Consagrado
A dos décadas de su debut en la Próspero Molina, Abel Pintos se prepara para un concierto con fuerte carga emotiva.
Abel Pintos está a punto de encarar uno de los conciertos más importantes de su vida, fundamentalmente desde el plano simbólico: con su nueva participación en el Festival de Folklore de Cosquín, que tendrá lugar mañana, se habrán cumplido 20 años desde su debut en ese mismo escenario, la plaza Próspero Molina, en aquel lejano verano de 1998.
Pintos llega en el pico más alto de su popularidad, con una convocatoria en franco aumento –es uno de los pocos artistas locales que hoy pueden llenar un estadio– y una carrera sólida que le hizo ganar respeto entre sus colegas.
En definitiva, el músico está en un momento extraordinario, como lo demostró días atrás en su show en Jesús María. Suficiente con atender a algunas de las reflexiones que provocó su concierto para caer en la cuenta de que hace ya un buen tiempo que es un artista mayúsculo.
“Elvis o The Beatles narraban que el griterío agudo les impedía, en algunos momentos, escuchar sus propios instrumentos. Abel podrá decir alguna vez que tuvo un privilegio parecido: escuchar a una multitud gritar hasta elevar los decibeles a límites peligrosos para el oído. Una cosa es narrarlo y otra haber estado ahí”, escribió Claudio Minoldo en su crónica para VOS sobre la participación de Abel Pintos en el festival de Doma y Folklore.
Se espera que para su concierto de mañana, Pintos despliegue todo su talento e histrionismo, aun cuando se considere un “eterno aprendiz”, como se definió en la última entrevista que tuvo con este suplemento. “Tengo ambiciones artísticas, pero son muchos más los sentimientos de falta de aprendizaje que tengo, de adolescencia, de alguna manera, aunque no soy adolescente. Siento que tengo muchas cosas para aprender, mucho por conquistar en lo que a aprendizaje se refiere. Eso es mucho más que las ambiciones artísticas”, reconoció.