Una película elegante y conmovedora
“Un libro es como una casa: tiene cuatro paredes, un piso y un techo”. Y una tienda de libros es para Florence Green, la protagonista de La librería, el lugar donde quiere vivir, su hogar.
La última película de la directora catalana Isabel Coixet está filmada fuera de España, como es habitual. En este caso en Irlanda, en un pueblo imaginario donde la protagonista, Florence, sueña con abrir una librería. Y así lo hará.
El filme es una adaptación de la novela homónima de Penélope Fitzgerald y ha ganado los premios Goya a mejor guion y mejor dirección: tiene mucho sentido.
Elegante, precisa y conmovedora, La librería sigue la tradición de las películas más completas de la directora que conforman una extensa filmografía. Coixet tiene clarísimo cómo filmar la intimidad y ésta ya no depende de la desnudez ni de siquiera estar en un espacio interior. Presentan el mismo nivel de intimidad escenas de Florence leyendo en su cama, con el cabello suelto y enredada entre las mantas, que cuando contempla el mar como parte de un ritual que la constituye, define y es parte fundamental de su libertad.
Y este acto de alejarse se presenta como una especie de reconocimiento a los tiempo considerados muertos como son los de la escritura, la caminata y la contemplación. Allí quizás reside la debilidad y el valor de la directora: en exponer las emociones desde las sutilezas, pero con (innecesarios) subrayados de una banda sonora hermosa pero convencional.
Las actuaciones subrayan los artificiales códigos de una sociedad tan protocolar como la británica y son los personajes los que se imponen por sobre el paisaje.