Familia no hay una sola
Como la vida, la TV fue cambiando. Un repaso por los diversos modelos de familia que desde hace 40 años nos muestran las ficciones.
L a familia, unidad básica y primordial de la sociedad, ese grupo de personas que viven juntas por filiación o por provecho o por amor. Un espacio en donde nacemos y crecemos, donde comenzamos a entender el mundo que nos rodea y a vincularnos con los demás. En fin, esa forma que hemos creado para continuar con la especie y que nos construye como individuos sociales. Así como la familia es fundamental para la humanidad, también lo ha sido y lo sigue siendo para la televisión, que la ha abordado y retratado desde tiempos inmemoriales.
De hecho, este año se cumplen 40 años del estreno de una serie de comedia que se hizo muy famosa entre los televidentes y que se extendió por varias temporadas. Se trata de Blanco y negro (1978), un show que presentaba a un viudo millonario con tres hijos, dos de ellos hermanos afroamericanos huérfanos a quienes había adoptado después de la muerte de su empleada doméstica.
Sencillo es para quienes crecieron viendo televisión en la década de 1980 recordar la frase “¿De qué estás hablando Willis?” que popuextranjeras larizó el pequeño actor Gary Coleman y que, a pesar del tono humorístico del guion, ponía de relieve los cuestionamientos de un niño frente a una realidad que no le era siempre favorable.
Si bien se trataba de una familia monoparental bastante clásica ya que estaba formada por un padre solo (el clan se completaba con Kimberly, la hija biológica del viudo y, a falta de madre, siempre había una niñera/ama de llaves a mano), la serie fue bastante provocadora para su época. Así sin más, ponía a blancos y negros a vivir bajo el mismo techo (en la zona coqueta de Nueva York), y dejaba un mensaje positivo en torno a la adopción, que si bien no era planeada, apuntaba a niños mayores de 8 años.
Tiempo después
sobre familias y sobre padres muy presentes, y en especial las que se pudieron ver en nuestro país, no puede dejar de mencionarse a La familia Ingalls (1974).
El programa, basado en la vida real de Laura, marcó a una generación que pudo ver desde la comodidad del sillón cómo había sido la sacrificada vida de los colonizadores que conquistaron los territorios inhóspitos del gran país del norte. No hubo nunca después de ellos un padre más abnegado que Charles, ni madre más comprensiva que Caroline, ni causa más justa que inmolarse por la familia que lo planteado en esa serie.
La familia en la pantalla se fue luego actualizando con los tiempos, siempre buscando a su público e introduciendo, con mayor o menor grado de compromiso, distintas características que las sacaran de la norma.
En Full House (1987), por ejemplo, un padre y sus dos amigos se hacían cargo de la crianza de tres chicas en edad escolar después de la muerte de la madre. En la nueva versión, Fuller House (Netflix, 2016), es una viuda la que debe hacerse cargo de sus tres varones con la ayuda de otras dos amigas.
La maternidad solitaria también es abordada en tres etapas distintas en la sitcom Mom (2014), de Chuck Lorre, pero por razones que tienen que ver con embarazos adolescentes, no deseados o parejas separadas. La viudez también es el disparador que hace que Maxwell Sheffield contrate a la nana Fine para que lo asista con la crianza de sus tres hijos en esa sitcom que prácticamente vieron todos los argentinos llamada La niñera (1993). Ni hablar de la familia que, en vez de un perro, adopta
No fue sino hasta hace muy poco que un modelo similar volvió a implementarse en la tevé. En 2016 llegaron a la pantalla chica los Pearson de la serie This is us (en Argentina, se ve por Fox).
Se trata de otra familia, esta vez nuclear, con tres hijos, entre ellos uno adoptivo que también es afroamericano. Al revés de la anterior,
This is us fue concebida en clave melodramática y con mucho énfasis sobre cómo la figura del padre moldea la vida adulta de sus hijos. También vuelve a poner a la adopción en la mira, pero siempre desde un punto de vista más salvador.
No obstante, se ha convertido en una las favoritas de los estadounidenses por sus giros inesperados y su franqueza para presentar la cotidianidad de una familia.
Si hay que pensar en series
a un extraterrestre como compañía: sí, estamos hablando de Alf (1986).
Todas las anteriormente mencionadas, cada una con sus particularidades, eran familias blancas. Ha habido pocas familias afroamericanas en la pantalla. Tal vez la más famosa fue la familia de El show de Cosby (1984) y hubo que esperar bastante para conocer a los disfuncionales y musicales miembros del clan Lyon de Empire (2015), una versión moderna de Dinastía pero en el contexto de una compañía discográfica.
Las variantes modernas
En los últimos años los guionistas han sabido darle una vuelta más de tuerca a la familia tradicional, incorporando modelos más ensamblados y otros arquetipos de paternidad, como la familia homoparental que protagoniza Modern Family (gran ganadora de los Emmy todos los años), o el padre transgénero que se lució en Transparent (2014). La pantalla norteamericana también produjo su propia familia de clase baja en desgracia en Shameless (2011), cuya versión original británica fue mucho más cruda. Allí, seis hijos de un padre alcohólico irrecuperable hacen lo posible para mantenerse juntos sin naufragar en el intento.
Así y todo, la familia tipo americana tiene y ha tenido desde hace casi 30 años a uno de sus mejores ejemplos: Los Simpson .Eldibujo animado, que ya lleva 29 temporadas al aire, ha sabido exponer las miserias y glorias humanas, además de las contradicciones, de ese grupo social, pero sin jamás desmembrarlo en su estructura.
El tipo argentino
El caso de la familia argentina retratada en la TV no es muy diferente. De hecho, es hasta más significativo. El modelo local ha sido y sigue siendo parte de cualquiera de las ficciones que se pueden ver por la tevé por aire en las tiras costumbristas, comedias o telenovelas clásicas. Cómo olvidar a la familia de raíces italianas Los Benvenuto en 1991 (herederos de Los Campanelli) y que mostraba las costumbres heredadas de los inmigrantes, la pasta de los domingos, la familia numerosa.
De la misma época fue otra familia monoparental la que produjo los ratings más altos de la historia:
¡Grande, pa!, una institución en materia de televisión y de familia tipo. ¿Se acuerdan? Un viudo tenía que criar (con ayuda de una ama de llaves) a tres niñas que transcurren distintas etapas de la adolescencia. Cada capítulo, que se extendió por cuatro años en Telefe, hacía saltar la térmica televisiva. Ni un partido del Mundial con la Selección Argentina como protagonista pudo igualar esas mediciones, que llegaron a los 62 puntos.
Cada uno con su impronta, es muy difícil que los productos argentinos no giren de alguna manera en torno a algún tipo de familia, por lo general convencional, tradicional. La familia es, para el público local, un lugar común, una fuente de identificación, y para los creadores, una zona de confort con pocos paralelos. Sin ir muy lejos, la tira más exitosa de esta temporada, Cien días para enamorarse, se concentra en dos tipos de familia con progenitores que atraviesan la crisis de la mediana edad, y con hijos adolescentes en pleno proceso de construcción de su identidad.
Y es que cómo siempre sonaba en la mesa de los Benvenuto a la hora del brindis: lo primero es la familia. Para todo, incluso para la tevé.