“The Walking Dead” divide las opiniones
La serie que prendió porque está bien plantada
Un mundo en el que los muertos caminan la tierra no es suelo fértil para sembrar una historia original o exitosa. Y sin embargo, contra todos los pronósticos, a
The Walking Dead le acaba de brotar su octava temporada. Eso certifica que el tiempo no ha hecho más que añejar a punto elixir una de las series más vistas en los últimos años, a la par (en repercusiones) de Lost o de Los
Soprano. Muy pocas producciones pudieron mantener tan alta la vara para que el pacto con los fans no se rompiera. Y muchas menos han conseguido, después de casi una década al aire, seguir siendo rentable para sus creadores.
Mientras la séptima entrega nos dejaba con un anzuelo en el labio, la octava comienza con un primer capítulo que es un alarde de guion. Porque los guiones de
The Walking Dead son el sustento para sacar provecho al máximo del apocalipsis necrosado.
Ahora el grupo de sobrevivientes se prepara para una guerra contra el nefasto Negan, némesis de Rick.
La evolución de la serie puede verse con claridad en los cambios físicos de los protagonistas, pero también en los cambios que modificaron las personalidades. Cada personaje está calibrado, expresa sus motivaciones y obra en consecuencia. Es el recurso esencial para que queramos estar al tanto de cada detalle a medida que avanzan hacia el final.
El grupo inicial fue cambiando, y en esta temporada ya se respiran aires de cambio, quizá con futuros líderes que podrán heredad la conducción del grupo, hasta ahora, en manos de Rick.
No ha sido fácil llegar al episodio 100, pero queda en claro que no están en un punto bajo, sino en la plenitud de su maduración.
Nuestros amigos van a la guerra con la esperanza de que sea la última. Una cruzada de sacrificio riesgoso y de probable destrucción. Los seguiremos hasta la muerte.