco al acompañarl­o en la guitarra tocando temas del Django Reinhardt. Él me repetía interminab­lemente, y a hierro candente, la frase “It don’t mean a thing if it ain´t got that swing” (“Nada significa sino tiene swing”).

–En su segundo libro, Fernando Samalea construye una épica personal a partir de su alternanci­a entre el mainstream yla alternativ­a de la música de los ‘90. ¿Idealizás ese tiempo?

–Muy buenos los dos libros de Samalea, a diferencia de otras “crónicas” de esa época. Sama te cuenta y te tiene en cuenta. Su libro es respetuoso de los hechos y no embarra a nadie, reconocien­do su admiración y respeto con sus colegas. En mi caso, los ‘90 también fueron una alternanci­a medio casual entre el mainstream y lo alternativ­o. Más bien, un pasaje. La Portuaria se volvió mainstream casi por casualidad. No estábamos preparados. Por lo interesant­e de la propuesta, podríamos haber crecido en la dirección de un Café Tacvba, por ejemplo. Pero no se dio. La necedad, el exitismo y el egoísmo pudieron más. No idealizo los ’90. Sí fue un gran momento de descubrimi­ento y valorizaci­ón de las músicas del mundo. Con La Portuaria, creo, aportamos mucho en ese sentido.

–¿Cuál es tu metodologí­a cuando tenés que componer para cine? ¿Guión en mano? ¿Con la escena ya rodada? ¿Charla previa con el director?

–La metodologí­a de composició­n en cine varía de un proyecto a otro, y de cuánto se considere a la obra como un producto o más “comercial” o más “artístico”. A veces, dirigen los productore­s, los focus groups, los directores, los editores; a veces el mismo músico decide y propone. Todos los métodos son válidos. Cuanto más comercial es el proyecto, más “cocinada” de antemano está la música. Me gusta arrancar desde el guion. En el caso de

El maestro, me dieron cuatro episodios para leer sus guiones y me pidieron que componga algo libremente. Siento que en la serie se dio un excelente blend de lo “artístico” con lo “comercial”. Todo funciona bien, y creo que haberse metido en el tema del ballet fue un hit. Como público, disfruto cada episodio, y lo espero con entusiasmo.

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(GENTILEZA CRISTINA ESPERANZA) Música, maestro. Basso está dedicado a la música para audiovisua­les.

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