VOS

Una pantalla con algunos problemas.

- Punto de vista

Alos argentinos nos cabe la tira. A esta altura de los tiempos, incluso con una televisión tradiciona­l en decadencia, debemos admitir que el formato es por excelencia un clásico de nuestra pantalla chica. Nos acompaña durante la cena, nos entretiene, nos regala algunos personajes memorables, es flexible y, lo más importante de todo, no nos obliga a prestarle mucha atención. Nos cabe.

No es caprichoso que el formato se haya instalado en la tevé local en reemplazo de la novela tradiciona­l, y ocupe el horario central desde hace décadas. La tira supo en su momento agregar al clásico romance el elemento costumbris­ta que resultaba más empático con la audiencia local. Y en cualquiera de sus géneros, es de hecho el formato más rentable, ya que a diferencia del unitario que se piensa con principio y final, esta se amortiza con el tiempo. Pero además, vende. Y mucho.

En el caso más reciente, El Doce estrenó hace pocos días la nueva producción de Pol-ka titulada Simona, con la joven Ángela Torres como protagonis­ta y un elenco mayoritari­amente encabezado por una serie de actores veinteañer­os.

Teniendo en cuenta las investigac­iones que afirman que los menores de 25 ya no miran tevé abierta, la apuesta de elenco de Adrián Suar sonaba interesant­e y se puede entender tras los éxitos de otros ensayos similares como Esperanza mía o Violetta (un curioso suceso en su emisión por Disney Channel, en los miles de discos vendidos y en los multitudin­arios shows en vivo... pero no así en televisión abierta). Jóvenes, la música como estrella, el cumplimien­to de los sueños, el

coming of age son temáticas abordadas por prácticame­nte todos estos productos de género, siempre con el galanteo como norte.

Pero que la edad de los protagonis­tas no nos tape el bosque. Las tiras siguen proponiend­o temáticas vetustas que ya se emitían en la década de 1980 en las novelas de Andrea del Boca o Grecia Colmenares. Simona, por ejemplo, es una empleada doméstica que se va a enamorar del hijo de su “patrón” acaudalado. Sí, una empleada doméstica con uniforme que le dice “patrón” al dueño de casa. En el año 2018. Pero no es ese el único desacierto. A la diferencia social o de clases, se le suman otros lugares comunes como el retrato del empleado que llega del “interior” a la Capital (un cordobés en este caso), una madre que abandonó a la protagonis­ta (sin querer) y ahora la busca, un galán mayor (en la piel del señalado por acoso Juan Darthés) que tiene una esposa estereotip­adamente “loca”, y otras cosillas. ¿Es tan anómalo pedirle a los libretista­s que piensen temas más actuales y en profundida­d?

El problema no es tanto el atraso de algunas temáticas, sino también el abordaje que se hace de ellas. Y aquí, como nos cabe la tira, también nos cabe la pregunta de siempre: ¿La tele debe entretener o debe educar?

Mirar afuera

Para responderl­a ni siquiera vale la pena citar a la última serie que vimos en Netflix. Es relevante mirar a nuestros vecinos. En Brasil, que además del streaming todavía tiene a la telenovela como estrella en el horario de privilegio, hace rato que se habla de

merchandis­ing social dentro de la trama. Porque es ingenuo pensar que la televisión no nos interpela de alguna manera. Entonces, si ese programa nos vende cosas (piense en el disco de Lali Espósito que le regaló a su sobrina en Navidad), ¿por qué no puede “vender” ideas?

De ahí que muchos guiones brasileños incorporan escenas en las que abordan temáticas tratadas con especialis­tas: adicciones, despertar sexual, aborto, familias ensamblada­s, elección sexual, choque generacion­al, donación de órganos y, hasta incluso, el cuidado del medio ambiente, por nombrar algunas. No todo tiene que ser diferencia de clases. Y a esos programas no les falta la cuota de dramatismo ni de romance, ni los enredos y desenredos que hacen a la ficción, pero se le agrega – justamente– novedad y calidad a la historia.

La idea no es adoctrinar, por el contrario, se busca abrir el debate, generar curiosidad, hacerse cargo del lugar de responsabi­lidad que tenemos al estar creando contenidos en una plataforma que llega a millones de personas de manera gratuita. La novela puede ser pasatista y simple, pero también trasmitir valores. De ahí que ver un capítulo de

Simona puede resultar entretenid­o pero es al mismo tiempo decepciona­nte. No entrega nada nuevo. No genera nada más que abulia. Es acrónica a la realidad de los jóvenes de hoy, que con razón se alejan de esa pantalla. Es la prueba viviente de una televisión anticuada que teme

aggiornars­e, que teme invertir en su propia razón de ser, pero que no teme venderte solamente cosas. Hay que reflexiona­r acerca de si eso nos cabe también.

“SIMONA” Y MUCHAS FICCIONES ARGENTINAS PENSADAS PARA ADOLESCENT­ES SON ACRÓNICAS A LA REALIDAD DE LOS JÓVENES DE HOY, QUE CON RAZÓN SE ALEJAN DE ESA PANTALLA CADA VEZ MÁS. HAY UN NOTORIO ATRASO EN LAS TEMÁTICAS ELEGIDAS POR LAS SERIES DE TEVÉ ABIERTA, PERO TAMBIÉN EXISTEN FALLAS EN EL ABORDAJE.

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(PRENSA EL TRECE) Elenco completo. Con Ángela Torres (al centro), todo el equipo protagonis­ta de “Simona”.
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