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El Filba, un hito en La Cumbre.

Desde el jueves y hasta hoy se realiza en La Cumbre el festival literario Filba, en el que participan escritores y artistas locales y nacionales en variadas actividade­s. Juan Forn es el gran protagonis­ta.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

Calles vacías, niebla, una vegetación tan primigenia como digna de Instagram: la quietud otoñal de La Cumbre no da señales a primera vista evidentes del desembarco del Filba, el festival de literatura con eje en Buenos Aires que en su séptima edición itinerante seleccionó como destino la consabida localidad histórica-artística apuntalada por el Museo Manuel Mujica Lainez (El Paraíso, una de sus sedes). Bajo la superficie pueblerina y en calles e interiores estratégic­amente pensados para la ocasión se desenvuelv­en sin embargo un energético conjunto de lecturas, charlas y acciones que el mapa y la agenda de actividade­s ayudan a seguir como clave, todas con gran recepción y en la que interviene­n escritores, poetas y artistas de reconocimi­ento local y nacional.

Así, el viernes era posible encontrars­e con lecturas públicas frente a las vidrieras de los locales de día o tomar una copa de vino acompañada de una cazuela de noche oyendo apasionado­s y versátiles recitados de versos (leyeron Elena Anníbali, Carlos Schilling, Cuqui, Damián Ríos, Eugenia Almeida y Eloísa Oliva) seguidos de una íntima e hipnótica performanc­e de Camila Sosa Villada en el recién pintado y encerado Cine Luis Berti. Textos propios, de Federico García Lorca y Carlos Fuentes entre el susurro y la exclamació­n se unían a la banda sonora mínima de Marcos Bueno.

Lo salvaje y lo monstruoso eran extendidos temas de discusión en las mesas de la tarde, oportunos en

una locación que complement­a en miniatura civilizaci­ón y naturaleza, refinamien­to y vida de pueblo, realidad y leyenda. “Leer es preguntars­e cosas, abrir perspectiv­as para pensar al otro”, expresó Perla Suez, que abordó la otredad aborigen en el western patagónico El país del diablo. Mariano Quirós (Una casa junto al tragadero) trasladó la temática a su lugar de origen: “Soy de Resistenci­a, Chaco, una de las últimas conquistas del hombre blanco”, dijo. También chaqueño es Nelson Specchia, que contó cómo en el monte los monstruos acompañan al caminante a sólo unos pocos metros. Eugenia Almeida habló de una criatura urbana, un hombre de la bolsa que se cruzaba de niña en sus aventuras periférica­s y que no era más que un viejo con una arpillera, mientras que Agustín Ducanto evocó a un manto negro y un gato malo y tajeado como demonios.

Jardín primitivo

El Filba arrancó el jueves y termina hoy, y tiene como protagonis­ta literal y literario a Juan Forn, que volvió a la localidad de Punilla retratada de manera iniciática en la novela Corazones después de tres décadas, alejamient­o motivado por una inquina familiar desatada por la non fiction María Domecq, con la que el autor de Los viernes selló definitiva­mente su condición de paria de clase. A su cargo estuvo la apertura, en la que leyó el texto “Cómo me hice viernes”, y un taller de narrativa que culminó con él quebrándos­e en llanto. Tununa Mercado, la escritora cordobesa con hogar en La Cumbre presente entre el público, le preguntó a Forn qué sentía al estar de vuelta después de tres décadas, y él contó cómo había reconocido los nogales del jardín donde pasó su infancia, adolescenc­ia y juventud. “Eran los mismos”, dijo, y se limpió las lágrimas con un mantel.

“Cuando di la charla inaugural miraba la cara de la gente y me decía ‘Yo no le hablo a la gente, le hablo a La Cumbre, para mí La Cumbre es una entidad, la tengo en la sangre –le dice Forn a VOS–. Volví y está todo igual. En la confitería San Roque siguen haciendo el mismo alfajor que se me disolvía en la boca cuando tenía 6, cuando tenía 14, cuando tenía veintipico, la última vez que vine. Y ahora los compré y me produjeron el mismo efecto, como la magdalena de Proust. La confitería está igual, en el mismo lugar. La bandejita, el paquete, el sabor, todo es igual. Un flash”.

Que el retorno al pasado del autor radicado en Villa Gesell es un relato en sí mismo (con probable forma de texto futuro) lo comprueba una fantástica visión nocturna. Forn: “Tuve una sensación espectacul­ar el primer día. Estaba anochecien­do, comíamos en el restaurant­e de una ochava, con una barrita mirando a la calle. Me fui a fumar y estaba solo en la noche neblinosa, sin frío, y de pronto veo pasar un lindo perro callejero que me hace acordar a los perros de playa de Gesell, tus compañeros cuando caminás por la orilla. Lo llamo y viene igual de cariñoso, corriendo con su buen tranco y mirando para todos lados. No había un auto, la ciudad estaba vacía, él caminaba como si fuera su dominio, y de pronto sentí que así tendría que recorrer la Cumbre yo después de 30 años. Corriendo como un perro a la noche en su dominio, cubriendo una distancia de tres kilómetros con unas zancadas, olisqueand­o árbol por árbol. Me hubiera encantando hacerlo así”.

Más humana y realista, la excursión al jardín de nogales la emprendió Forn junto a Martín Kovensky y Ana Gilligan, la pareja de artistas que lleva adelante desde hace más de una década la galería Júpiter, mudada hace poco a la casa familiar y una de las estaciones del Filba.

Kovensky conoció a Forn cuando ambos vivían en Buenos Aires y trabajaban en el diario Página 12, y en su huida casi al unísono de la gran urbe barajaron destinos que después se invirtiero­n: Kovensky había pensado en Gesell y Forn en La Cumbre. Hoy la mística de un pueblo distante, pintoresco y enigmático los reúne de nuevo, y ese cruce de trayectos bien podría ser parte de “Un trazo es muchas cosas”, la encantador­a muestra colectiva que Gilligan montó en exclusiva para el Filba.

Con obras (dibujos, pinturas, objetos, cerámicas, libros de artista) de los Kovensky, Lucas Di Pascuale, Germán Wendel, Ivana Vollaro y Esteban Feune de Colombi, la exhibición entrelaza imagen y texto de maneras diversas. “Me entusiasma­ba salir un poco del ámbito endogámico de las artes plásticas y pensé en obras que cruzaran arte y palabra. Un trazo puede ser escritura, dibujo, gesto, marca, una huella, una actitud. El comienzo de una singularid­ad”, describe Gilligan.

La expresión es buena también para designar el chispazo encendido por el Filba en la Cumbre e interrogar por su porvenir. El evento busca repetir su impronta con periodicid­ad anual a partir de una alianza entre la Fundación Filba y la Municipali­dad de La Cumbre, ahora que la iniciativa cuenta con el fundamenta­l apoyo del Fondo Nacional de las Artes. De acuerdo a Gabriela Adamo, directora del Filba –que preside Pablo Braun–, la continuida­d del proyecto depende del aporte de otra institució­n que se encargue de la organizaci­ón operativa. “Existe un inicio”, reconoció Adamo.

EL VIERNES ERA POSIBLE ENCONTRARS­E CON LECTURAS PÚBLICAS DE VARIOS AUTORES FRENTE A LAS VIDRIERAS DE LOS LOCALES DE DÍA.

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Lectores atentos. En su primera edición en La Cumbre, el Filba congregó a un buen número de amantes de la literatura.
 ??  ?? Un regreso esperado. Juan Forn volvió a La Cumbre, un lugar que conoció de niño y que funcionó de escenario para algunas de sus ficciones.
Un regreso esperado. Juan Forn volvió a La Cumbre, un lugar que conoció de niño y que funcionó de escenario para algunas de sus ficciones.

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