En contra Tenía todo para hacerlo bien, pero no lo hizo
Hace dos semanas existe un público burlón, aficionado, festejante y odioso sobre la serie que lanzó Netflix sobre la vida de Luis Miguel. La estima sobre la ficción se mezcla con el amor/rechazo que ha despertado el cantante desde que brilló desde mediados de la década de 1980. Pero hay excepciones. Fanáticos y fanáticas que esperaron durante décadas que existiera un relato único sobre la vida del intérprete. El spot de la serie lo prometía. El guion estaba curado por el propio Luis Miguel y, esta vez, rompería el silencio. El 22 de abril a la medianoche argentina, se difundió el primer capítulo y las expectativas de un relato atractivo se destrozaron en sólo cinco minutos. La serie es aburrida, juega a ser inocente (y lo logra) y por momentos parece una remake de Clave de sol. Los esfuerzos del actor, Diego Boneta, son dignos pero no alcanzan con un guion obstinado en mostrar un adolescente “sano” dominado por su padre.
Las discusiones entre el hijo y el progenitor olvidaron el drama. Tampoco lo logran en las escenas
flashback que se utilizan para ilustrar la niñez. El potencial del pequeño Izan Llunas es triturado por una dirección más enfocada en construir el personaje del padre que del niño “domesticado”. ¿Desde cuándo canta? ¿Cómo descubrieron ese talento? ¿Qué peleas tenían sus padres por la carrera del adolescente? La serie no da respuestas. El relato audiovisual recurre a la elipsis para evitar meterse en lugares incómodos, justamente lo que esperábamos. La serie tenía todo para hacerlo bien: un personaje complejo, una historia familiar atravesada por el ego, el abandono y los mandatos, excesivo dinero de producción y una masa de espectadores dispuestos a comer pochoclo cada domingo. Quizás el error fue subestimar. Pensar que a los y las fans se les puede dar cualquier producto que verse sobre el ídolo. Y que, a los curiosos, les alcanza con ver cómo se toca el pelo el actor cada tres segundos.