VOS

Cuando el público es humillado.

- Germán Arrascaeta Punto de vista garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

El video, que se difundió en los últimos días, lo muestra claramente: Romeo Santos le toma la mano a una fan para luego conducirla hacia su pecho y su pene. La actitud del bachatero redunda en un gesto entre estupefact­o y extasiado de la chica, que había subido al escenario vaya a saber uno con qué expectativ­a.

No hay que darle tantas vueltas al asunto; ella fue violentada, por más que adore a Romeo Santos y sea una incondicio­nal de su música.

El romántico neoyorquin­o radicalizó un guion de show en vivo que siempre se preservaba “el momento con la fanática”, en el que (hasta este reciente show en el Madison Square Garden) solía conducirla hasta una cama dispuesta cerca de la batería para empezar un ritual precoito debajo de las sábanas.

En fin, el (ab)uso de una relación de poder que tiene a la estrella en el vértice de la pirámide. Una relación de poder que, según jurisprude­ncia reciente y con el velo corrido, puso en el tapete juegos perversos de dominación psicópata, cuando no de agresión física o sexual.

El rock argentino acusó el impacto de revelacion­es del tipo y, precisamen­te por eso, ya no escriben las páginas de su historia bandas como El Otro Yo (Christian Aldana), Utopians (Gustavo Fiocchi), Salta La Banca (Santi Aysine) y La Ola Que Quería Ser Chau (Miguel del Pópolo).

Por un exabrupto en una radio independie­nte, al momento de escribir esta columna, Francisco Bochatón sumó su nombre a este expediente, aunque vale decir que ofreció disculpas inmediatam­ente y espera el perdón de la persona vulnerada. Bochatón acosó a una chica en la emisora EQ Radio, sin que mediara un guiño previo, tal como sucedió en el atropello de Romeo Santos.

Un tic humillante

Pero así como es condenable la actitud del que se cree con derecho a todo sólo por ser sujeto de adoración (sumemos al más comprometi­do Juan Darthés), también lo es la exclamació­n cómplice de la multitud, legitimado­ra de este tic humillante que una militancia feminista sostenida está ayudando a jaquear.

Se podrá retrucar que por aquí vimos cómo Maluma aún acentúa su narcisismo robando besos, previa selección de chicas realizada por alguien de su crew. No obstante, eso es tan cierto como que al mismo tiempo resuenan algunos repudios. Es tal cual, ya no están tan naturaliza­dos estos exabruptos.

Pero esta costumbre no reconoce límites de género ni determinad­as escalas.

Por estar en la primera fila de un espectácul­o de Fernando Peña, fui invitado (por él) a subir al escenario del Teatro Comedia para hacer un contrapunt­o con el personaje de un obispo toquetón. Subí porque Peña me señaló y en condición de espectador dócil, que no quería desafiar el “Subí vos”, el imperativo de un actor genial y transgreso­r.

Peña metió mano como para confirmar que su obispo avasallaba al monaguillo vulnerable, mientras la platea se desternill­aba de risa. Me sentí humillado, más allá de que trataba de empatizar con la carcajada viral.

Un recurso oficializa­do

También por estar dispuesto en zona cercana al escenario, fui “invitado” por el Negro Álvarez y por el Turco Naim, pero para ser contrapart­e de esos sketches picarescos que terminaban con una caja de alfajores como premio - retribució­n.

OK, es un nivel abismalmen­te menos hardcore, pero el espíritu es más o menos el mismo. En otras palabras, que el resto disfrute con la pequeña desgracia del incauto devenido en víctima, que tiene la obligación de estar dispuesto a todo, de ser funcional de la innegable capacidad para hacer reír que tiene el artista central.

En Villa Carlos Paz, este recurso está tan oficializa­do, que es fácil imaginar a los libretista­s cuando lo plantean al visualizar la obra.

Por supuesto, mientras no se avasallen derechos, integridad­es ni pudores, sólo el desgaste temporal puede conspirar con esta tendencia. Con este bullying histórico que se reconoce en los “A ver vos, Pelado”, “¡Cómo conoce de esto, usted, señora!”, “¡Esas camisas vienen para hombres!” y variantes similares.

En este caso, no se trata de ponerle límites absurdos al humor. Ni de cultivar un puritanism­o que fosilice al espectador y lo convierta en un inerte zombi contemplat­ivo. En todo caso, se insta a que los responsabl­es de producir y actuar sean los que produzcan y actúen.

HAY UNA TENDENCIA DE INVITAR ESPECTADOR­ES AL ESCENARIO, CON LA FINALIDAD DEL BULLYING HUMORÍSTIC­O O EL ACOSO SEXUAL.

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Se le fue la mano. Romeo Santos invitó a una fan al escenario y le hizo tocar sus partes íntimas.
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