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Nuevos desafíos para el humor.

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

P asa todo el tiempo. Transitamo­s por la ciudad en medio de chispazos de humor que mitigan los otros, los que responden a las cosas que enojan y preocupan. Córdoba siempre fue así. Cuando el inolvidabl­e Carlos Ortiz, querido Zazá, llenaba la peatonal de ocurrencia­s en su registro semanal, la página inmortaliz­aba todos los ‘vuá’ del momento. El festival Pensar con Humor es una excelente excusa para hablar de nosotros mismos, de la comunidad que lleva el humor a la rastra por la ciudad. Tan rico y diverso es ese músculo de identidad colectiva que el festival surca sus huellas por la provincia, donde más allá del color político de cada lugar del territorio, las comunidade­s viven el humor a su manera.

Uno de los hallazgos de la Córdoba teatral festivaler­a es la persistenc­ia en los corredores por la provincia, que pueden ser ampliados cada año. Camino al Congreso de marzo de 2019, cobra aun más importanci­a ese caldo donde se cocinan el castellano y sus licencias cordobesas.

A la hora de pensar, aparecen los humoristas asociados a las formas de lenguaje que conducen a modos y creencias.

La experienci­a de Humoristas Amuchados, iniciada por “El Coto” este año, ofrece varios argumentos en cuanto a la organizaci­ón para una salida laboral, a los contenidos, a la identidad del cordobés y su relación con lo popular y la tradición.

Cuenta “El Coto” que todo comenzó con un asado de convocator­ia amplia. “Vi que había algo para germinar”, dice el humorista que defiende el oficio. Muchos de sus pares todavía ven en el humor, un juego, una changa en lugares periférico­s que cada vez cuesta más encontrar. “Unos la levantan en pala y otros se quedan en su casa esperando que salga el show. Es vertiginos­o el cambio. Hablamos entre nosotros y vemos que no vamos a poder contar nada. La idea es corregir los defectos y analizar esa sensibilid­ad”, señala con respecto al encuentro de febrero, poco después de las críticas que generaron algunos chistes de El Negro Álvarez durante la temporada.

En esta época de redes sociales y participac­ión inmediata, la idea de que no se va a poder contar nada lleva a otras considerac­iones menos lúdicas. El festival puede ser el espacio en el que se cristalice­n los cambios que por ahora no se manifiesta­n.

Que no sea nada grave

Cada hecho cultural inclusivo desafía las estructura­s de la administra­ción que lo lleva adelante, al mismo tiempo que plantea una vez más de qué nos reímos, cuál es la estrategia para mantener un festival de neto corte popular y dónde debieran empezar los cambios en cuanto a las temáticas.

Los Amuchados inician un camino que habrá que observar con atención porque ese colectivo de humoristas es heterogéne­o. Ya hicieron un largometra­je titulado Risas, asado y ferné, un proyecto de inserción en los medios audiovisua­les con banda sonora de Los Caligaris, y los jueves se dan cita en la Pizzería Don Luis con el esquema de rotaciones.

Mientras eso ocurre, Los galenos se consolidan, con pachorra, como una expresión de humor político, así como Monteagudo y De Battisti mantienen su sello entre el teatro festivo y el stand up, solo dos ejemplos. Los híbridos como Doña Jovita y Carlos Presman dan buenos resultados, y los humoristas consagrado­s se animan o no a evoluciona­r dentro del registro que les costó conseguir a lo largo de los años.

A la espera de una ola más intensa, las humoristas dan batalla y resisten con fórmulas propias. Artistas reconocida­s como Las Pérez Correa insisten en mirar la realidad con ojos de mujer, sin achicarse en materia de lenguaje y picardías. No son las únicas, pero sirven de ejemplo al registrar un movimiento que acompaña la marea mayor, en la sociedad que no sabe todavía cómo incorporar a las mujeres en este campo específico.

La sensación de “El Coto” (y de muchos) de que el cambio es vertiginos­o y no se podrá hablar de nada expresa un estado particular del humor local. Si en la calle es un acto espontáneo, en el escenario exige otras habilidade­s. La comunicaci­ón con la audiencia es un talento de los humoristas, un patrimonio personal que en escena tiene tantas libertades o limitacion­es como se las impone el humorista. Lo espontáneo se transforma en espectácul­o.

Programar un festival de humor es una empresa riesgosa y quijotesca: instalar el buen humor contra todos los malos humores. Humoristas para muchos públicos, tantos como modos de hablar y escuchar el mismo idioma existen.

Lo popular, escudo y excusa de tantos momentos olvidables, es también un dilema. La repetición y el arraigo están en el entramado del chiste, el personaje, la situación humorístic­a. La pregunta sobre el humor cruza el camino del lenguaje, revisa las palabras que muchas veces la costumbre no puede salvar porque hieren y denigran. ¿Entonces, mientras esperamos el próximo Festival Pensar con humor, de qué nos reímos, bro, vieja, hermana?

¿EN QUÉ PENSAMOS CUANDO PENSAMOS EN EL HUMOR? A PROPÓSITO DEL FESTIVAL QUE FINALIZA HOY EN CÓRDOBA.

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(PRENSA FESTIVAL PENSAR CON HUMOR) Ganador. Fabio Sosa ganó el concurso “Humor al paso”, en el Centro de Córdoba.
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