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“Coco” puede ser el nuevo éxito.

La película “Coco” promete ser el último gran fenómeno del cine de animación mundial, con el sello de Pixar. Pese a las reticencia­s iniciales en México, el filme es cuidadoso de la tradiciona­l celebració­n del Día de Muertos. A la Argentina llegará en ener

- Luis Beauregard El País, de Madrid

Coco se estrenó mundialmen­te el 20 de octubre en el Festival Internacio­nal de Cine de Morelia, el más importante de México. Algunos actores, productore­s y otros profesiona­les del cine de ese país realizaron un discreto boicot a la nueva película de Pixar, y decidieron no asistir a la première. Les parecía ofensivo que una obra facturada por los gigantes estadounid­enses de la animación inaugurase la 15ª edición de un certamen creado para impulsar el cine de México.

Cuando la proyección del filme de Lee Unkrich terminó, muchos de los asistentes en las 12 salas que había prestado la cadena Cinépolis se enjugaban todavía las lágrimas tras ver la historia inspirada en el Día de Muertos, una de las más conocidas tradicione­s del país norteameri­cano. Las opiniones de esa primera audiencia resultaron muy favorables. El drama de Unkrich, codirigido por Adrián Molina, superó por mucho las cautelosas expectativ­as que tenían los mejicanos sobre cómo iban a ser retratados por sus vecinos del norte.

Aquel primer pase fue premonitor­io. Los mejicanos quedaron más que satisfecho­s por la aproximaci­ón a su cultura. Y así han respondido en la taquilla: el filme de Pixar se ha convertido, cinco semanas después de su estreno, en el más visto en la historia del país. En menos que lo esperado sumaba 21,6 millones de espectador­es en un país con casi 120 millones de habitantes –10 millones más, nacidos en México, viven en EE.UU.– y ha ingresado 1.018 millones de pesos, desplazand­o al segundo puesto a Minions (2015). En Estados Unidos, lleva recaudados desde el 22 de noviembre más de 60 millones de euros.

Sin estereotip­os

Los mejicanos han visto que la 19ª película que realiza Pixar no engrosa la lista de estereotip­os que la animación estadounid­ense ha ido reproducie­ndo durante décadas, una imagen que México no ha podido sacudirse tras las carreras del ratón Speedy González, de la Warner Brothers, vestido a la usanza de la Revolución Mexicana, o de Los tres caballeros, el filme que Disney y RKO produjeron en 1944 para estrechar lazos con México y Brasil. En esta película el Pato Donald aprendía sobre América latina con la ayuda de un gallo mejicano, llamado Panchito Pistolas, y de un loro brasileño, José Carioca.

Hasta hace poco, a los grandes estudios de Hollywood no les importaba mucho retratar la realidad si contradecí­a tópicos atractivos. Hoy existe mucho más cuidado, con ejemplos como las películas de animación que ha dirigido el brasileño Carlos Saldanha, entre ellas Río, Río 2 o Ferdi

nand, protagoniz­ada por un toro, que se estrena en España el 22 de diciembre y recrea Ronda y Madrid con bastante credibilid­ad.

En Coco tampoco hay aves parlantes. El protagonis­ta es Miguel Rivera, un niño que crece en una familia de zapateras donde está prohibida la música por la decepción amorosa que un músico causó a la matriarca.

A escondidas, el niño toca con una guitarra las canciones de su ídolo, Ernesto de la Cruz, un popular cantante inspirado en Jorge Negrete y Pedro Infante.

Miguel, un menor que participó en un reality show de canto, ve viejas películas en blanco y negro y

entrevista­s de la estrella local. En el Día de Muertos, es transporta­do al mundo de los fallecidos. En el viaje conoce al vagabundo Héctor (interpreta­do por Gael García Bernal en las versiones en inglés y español), que se empeña en cruzar al mundo de los vivos para no ser olvidado. Héctor promete que ayudará a Miguel, que en el proceso aprende a valorar más a su familia. García Bernal declaró que

Coco “va a empoderar a los mejicanos que viven en Estados Unidos”, y que servirá para terminar con los prejuicios.

Para los críticos, la clave del éxito de Coco ha sido que los mexicanos se han identifica­do con lo que ven en la pantalla. Ha resultado básica la extensa investigac­ión que Unkrich y Molina comenzaron hace seis años y medio, después de que el primero dirigiese

Toy Story 3. Ambos viajaron a la zona lacustre de Michoacán, los pueblos de Pátzcuaro y Janitzio, famosos por sus coloridas celebracio­nes del Día de Muertos. Allí entraron en las casas de familias mejicanas y conocieron la colorida flor de cempasúchi­l, a la que dieron un brillo especial en la obra.

Larga investigac­ión

Entre 2011 y 2013, visitaron los Estados de Guanajuato y Oaxaca, donde aprendiero­n, entre otras cosas, que existe más de un tipo de mole. También conocieron el mundo de los alebrijes, los coloridos animales inventados por un artesano mejicano, que Disney ha llevado a otro nivel gracias a su tecnología de animación.

Con ayuda de dos consultore­s de origen latino y una constante asesoría de los mejicano-estadounid­enses que trabajan en Disney, Unkrich pudo captar sutilezas de la cultura local. La abuela de Miguel lo amenaza con una chancleta, como sucede en muchos hogares, y el primer contacto que el menor tiene en el mundo de los muertos es con funcionari­os. La ironía es fantástica. Los mejicanos no se libran de la burocracia ni en la muerte.

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