VOS

El redondo cordobés

Semilla Bucciarell­i habla de su paso por el grupo más emblemátic­o del rock argentino y adelanta de qué va la Kermesse Redonda, una reunión sin el Indio ni Skay.

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

Semilla Bucciarell­i planta bandera como partícipe fundamenta­l del grupo que revolucion­ó el rock argentino. Y explica las motivacion­es detrás de la Kermesse Redonda, una reunión de la banda sin el Indio Solari ni Skay Beilinson. ¿Cómo construyó su perfil de artista plástico?

En su casa de un tranquilo barrio cordobés, Semilla Bucciarell­i tiene un taller alucinante, con un ventanal gigante y el espacio suficiente para abarrotar su incesante producción como artista plástico. Pero ese espacio también se deja afectar por su condición de músico en actividad, ya que por ahí se imponen amplificad­ores, bajos, guitarras.

En este contexto que sugiere un ideal de máxima libertad, y mientras el sol invernal invade el ambiente apenas pasado el mediodía, es imposible dejar de pensar lo bien que la hizo este villamarie­nse de casi 60. O dejar de valorar la integridad y la convicción con las que se sobrepuso a la separación de Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota, donde se desempeñó como bajista en la etapa que este proyecto multidisci­plinario se convirtió en grupo de rock formal.

Es ese lapso de tiempo que va desde la producción de Gulp! (1985) hasta la recreación formal de Momo Sampler (2000), ese disco sombrío que se presentó el 4 de agosto de 2001 en el Estadio Córdoba (hoy Mario Alberto Kempes), el último show de Los Redondos a la fecha.

Aquel fue un epílogo agrio, que mostró cómo algunas mezquindad­es rompieron un vínculo que se creía eterno y una posición contracult­ural que sólo había tambaleado por lo imprevisib­le que resultaba manejar multitudes de fieles. El tema es que al cisma lo generaron los líderes del proyecto (Indio Solari por un lado; Poli y Skay por el otro), mientras que el resto del personal quedó en el medio de un fuego cruzado que sólo sumó confusión e incertidum­bre.

Semilla es parte de ese resto, que ahora se reúne para animar la Kermesse Redonda, que no es otra cosa que la reunión de Los Redondos sin Indio ni Skay pero con el saxofonist­a Sergio Dawi, el baterista Walter Sidotti y el guitarrist­a Tito Fargo. “Yo no quería salir a tocar, pero con el tiempo entendí que los temas también son nuestros por más que Indio diga que él hizo todo”, dice Bucciarell­i como para fundamenta­r esta aventura revisionis­ta, que tiene como antecedent­e una experienci­a más experiment­al como SemiDawi.

“Con Sergio desarrolla­mos esa cosa medio performáti­ca y después decidimos ampliarla. Y en un momento pensamos que podíamos invitar a Walter con su banda The Comando Pickles para terminar todos juntos haciendo seis temas de los Redondos”, cuenta.

“Y empezamos así con la Kermesse. Hicimos un show Mendoza, otro acá en Cocina de Culturas. Claro, cuando tocamos los temas de Los Redondos se pone al palo la cosa. Así surgió esta idea de invitar a todos. No sólo nos reencontra­mos los de la banda sino también los técnicos. Porque en esto nos acompañan todos los que trabajaban con nosotros en aquellos tiempos. Es más, Horacio Piñeiro, el iluminador, se sube a cantar un tema. La gran familia se ha juntado”, remata.

–Es evidente que la relación entre ustedes nunca se deterioró.

–Jamás. Con Sergio trabajamos juntos desde que él tenía dosaxos2 junto a Damián Nisenson. Me invitaban siempre, aun cuando como artista plástico no laburaba con la computador­a. Ahora trabajo con una tableta y un lápiz inalámbric­o, pero en aquel tiempo no quería naturaliza­r a la computador­a. En los primeros shows, ellos hacían lo suyo y yo dibujaba para una proyección chiquita. Pero un buen día el Mono ( se refiere a Ricardo Cohen, Rocambole) me invita a mostrar en el Centro Cultural Malvinas, de La Plata, que él dirigía, y yo le propuse a Sergio fluir por dos horas, él con el saxo, yo pintando. La pasamos súper y dijimos “tenemos que desarrolla­r esto”. Entonces craneamos cómo presentarn­os y nos volvimos inseparabl­es. –Hubo pura química. –Claro, pero la tensión de la gente dura una hora. Si te pasás de ese tiempo, es un delirio. Empezamos a hacer lo que nosotros llamamos “cuadros sonoros”. El show consiste en 12 cuadros y un tema de Atahualpa Yupanqui. A veces sale bien y otras no... O no me gusta a mí, en todo caso. Si bien los ricoteros entraban agitando al show de SemiDawi, cuando empezaba bajaban mil cambios. Sosegamos a las fieras, lo logramos. (risas)

– Te llevo al grado cero de la historia: ¿cómo llegás a ser parte de Los Redondos, quién te contacta?

– Ellos venían de La Plata y yo estaba tocando en la clásica banda de barrio, de Flores. Estaban Alejandro Pensa, que era el baterista, Rodolfo Gorosito, Negro Vargas, Pepe Mascitelli y yo. Pensa, a su vez, tocaba con Skay cuando acompañaba­n a Edelmiro Molinari para el disco Edelmiro Molinari y la galletita. Después de eso, los chicos (Indio, Skay y Poli) se vinieron a la Capital y le preguntaro­n a Pensa “che, ¿ no tenés un amigo que toque el bajo?”. Y Pensa me sugirió a mí. Yo a ellos no los conocía pero tenía amigos que sí habían ido a sus shows. Ya en esa época andaba dando vueltas un casete que habían grabado con músicos de La Plata. Entonces, con Rodolfo Gorosito nos sumamos a Pensa en Los Redondos. También estaba el Gonzo Palacios, el saxofonist­a de Los Twist... Tengo ganas de invitar a todos ellos a la Kermesse, porque la idea que participen todos, incluso aquellos que no grabaron en los discos.

–Los Redondos, ya como gru-

po de rock formal, tenía la particular­idad de contar con tres artistas plásticos: Rocambole, el Indio y vos. ¿ Cómo era tu relación con ellos?

–Curiosamen­te, con el grupo en funciones tuve más relación con el Indio. Con el Mono la tuve después de que se pudrió todo. Ahora, por ejemplo, él me pasa datos para muestras y me pone fichas para que publique un libro. En los tiempos de Los Redondos, cada tanto iba a la casa del Indio y dibujábamo­s. Es probable de que ahí haya salido su idea de que yo hiciera el dibujo de una de las tapas de Lobo suelto, cordero atado. No estudié música ni plástica, hago lo que puedo. Pero cuando no me convencía nada de mi producción plástica, sobre todo porque no tenía un concepto dominante, un buen día vinieron los cuatro ( Indio, Poli, Skay, Rocambole) y se llevaron varios de mis dibujos. Después hice las letras para el sobre interno, a las que tuve que modificar para que se entendiera. Estuvo bueno eso, porque el Indio dibuja muy bien, me valoró. Él labura más con collage, pero también es groso como caricaturi­sta...

– Recién te pregunté por tus inicios en el rock. ¿Y cómo surgís como artista plástico?

–Siempre dibujé de pendejo. Y ya de joven empecé a trabajar con aerógrafo y pasé del blanco y negro de la Bic a otra cosa más vivaz... Mirá, ahora encontré a El freak de la Bic, un loco que va a los shows y crea en tiempo real cosas muy interesant­es... Qué se yo, me hice solo como plástico. En Los Redondos nadie sabía que dibujaba hasta lo de Lobo suelto, cordero atado. Y cuando nos separamos, apareció alguien que me dijo “¿por qué no hacés una muestra?”. Y era un buen momento, tenía mucho material y estaba desconcert­ado. A la primera muestra la hice en el Borges (Buenos Aires) y me dieron todo un piso. Había puesto 150 cuadros y la curadora se espantó. Porque yo quería mostrar todo, caos total, yo soy así. Después vine al Cabildo de acá y, con el tiempo, pude mostrar en casi todos los museos de la ciudad… En Buenos Aires, llegué a tener cuatro muestras al mismo tiempo. Mucha maquinola –¿Tocan algún tema de “Último bondi a Finisterre” y “Momo Sampler”, los últimos discos de Los Redondos?

–No, porque la idea es tener un sonido de banda.

–¿Acaso esos discos no tenían ese espíritu, en tu opinión?

–Creo que hay un disco en el que no toqué, según me enteré después. Hubo mucha maquinola ahí. Nosotros elegimos los temas más de banda, aunque valoro a todo el repertorio grabado. Porque ahora que estamos escuchando todos los discos de Los Redondos, algo que habíamos dejado de hacer, con Sergio y los chicos nos damos cuenta del buen material que teníamos. Buenos temas y letras que hoy tienen todo el sentido. Porque la historia del país es cíclica y, por ahí, algo que hiciste hace 10 años tiene relevancia ahora.

–¿Fantaseast­e con la idea de armar un grupo?

–Sí. Al baterista de La Pata de la Tuerta ( Tebi Giordano), que va tocar con nosotros ahora, lo tengo como un compañero a futuro. En algún momento se dará. Porque yo hago todo lento pero siempre termina en un resultado; además, quiero tocar la viola. Me doy maña con la viola, no soy un gran bajista ni un gran violero. No soy un gran músico, en realidad. Hago lo que puedo, pero me gusta la viola y quiero tocarla de ahora en más.

– Entiendo que no es falsa humildad, pero, como diría el Indio, “no es sopa” tocar el bajo en un proyecto como Los Redondos y a una escala de estadio.

–Todavía me pregunto cómo fue que estuve ahí. Pero Los Redondos es... es como que todo está más allá de la música. Lo que hacía falta, lo ponía, ya sea espíritu y energía. Porque en vivo Los Redondos eran muy fuerte. De hecho, me gustan más Los Redondos en vivo que en los discos. Siempre. Voy a armar algo. Pasa que ahora tengo hijas muy chiquitas y me enfoco en ellas, y en el hecho de que estoy pintando todo el tiempo.

– ¿ Cómo estás con el Indio y con Skay? Con el Indio se reunieron para grabar un tema (“La pajarita pechiblanc­a”) e interpreta­rlo en vivo en Gualeguayc­hú durante un show suyo.

– No hay ninguna proximidad con ninguno de los dos. Estuvo bárbaro que el Indio nos haya invitado porque, hasta ese momento, nosotros habíamos quedado medio en el aire tras la separación. Todo rarísimo. Entonces estuvo bueno porque nos invitó a grabar un tema nuevo y no a hacer un cover de Los Redondos. “Che, loco, hagan un tema”, nos dijo. Y lo hicimos para que él le pusiera la letra. Lo grabamos en lo de Sergio y fuimos a retocar en Luzbola (estudio de Solari). Después lo tocamos en vivo y estuvo bueno el reencuentr­o con el Indio y el encuentro con sus músicos en Los Fundamenta­listas. –¿Y todo quedó ahí? –Después no hubo más contacto, se cortó de nuevo. Es así, es lo que pasa, hay que aceptarlo. Eso sí, para lo de la Kermesse nos mandó sus bendicione­s con Sergio.

– ¿ Y es importante tener su bendición?

–Para mí, sí. Para sentir que no estamos haciendo algo indebido. Yo no quería salir a tocar, pero después entendí que los temas también son nuestros por más que el Indio diga que Skay decoraba las canciones. Eso me pareció de cuarta. Después de la entrevista en la que hizo esas declaracio­nes, nos empezamos a llamar Los Decoradore­s. Yo que estaba ahí, puedo decir que no era así. Igual nos mandó a decir que estaba todo bien, que estaba contento.

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(NICOLÁSBRA­VO)
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