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La noche de las bestias

En “Detroit: Zona de riesgo”, la directora Kathryn Bigelow elabora un descarnado alegato contra la violencia policial.

- Jesús Rubio

Si hay algo que caracteriz­a al cine norteameri­cano, y que lo hace enorme e importante, es su incuestion­able capacidad para ir al lado de la Historia de su país, como si cada película tuviera la obligación de complement­ar su historia con la Historia. O como si cada nueva producción intentase ser también una especie de revisión del pasado y un alegato de los problemas del presente, ya sea de manera explícita o implícita, consciente o inconscien­te.

La directora Kathryn Bigelow pasó de las películas de género modernas y ligerament­e cools de las décadas de 1980 y 1990 a preocu-

parse por la Historia de Estados Unidos de manera más directa, bordeando el registro documental. De los vampiros de Cuando cae la oscuridad y los ladrones de bancos de Punto límite, pasó a la guerra en Irak con Vivir al límite y la caza de Bin Laden con La noche más oscura.

Pero si bien sus películas se desplazaro­n de la forma convencion­al del mainstream hacia una puesta en escena más nerviosa, con una atmósfera más tensa y una cámara hiperquiné­tica que abusa de los

zooms, Bigelow nunca dejó de lado la tradición del cine americano, sus preocupaci­ones, sus convencion­es, sus reglas, sus tics.

En Detroit: Zona de riesgo se puede ver la fusión del pasado y del presente de su filmografí­a, que viene perfeccion­ando desde que empezó a trabajar con el guionista Mark Boal (lo primero que hicieron juntos fue Vivir al límite, 2008). Allí están su ya caracterís­tica cámara en mano y el exagerado zoom, este caso para reconstrui­r los disturbios ocurridos entre las noches del 23 y el 25 de julio de 1967, en la ciudad que da título al filme, cuando el enfrentami­ento racial del país del norte llegó a uno de sus puntos de máxima ebullición y dramatismo.

La película dedica unos minutos a repasar los dos primeros días de los salvajes enfrentami­entos entre la policía, mayoritari­amente blan- ca, y los habitantes afroameric­anos. Luego de contextual­izar los hechos, el filme se centra en el tercer día, más precisamen­te en el allanamien­to del motel Algiers, cuando unos policías comandados por el temible agente Krauss (interpreta­do de manera brillante por Will Poulter) interrogan violentame­nte y luego ejecutan a civiles inocentes.

También hay personajes que hacen de contrapunt­o a la violencia, como el del guardia de seguridad encarnado por John Boyega, que en todo momento trata de tranquiliz­ar a las bestias uniformada­s.

Es incuestion­able la valentía de Bigelow. La directora despeja las dudas ideológica­s que sobrevolab­an sus dos películas anteriores y su postura es claramente crítica con esa policía blanca, violenta, racista y corrupta, que mataba por la espalda y reprimía bajo la protección de leyes que considerab­an delitos los reclamos de la comunidad afroameric­ana. Detroit: Zona de riesgo es un descarnado y contundent­e alegato contra la violencia policial.

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Temible. El actor Will Poulter interpreta a un violento policía.

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