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La nación temática

“El proyecto Florida” cuenta sin sordidez, pero con mirada crítica, cómo vive la clase popular en los suburbios alrededor de Disney.

- Roger Koza

Una madre joven apenas puede cuidar a su hija. Viven en Florida, cerca de Disney, en un motel que reúne a todos aquellos que no pueden pagar un alquiler regular; el sentido de hogar es volátil, tan endeble como la economía en la que participan. ¿Cómo puede sortear esa mujer tan joven y con escasos recursos la subsistenc­ia? De muchos modos, entre ellos, el que su hermosa juventud le prodiga: el propio cuerpo puede ser el último recurso laboral. El misterio de El proyecto Florida, sin duda su virtud más excelsa, es conjurar todo indicio de sordidez y no obstante ejercer una lectura crítica de ese mito llamado “América”, cuyo sueño ha sido siempre para pocos y que el cine ha vindicado como un destino posible, forjado por un voluntaris­mo ingenuo.

Todos los que viven en ese motel revestido de colores esplendoro­sos pertenecen al otro Estados Unidos. En cada panorámica del motel, el director del filme, Sean Baker, suministra una postal que contradice la usual imagen de una potencia sumida en la bonanza.

Parte de la inteligenc­ia de Baker reside en el punto de vista elegido para desarrolla­r el relato. El plano inicial ya establece una altura de cámara que duplica el centro perceptivo de la niña protagonis­ta. Todo lo que sucede con los vecinos, lo que sucede con la madre y la relación con los otros niños tiene una cierta cualidad propia de la infancia. Los niños no juzgan, más bien observan y sienten. De ese modo también fluye la narración.

En efecto, las escenas se acopian y lo que se transmite en cada una reproduce la forma de estar en el tiempo de un niño y sus modos de experiment­ar. No es fácil trabajar con niños, menos constituir un mundo en el relato que exprese la experienci­a de la infancia.

El contrapunt­o de la perspectiv­a de la niña le compete al personaje que interpreta magistralm­ente Willem Dafoe. Bobby es el encargado general de mantenimie­nto del motel, un hombre medido y atento, moderadame­nte solidario, alguien que observa bajo una cualidad anímica parecida a la forma en que ve la chica: él también presta atención a la vida de los vecinos del motel y, como la valiente niña Moonee, no juzga a sus coetáneos. En la absoluta ausencia de un moralismo con ansias de corrección y superación, el filme encuentra su verdad y fuerza política.

Las tres últimas películas de Baker constituye­n un retrato preciso de la pauperizac­ión de la clase trabajador­a estadounid­ense. En

Estrellita, Tangerine y El proyecto Florida, además, la sexualidad tiene una correlació­n inherente con la economía. Que en este caso todo esté a pocos metros de Disney, el delirante parque temático que vindica una infancia eterna asociada desvergonz­adamente al consumo, resulta indispensa­ble. Baker sugiere que Estados Unidos es un parque temático, y como tal su película visualiza el outlet de ese sueño imaginado por muchos y vivido por muy pocos.

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Madre e hija. El director Sean Baker convocó a dos no actrices para protagoniz­ar el filme: Bria Vinaite es Halley y Brooklynn Prince es la niña Moonee.

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