Cómo le fue a “El ángel” en Cannes.
Se estrenó en el Festival de Cannes “El ángel”, la película de Luis Ortega que ofrece un retrato de Carlos Robledo Puch, uno de los asesinos seriales más célebres de Argentina.
La comitiva argentina era numerosa. Estaban las autoridades del Incaa, los productores del filme, entre estos los hermanos Almodóvar, los intérpretes y Luis Ortega, el director de El ángel. Sentados entre el público, Ricardo Darín y el cineasta Lisandro Alonso se desmarcaban del resto de los compatriotas.
Por su parte, Thierry Frémaux, el director artístico del festival, presentó y ofició de traductor cuando hizo falta. No llegó a traducir del todo una de las afirmaciones de Ortega, que sintetizaba su conmoción: “Nunca soñé tener estos productores; nunca soñé tener estos actores. Entonces me pregunto si hay que soñar tanto; a veces las cosas suceden”.
Sin duda, El ángel es una película de otra magnitud en la carrera de Ortega. La reconstrucción histórica solamente implica una forma de producción de la que su cine prescindía.
De Caja negra a El ángel han pasado muchos años y las diferencias no son sólo atribuibles al tiempo: el plantel de actores, la banda de sonido y el diseño de arte pertenecen a otro concepto de cine. Ortega empieza aquí su carrera de cineasta industrial.
Sin embargo, hay algo en esta encarnación ficcional de Carlos Eduardo Robledo Puch que remite a todos los personajes de las películas del cineasta: es un marginal, una anomalía del sistema, como lo eran también el personaje central de Caja negra, todas las criaturas de Dromómanos y la pareja protagónica de Lulú.
La desinhibición reúne a todos estos, y acaso esta versión de Puch resulte la más distintiva y radical. El joven asesino mata y roba porque su conciencia no enciende ninguna deliberación moral. Sin restricciones y límites, todo parece posible. Naturaleza amoral
Ortega ha imaginado a su fascinante ángel exterminador como una entidad amablemente perversa que desconoce la delimitación del bien y el mal.
La naturaleza amoral del personaje es uno de los pocos casos de incorrección política que no depende de la corrección intelectual que insta al desprecio de cualquier gesto humanista en defensa de la incorrección.
Si hay algo perturbador en el filme, estriba en la indeterminación del origen de su conducta. Ayuda muchísimo el trabajo de Lorenzo Ferrero; es notable (no menos que el de Daniel Fanego y el Chino Darín).
Como es sabido, El ángel cuenta un fragmento en la vida de este joven adolescente que asesinó a 11 personas y robó en 17 ocasiones (además de ser cómplice de una violación, y de una tentativa de violación, un abuso deshonesto, dos raptos y dos hurtos) antes de cumplir 20 años.
Ortega pone atención en la configuración familiar y en la amistad que establece con un compañero de escuela y la disfuncional fami- lia de éste. El resto son robos y asesinatos no premeditados. El año en curso es 1971, y no es un año entre otros. El clima ominoso se siente en la película en más de una ocasión, y no justamente por las fechorías de Puch y sus compinches. Los soldados y los policías están presentes en las calles. La planificación de la muerte no ha comenzado, pero ya es época de caza de terroristas.
El ángel es la película más temeraria que ha dado el cine de autor industrial. Hay que reconocerle a Ortega su intransigencia y la fidelidad a sus obsesiones. Puch puede ser un tenebroso personaje de la historia argentina, y es posible que el filme sea demasiado condescendiente con el hombre concreto que sigue en la cárcel.
La inesperada empatía que ocasiona el joven asesino es la clave de toda la película. Reírse en una trama así es sorprendente.
Es que El ángel es una rareza absoluta, una película sin concesiones en un esquema de producción que desecha las excepciones. Sin embargo, he aquí una.