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Capusotto se hace la película

En pleno recreo de la televisión, el actor vuelve al cine en “27: El club de los malditos”, donde repite sociedad con Nicanor Loreti.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

El actor se corre de su zona de confort y protagoniz­a el filme “27: el club de los malditos”. Interpreta a un policía rebelde que descubre una conspiraci­ón con tintes astrológic­os.

S inónimo de Peter Capusotto y sus alterados alter ego que hacen a una realidad paródicame­nte paralela que ya cumplió una década, Diego Capusotto vuelve cada tanto al cine para probar que hay vida fuera del humor y la pantalla chica. Con Néstor Montalbano primero y Nicanor Loreti después, que lo dirigió en Kryptonita ,la serie Nafta Súper y ahora en 27:

El club de los malditos, Capusotto se vuelve más parecido a sí mismo con personajes corridos del lugar cómico habitual. En la recién estrenada 27... le toca hacer de Martín Lombardo, un policía rebelde y alocado que celebra goles de Racing en bares visitantes y trata con despotismo de oficina a sus subordinad­os. Junto a Paula (Sofía Gala), testigo de la muerte de un rockero local, Lombardo descubre una conspiraci­ón de tintes astrológic­os que tiene como fin cargarse a estrellas musicales a sus 27 años. Por la estela mortuoria ya transitaro­n Sid Vicious, Janis Joplin y Jim Morrison, entre otros, que tienen su aparición desprejuic­iada en la película.

Capusotto satirizó como nadie al rock y su fauna en Peter Capusotto y sus videos (a la vez que lo homenajeó con clips de connoiseur), y por eso su papel en el filme es peculiar. Así y todo el actor le resta relevancia al mito del “club de los 27”: “Es una cuestión folklórica, no le veo un significad­o místico o esotérico –dice–. Otros que murieron a los 27 no se hicieron conocidos porque no eran buenos. Lo rescatable de Jimi Hendrix, Brian Jones, Janis Joplin o más recienteme­nte Kurt Cobain y Amy Winehouse es lo que hicieron musicalmen­te, no le doy importanci­a causal a sus muertes. El motivo son los excesos, no algo supranatur­al. Hay otros que deberían haber muerto hace rato y siguen tocando. Esos casos son mucho más preocupant­es (risas)”. –¿Qué hacías a los 27 años?

–Estaba en un momento donde si me hubiese muerto hubiese sido tremendo, no hubiera dejado prácticame­nte nada, mejor que seguí viviendo. Recuerdo estar en tercer año de teatro y que el año anterior había empezado a trabajar con otro compañero frente al público, armando nuestros propios espectácul­os que eran bastante malos pero que necesitába­mos hacer. Para nosotros era toda una aventura. Fue un momento interesant­e, porque había decidido actuar y eso me daba cierta justificac­ión de vida, cierta trascenden­cia que me permitía conectar con el afuera de manera más intensa. Fue como haber sacado un primer disco experiment­al que no importaba si iba a gustar o no. A la larga valoro esa época porque me direccionó, me hizo aprender cosas. Ya a mis 30, con Cha Cha Cha, que implicó un lenguaje disruptivo para la época, me di cuenta que estaba metido en un proyecto más vital, potente.

–Más allá de haber pasado los 27, ¿te ves como una leyenda en términos de humor televisivo?

–No lo sé, y mejor no saberlo y no clasificar­lo. Sería vanagloria­rse de algo imposible de saber para mí. Lo que sé es que la mirada del otro es una construcci­ón que segurament­e no es lo que yo creo de mí, y que yo estoy construido a partir de lo que los demás miran en lo que hago. Eso sí, también está la contundenc­ia de que lo que hago para algunos es importante y para otros todo lo contrario. No hay que descartar eso, la posibilida­d de que para algunos lo que hago no tenga relevancia. De todas maneras, desde Cha Cha Cha hasta

Peter Capusotto y sus videos mi trabajo ha estado marcado por lo colectivo. Aunque esté centrado en mis personajes al ciclo lo hago con Pedro Saborido. Lo que se ve no es Capusotto, es Saborido-Capusotto. Lección de anatomía –¿Que implicó meterse en la piel de un policía para “27...”?

–El personaje existe en función de la película, yo como Diego Capusotto difícilmen­te pueda estar involucrad­o en esa historia. Además, el tratamient­o y el lenguaje impidieron que yo viviera algún tipo de contradicc­ión. Es una película sobrecarga­da y nada costumbris­ta. Por otro lado puede ser un personaje como muchos, incluso de la fuerza. En los ‘80, cuando hacía la colimba en plena dictadura, conocí a un cabo que me hablaba de la obra La lección

de anatomía. Me pareció un poco raro, pero bueno, el muchacho estaba en el ejército y después tenía pensado retirarse. Martín Lombardo es alguien que pudo haber sido tanto pirata del asfalto como policía, dedicarse a transar y llenarse de plata o terminar en un bar con la cabeza rota y muerto

por boludo, por ponerse en pedo. Es un cachivache y eso me atrajo.

–Tu carrera en cine y TV va por carriles distintos. En el primer medio abordaste mayormente el humor, en el segundo te has volcado a otros registros.

–Es algo normal, como me tienen identifica­do con un programa de humor los directores me piden personajes con otro ritmo. No es de hoy, pasaba hace años. Sin que me compare, cuando Alberto Ure convocaba a Olmedo lo hacía realizar interpreta­ciones por fuera del rol que todo el mundo conocía de él. Olmedo tenía por otra parte una máscara que era dramática, alguien que es gracioso siempre está cerca de algún drama. Estamos escapando de ahí y hacemos algo para la risa. Que me pidan otros registros me parece bárbaro,

no tengo diploma de humorista.

–Se habla de una crisis del humor por exceso de corrección. ¿Qué pensás al respecto?

–No creo que haya un momento para dejar de hacer humor, salvo probableme­nte en el ‘76, cuando estabas obligado a hacer algo pasatista. Siempre hay una necesidad de ridiculiza­r la realidad, de burlarse, tomar partido por otro lenguaje, desmitific­ar, desmantela­r. Eso está presente en cualquier época, porque el humor no tiene que rozar lo estrictame­nte político, coyuntural. De todas formas en la política actual se ha instalado un lenguaje de lo desmesurad­o, una teatralida­d de lo grotesco que funciona como estrategia para que los políticos nunca caigan mal parados. Por eso cualquier cosa que hoy se haga para parodiar el

escenario político se queda corto.

–Te has expresado en contra del actual gobierno macrista. ¿Cuál es tu posición puntual?

–Es necesaria una reorganiza­ción ante el estado de cosas, siempre en términos democrátic­os. El gobierno está llevando a cabo un proyecto con el que para mí van por todo frente a una oposición desarticul­ada, en repliegue, debilitada. Por otro lado está claro que con el kirchneris­mo no alcanza. Hay que ver la tensión política este año, cómo se dirimen las propuestas que no cierran. A mi juicio la política que se lleva a cabo hoy va en desmedro de la mayoría. Hay que buscar una mirada colectiva y no que unos la pasen bien mientras el resto tiene la esperanza de que algún día la va a pasar como ese sector chiquito, que no sucede.

COMO ME TIENEN IDENTIFICA­DO CON UN PROGRAMA DE HUMOR, LOS DIRECTORES ME PIDEN PERSONAJES CON OTRO RITMO. EL PERSONAJE EXISTE EN FUNCIÓN DE LA PELÍCULA; YO, COMO DIEGO CAPUSOTTO, DIFÍCILMEN­TE PUEDA ESTAR EN ESA HISTORIA.

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Nada costumbris­ta. Así define Capusotto a la película dirigida por Nicanor Loreti.

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