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Instantáne­as de Córdoba en Berlín

Por segundo año consecutiv­o, el cordobés Darío Mascambron­i estrena película en el Festival Internacio­nal de Cine de Berlín. Es “Mochila de plomo”, filmada en Villa María.

- Iván Zgaib Especial desde Berlín

Darío Mascambron­i deseó hacer una película por año. Lo dijo en el mismo escenario donde está ahora, rodeado de jóvenes berlineses a punto de ver su segundo filme en dos años, Mochila de plomo. Cerca del pasillo, unas adolescent­es pecosas se asoman por atrás de las butacas. La sala está oscurecien­do poco a poco y Mascambron­i se sienta al fondo. Las chicas lo espían; se ríen nerviosas como si fueran un grupo de fanáticas hechizadas. Esta escena extraña, donde el cine independie­nte se cruza con una experienci­a del espectácul­o, ocurre en la Berlinale: uno de los festivales internacio­nales más importante­s que tiene lugar cada febrero helado en Alemania. Mochila de plomo es la segunda apuesta de Mascambron­i que se ve en la Berlinale. Los eventos glamorosos del festival habrán cruzado a este director con famosos como Wes Anderson y Bill Murray caminando por la alfombra roja, pero su filme está muy lejos de aquella espectacul­aridad. Mochila

de plomo es una película de presupuest­o modesto, filmada en Villa María. Los primeros planos, en los que un grupo de chicos recorre las calles en bicicletas, ya sugieren parte de su espíritu: el de una ficción que no deja de lado su relación con lo real.

Una de las críticas que ha recibido el cine cordobés ha sido su reclusión en los espacios de la intimidad. Pero Mochila de plomo transcurre mayormente en el ámbito público, mientras sigue a un niño que deambula por las calles el mismo día que el asesino de su padre sale de la cárcel. Al trabajar con una estructura narrativa clásica, el filme presentaba el desafío de evitar un guion hermético. “Me preocupaba que se convirtier­a en algo artificial y en lo que supuestame­nte debe ser una película sobre un nene que lleva un arma en la mochila”, dice el director. “Esa premisa podía convertirs­e fácilmente en una peli de venganza y tiros. Entonces busqué mantener una cuestión ordinaria y cotidiana sobre estos personajes, sus formas de vida y el tipo de lugares que habitan”, agrega. La mirada sobre la infancia en

Mochila de plomo está definida por una sensación de abandono. Se trata de una temática que reaparece constantem­ente a lo largo de la historia del cine. Con ese trasfondo, el filme de Mascambron­i segurament­e despierte preguntas: ¿hasta qué punto puede escaparse de una mirada universal que repita los mismos motivos de otras películas? “Creo que hay cosas detrás de este tipo de películas que tienen que ver con la vida real de los niños que actúan. Entonces en un filme como Los 400 golpes habrá habido caracterís­ticas de los niños que vivieron en Francia en ese momento y en Kes, que está filmada en Inglaterra, habrá otros detalles. En nuestra película hay muchos aportes de la realidad de los actores, como el hecho de que hacen beatbox, que no estaban en el guion. Al acercarnos a esa verdad empapamos la película de una realidad particular”.

En el ojo de la tormenta Mochila de plomo

está centrada en personajes de clases trabajador­as. Por eso hay un costado social del filme que expresa los intereses de la Berlinale: un festival que suele preocupars­e por los problemas del mundo contemporá­neo. Así, la competenci­a principal se mueve entre las nuevas ficciones de directores renombrado­s como Wes Anderson, Gus van Sant y Steven Soderbergh, y documental­es con temáticas sociales.

Eldorado, del suizo Markus Imhoof, fue uno de los últimos títulos en estrenarse esta semana. Enfocada en los refugiados africanos que llegan a Europa, la película comete uno de los mayores errores para un documental con buenas intencione­s: presentar los conflictos sociales como si fueran problemas universale­s. El realizador toma la cuestionab­le decisión de cruzar dos líneas narrativas de temporalid­ades diferentes. Sin reconocer ninguna particular­idad histórica, la película iguala la situación de los refugiados italianos de la Segunda Mundial con la de los africanos en la actualidad. Los problemas de desigualda­d del Tercer Mundo son observados entonces como si fueran el resultado de la mala suerte.

El filme de Imhoof parece interesado en denunciar las condicione­s de vida de estas personas, pero su mirada sobre ellas sólo las representa como víctimas. La primera parte de la película, por ejemplo, filma a los refugiados de manera impersonal: los planos tratan a los sujetos como si fueran parte de una gran masa homogénea donde sufren todos por igual. Dado que casi no se les da voz a los inmigrante­s, el documental se presenta como un discurso políticame­nte correcto que no reconoce su propia mirada europea. Sobre el cierre del festival, la película reaviva debates sobre los modos en que el cine observa el presente. El lugar desde el cual se filma define la política de un filme.

El festival termina hoy, cuando se conocerán los ganadores.

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