Elisa Gagliano y la elección de “Clase”
La actriz y directora cierra su gran año teatral: estrenó su obra “Papá Barbie” y eligieron “Clase”, que protagoniza, para la Fiesta Nacional del Teatro. Cómo vive este momento.
1. Estrenaste “Papá Barbie” como directora y frente a un elencazo; protagonizás “Clase”, un éxito del último semestre. ¿Fue tu mejor año teatral?
–Fue un año muy teatral. De regreso. Descanse de él por siete años y el retorno fue precioso. Estuve acompañada de personas generosas y talentosas, a las que respeto muchísimo: Ana Ruiz, Eva Bianco, Delfina Díaz Gavier, Gonzalo Marull, Pablo Martella, Juliana Mannarino, Popi Del Prato, Soledad Croce. Por largo tiempo estuve alejada, haciendo radio, cine, stand up, escribiendo. Me gusta cambiar de tareas. Construir y destruir lo que se inventa. Trastocar lo que empiezo a creer que soy (un pequeño chiste de mal gusto que me hago a veces). Los géneros, el respeto por las disciplinas, las especializaciones y los marcos legitimantes siempre me han resultado tremendamente irrelevantes y aburridos. Creo que algo de la gimnasia de “no ser nada”, de desterritorializarse, nos permite ser mejores creadores. Tener perspectivas más diversas y un “yo” más desorientado.
2. –¿Qué sensación te deja cerrar el año con “Clase” elegida para la Fiesta Nacional? ¿Los premios significan algo?
–Estoy feliz y orgullosa, con o sin premio. Los premios son lindos cuando respetás al jurado, cuando te abren posibilidades de recorrer y mostrar la obra y te dan chances de continuar haciéndola y no son estructuras hipócritas o cínicas, cuando te ayudan económicamente a seguir haciendo lo que estás haciendo. No creo que un premio sea bueno porque te coloque en una especie de jerarquía sobre otros trabajos. No creo en ellos como juicios de valor. es una obra que amamos hacer. Nos atraviesa. Nos emociona. La creemos profundamente revolucionaria y necesaria. Y nos convoca y nos pone nerviosos y queremos mejorar y charlamos antes y después sobre espectadores que lloran, que tosen, que se duermen. Y estamos atentos a todo lo que pasa, adentro y afuera del teatro. Benditos sean los momentos en que andamos así. Enamorados de lo que podemos construir. Clase
3. –Más allá de la obra, da la sensación de que con (Pablo) Martella y (Gonzalo) Marull hay un equipo sólido.
–Gonzalo Marull es un director generoso. Paciente y delicado. Respetó lo que opinábamos de la obra, los personajes y las interpretaciones del texto. Pablo es un actor de un oficio increíble. Un profesional que sabe que el trabajo es diario y de hormiga. Aprendí mirándolo trabajar y estar con él en escena, es un seguro de vida. Somos muy diferentes los tres. Muy. Eso nos retroalimenta hacia lugares más interesantes. 4. –¿Te resulta fácil o difícil participar de instancias competitivas, especialmente frente a colegas y amigos?
–Ni fácil ni difícil. Creo que si una cree en lo que hace y hace lo que puede (en términos de potencia), si sabe que lo más rico de un proceso creativo es justamente el recorrido. Que un plan es sólo un medio de transporte. Un premio o una competencia es simplemente un juego. Jugar a competir, es divertido. Jugar a perder, también. Jugar a ser los peores. A ganar. El tema se pone peligroso si ese es tu único sistema de creencias. O le das una importancia personal desmedida a tu trabajo.
5. –Siempre se dice que en los momentos de crisis la cultura encuentra su modo de fortalecerse. ¿Cómo creés que hay que pararse políticamente desde el arte en estos tiempos?
–Creo que están destrozando al país. Es muy triste ver lo que está pasando (lo digo mientras veo imágenes de represión que sólo recuerdo haber visto en 2001). El trabajo que hacemos es un trabajo en el que el dinero no es un condicionante de realización. No es su motor. Aunque parezca imposible de creer para algunos a veces. Seguimos produciendo, ricos o pobres. Porque haciendo nos salvamos (en el sentido menos bíblico de la palabra) de la soledad, del silencio, de la impotencia y de la tristeza. Porque es un lugar de encuentro. Porque podemos inventar un mundo pequeñito, que nos guste más. Una maquinita que se ponga a preguntar quiénes somos. A hacer en vez de quejarnos. El arte es una maqueta de la fiebre, dice María Negroni, y yo acuerdo. En momentos de neoliberalismo salvaje como los que estamos viviendo, estamos más enojados, desorientados y pobres, quizás eso se traduzca en obras más potentes, quizás no.
6. –¿Te querés correr del mundo del stand up cordobés, del que fuiste referente desde los primeros años?
–Por el momento no tengo ganas de hacer stand up. Es una práctica que quiero mucho y a la que le debo un entrenamiento impresionante. Estar sola allí parada, con tu imaginación a cuestas. Siendo dramaturga, actriz, directora, gestora, militante política. El humor, en general, me parece una herramienta revolucionaria. Y me ha permitido usar el enojo o la frustración como herramienta de trabajo. El humor es una usina muy transformadora. Inventar algo desde el comienzo es potente y abismal. Quedarse allí un tiempo es gratificante y merecido. No destruirlo a tiempo, es mortuorio.
7. –Hace unos meses hiciste una declaración muy fuerte en tu Facebook, sobre distintos casos de acoso que sufriste. ¿Creés que este es el momento para decir y no callar más? ¿Ves un cambio de fondo?
–La verdad es una disputa por el sentido común. Nada más. Creo que las discusiones que se han dado desde las organizaciones feministas en los últimos años han generado un escenario de “verdad histórica” trastocado, en donde los mecanismos de sometimiento machistas (que teníamos naturalizados) han quedado completamente desnaturalizados. Quedaron del lado de lo punitivo. Quedaron del lado de lo “condenable socialmente”. Del escrache público y de la discusión intelectual. Nuestra biografía es un tratado de micropolítica. Hay momentos históricos en donde esa biografía no representa una herramienta agresiva de denuncia social, porque la sociedad aun no quiere discutir tal o cual cosa. Otras veces (como el momento que vivimos hoy) es una estretegia de lucha muy poderosa. Aunque sea doloroso compartir la vida privada, creo que sí, que es el momento. Y como dije en ese escrito, creo profundamente que pasar del miedo al asco y del asco a la denuncia, empodera. Alivia y destruye sistemas de poder que parecen inmortales. Los imperios se caen, porque siempre se equivocan para adentro. Y cuando eso pasa, hay miles de personas dispuestas a hablar.