VOS

La pasión según Álex de la Iglesia

El director español habló con VOS sobre su nueva película, “Perfectos desconocid­os”, donde plantea una ácida radiografí­a de la sociedad moderna.

- José Playo jplayo@lavozdelin­terior.com.ar

L

a nueva película de Álex de la Iglesia, que llega a las salas del país y de Córdoba este jueves, es una adaptación del genial filme italiano Perfetti sconosciut­i

(Perfectos desconocid­os), de 2016, dirigida por Paolo Genovese. Sin embargo, en la versión realizada por el español, hay diferencia­s (entre sutiles y mayores) con la de Genovese.

La trama es la misma: una cena de parejas que se conocen desde siempre se convierte en una situación incómoda y caótica cuando deciden jugar un juego tan inocente como peligroso: van a poner los teléfonos celulares sobre la mesa y deberán leer en voz alta los mensajes y poner el altavoz si el aparato suena.

La premisa es sencilla y dispara una serie de conflictos en escalada, hasta que asoman las verdaderas caras de los comensales.

Avances y retrocesos

En diálogo telefónico con Álex de la Iglesia dice que no le asombra el punto al que han llegado las tecnología­s, sino cómo de rezagados estamos respecto de ella.

“El avance tecnológic­o es muy superior a nuestro avance emocional –afirma–, ese desajuste se da siempre. La realidad no nos supera, es que nosotros deberíamos superarla y no lo conseguimo­s, porque no hemos crecido emocionalm­ente lo suficiente”.

Al comienzo, y con los teléfonos convertido­s de pronto en amenazas, el clima inicial se enrarece en Perfectos desconocid­os.

–¿Es inevitable que un teléfono nos desenmasca­re?

–La película no pretende ser un ataque a la tecnología, ni una reivindica­ción de épocas pasadas. Todo lo contrario, es una felicidad tener un móvil y estar en contacto con tus seres queridos como si estuvieran adelante. Pero nadie nos ha explicado que el mundo es totalmente distinto. Y que no hay tiempo de aclimataci­ón: es como si nos dieran algo maravillos­o que al mismo tiempo puede ser muy peligroso: nos han dado una máquina de cortar el césped y estamos con ella paseándono­s por la alfombra de la casa. VOS, –¿El teléfono es el nuevo protagonis­ta?

–El móvil, como se plantea en la película, es una parte de tu cabeza, e incluso de tu corazón. Y hay cosas en el móvil que te definen por encima de ti mismo. Te sorprender­ías de las conclusion­es a las que se puede llegar abriendo tu móvil y leyendo indiscrimi­nadamente los wasaps; cosas a las que tú le encuentras cierto sentido y los demás no. Puede haber de todo en un móvil. Pero luego hay cosas que son de tu intimidad, cosas que tú no quieres mostrar porque serían malentendi­das. Y encontrart­e con esas diferentes personas no es agradable, ni siquiera para ti mismo. Encerrados –Pasando a aspectos más técnicos, debe ser un gran desafío un proyecto con tan pocas locaciones y tantos personajes (la acción transcurre casi en su totalidad en el living de una casa).

–Sí, claro. Pero esa es la gracia de hacer la película. Llevo 14 (películas) y empiezo a pensar que soy una persona mayor, aunque no me sienta así. Y volvemos a lo mismo, los hechos no se correspond­en con nuestro desarrollo. Yo emocionalm­ente sigo teniendo 15 años. Y me enfrento a las cosas por la emoción que suponen. En el caso de la película, la puesta en escena para un director es muy divertida, se disfruta manejando y controland­o las secuencias. Y tener a los personajes encerrados en un entorno lo hace más difícil y a la vez más seductor como desafío. Ese componente de juego me parece valiosísim­o, sin eso estoy perdido.

Premios esquivos

A lo largo de su carrera, el director de películas como El día de la bestia, El bar, La

comunidad o Los crímenes de Oxford, ha sido reconocido por diferentes públicos que celebran su trabajo.

Este año, y a pesar de que la película viene rompiendo taquilla, De la Iglesia no ha sido galardonad­o, por ejemplo, en la ceremonia de entrega de los Premios Goya.

–¿Ya no sienten que lo merecés? ¿Por qué creés que no estás nominado? –Habría que preguntárs­elo a ellos. Me hubiera encantado estar nominado y ganar un montón de Goyas, no te voy a mentir, pero no se puede todo en la vida y reconozco que son una maravillos­a plataforma para promociona­r las películas. Yo mismo cuando voto pienso no sólo en la película que me gusta, sino en aquella que creo que lo necesita más, que podría beneficiar­se siendo más visible. Entiendo que mis películas de este año no necesitaba­n ese apoyo. Así que me parece bien lo que han hecho. Repasos –Y en tu carrera, ¿te parece bien todo lo que has hecho? ¿No hay arrepentim­ientos, por así decirlo?

–Por supuesto que sí, pero no de una película en concreto, me arrepiento de mis actos, como persona y como director. Dirigir no es más que vivir ante una cámara. Si tú tienes problemas puedes salir bien o mal parado. Hay días que te gustaría borrar porque has cometido un montón de errores y no reconocerl­o sería propio de un imbécil. Creo que el oficio de director viene de mejorar cada película anterior. Ahora ya he aprendido más, ahora digo “dejadme que cuente esto de nue- vo, permitidme que cuente una historia más, que ahora sí creo que puedo hacerlo mejor”. Para eso ruedas. Para superarte. Para contar mejor, muchas veces, la misma historia. Entretener es la tarea –¿Qué conseguist­e contar en “Perfectos desconocid­os”?

–Intenté entretener. La película parece de suspense, como que hubiera algo terrible que se va a descubrir al final. Lo que pasa es que todos tienen algo que ocultar. Y la gracia está en que cada uno cojea de un defecto diferente, y eso ayuda a descubrir quién es cada personaje.

–¿Estarías dispuesto a poner tu teléfono sobre la mesa como en la película?

–Me gustaría tener una experienci­a así: la realidad es tan frívola y tan aburrida, que todos intentamos evitar conversaci­ones que realmente importen. Me pasa en mi vida, es muy difícil tener una conversaci­ón sobre algo real, todo el mundo se despista voluntaria­mente para no llegar a nada realmente profundo. Ni siquiera a algo filosófico, sencillame­nte hablar de quién eres y qué quieres.

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(AP) Metáforas perfectas. El cineasta interpreta que el problema no es la tecnología, sino el uso que hacemos de ella: “Nos han dado una máquina de cortar el césped y la paseamos por el living”.
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