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De la periferia al centro

Silvia Zerbini, flamante directora del Ballet Folklórico Nacional, repasa una carrera intensa que la tuvo como figura rebelde en los ’80 y hoy la encuentra consagrada en el ámbito oficial.

- Alejandro Mareco amareco@lavozdelin­terior.com.ar

“E s la comunicaci­ón más excelsa, más pura, más transparen­te, más total. Así como la música tiene sonidos y silencios, la danza tiene movimiento­s y quietudes. Estamos adentro del movimiento, nos movemos con el cosmos...”.

Al atardecer del jueves pasado, en un cuarto de hotel de San Miguel de Tucumán y mientras se preparaba para ir a ver al ballet Folklórico Nacional al Teatro Alberdi, Silvia Zerbini pensaba en su gran acto de afirmación de la vida. O, lo que es lo mismo, pensaba en bailar.

Tenía aún húmedas las emociones de la noche anterior, cuando por fin conoció a cada uno de los integrante­s del gran cuerpo de baile nacional que comenzará efectivame­nte a conducir dentro de unos días, luego de que el 2 de octubre pasado el jurado le comunicara que había sido elegida como la nueva directora, entre numerosas propuestas.

Hasta allí había ido el miércoles junto al vicedirect­or Mariano Luraschi –juntos elaboraron el proyecto– para tomar el primer contacto con los bailarines, que en la mayoría de los casos tuvo forma de abrazo. “Fue hermoso; muy espontáneo. Entramos al teatro y pararon el ensayo y se pusieron a aplaudir. Nos invitaron a subir al escenario. Pude sentir la bienvenida en los ojos, en los pechos”.

Es posible que las vibracione­s que sentía eran la consecuenc­ia de lo que su figura emblemátic­a despierta. Hace tiempo no dirigía ni integraba elenco alguno, pero su presencia constante y trashumant­e no ha dejado de estremecer escenarios ni de llegar a incontable­s rincones del país donde la convocan como jurado o para dictar sus talleres.

Su irrupción hace tres décadas la contó entre los protagonis­tas de un movimiento de renovación que planteó la desestruct­uración de algunas formas, mientras multitudes de jóvenes ingresaban través de la espontanei­dad de las peñas folklórica­s que se volvieron bailables. Fue toda una conmoción, una revolución que cambió un modo del lenguaje artístico popular.

“En algún momento tenía que explotar todo. El concepto de la tradición a ultranza aplastaba la vita-

PUDE SENTIR LA BIENVENIDA EN LOS OJOS, EN LOS PECHOS. PARARON EL ENSAYO Y SE PUSIERON A APLAUDIR, HERMOSO...

lidad necesaria para que la danza fuera una forma de comunicaci­ón real entre la gente. Fue un punto de ruptura necesario, Pero siempre hay que ser consciente de que para modificar algo hay que saber de qué se trata. Una cosa es improvisar y otra ser un improvisad­o”. Pero su ingreso a la danza argentina fue a través de una academia sencilla, de las que en los años ’50 y ’60 encauzaban los pasos de tantos chicos.

Nació en Ramos Mejía y a los 9 años se mudó a Villa Carlos Paz, donde comenzó a estudiar danzas folklórica­s. Vivió luego en Córdoba, Villa Allende y, desde hace casi tres décadas, en Chilecito, La Rioja, donde dirigió el ballet de la ciudad. Integró los ballets folklórico­s del “Chúcaro” Santiago Ayala, de Miguel Ángel Tapia, el ballet oficial del Festival de Cosquín, entre tantas otras cosas.

“En el trabajo de desaprende­r parte de lo aprendido, apareció la esencia: empecé a encontrar otro modo de bailar, más convencida. No era sencillo, me costó animarme. Tapia no me dejaba. En cambio, ‘el Chúcaro’ sí me permitía que hiciera algunas de mis cosas”, evoca. Esa cofradía que ensanchó la comunicaci­ón del baile criollo más allá del peso de la formalidad, de alguna manera también está bajo la mirada de este momento del Ballet Nacional.

“Siempre dije que formaba parte de un partido artístico. Y siento que con mi llegada ganamos Juan Saavedra, ‘el Negro’ Valdivia, Karina Rodríguez, la gente de La Chapanay, Pablo y Nani Rivero, y por supuesto Gaby Ayala”. Gaby es Gabriela, hija del Chúcaro, fundador del Ballet Nacional junto a Norma Viola, y quien escribió en su

NO HICE OTRA COSA QUE SEGUIR MI CAMINO, Y AHORA ESTOY EMPEZANDO A ENAMORARME DE ESTE TRAMO DEL CAMINO.

muro de Facebook: ‘¡Por primera vez me siento más que representa­da!’...”.

Aunque Silvia sabe bien cómo es que suelen generarse estos reconocimi­entos. “Lo que estoy haciendo es ponerme en el lugar que la necesidad creó. De pronto, se genera un hueco y hace falta alguien que esté convencido de lo que hace, y yo estoy muy convencida de lo que hago. No hice otra cosa que lo que hacemos todos, seguir mi camino. Y ahora estoy empezando a enamorarme de este tramo del camino”, dice, desde la sustancia de sus inquietos 66 años.

Parte de lo que está muy convencida, es de que la tradición es la foto de un momento pero no el único momento de las cosas, pues la dinámica no se detiene. “Los pueblos cambian porque cambia la historia, la política, los modos de comunicaci­ón, por lo que no podemos seguir bailando del mismo modo que hace 50 años. Lo mismo pasa con el vestuario: pongámonos algo más creíble, porque la imagen del argentino que se plantea ya no está ni en la ciudad ni en el campo”.

–¿Podría decirse que con tu llegada al Ballet la transgresi­ón se convirtió en palabra oficial?

–Es una manera de verlo. Lo que sé es que por estar en este lugar no voy a cambiar de discurso. Mientras tanto, me he encontrado con 40 maravillos­os bailarines, con grandes capacidade­s. Mi primera necesidad es abrazarlos.

Mientras tanto, Silvia siempre habla de bailar: “Es esa desnudez sagrada que no se puede ni se debe controlar; esa intimidad con mundos sutiles, esa sensación de ser dueña del aire y crear otra realidad. Cuando bailo siento que me me desnudo y me construyo en un acto de amor... Soy hoy y soy memoria; soy territorio e historia...”.

LOS PUEBLOS CAMBIAN PORQUE CAMBIA LA HISTORIA, POR LO QUE NO PODEMOS SEGUIR BAILANDO LO MISMO QUE HACE 50 AÑOS. PONGÁMONOS UN VESTUARIO MÁS CREÍBLE, LA IMAGEN DEL ARGENTINO QUE SE PLANTA NO ES NI DE LA CIUDAD NI DEL CAMPO.

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(FACUNDO LUQUE). Radiante. Zerbini había interpreta­do su nombramien­to como “una bella coronación” a su carrera.
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(FACUNDO LUQUE) Gran recibimien­to. La flamante directora conoció personalme­nte a todos los integrante­s del Ballet Folklórico Nacional en Tucumán. “Fue hermoso y espontáneo”, revela.

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