Cine. Miradas opuestas a “Jurassic World 2”.
Una película sin ética merece la desaprobación y la condena de la crítica. En cambio, una película comprometida con la humanidad, como Jurassic World 2: el reino caído, merece el apoyo de todos. Está claro que lo más importante en el filme de J. A. Bayona es la distinción entre buenos y malos, y cómo muestra a los ricos, los malvados de la historia.
A esto hay que sumarle el gran aporte de Bayona a la franquicia iniciada por Steven Spielberg: la introducción de situaciones propias del cine de terror, que marcan la diferencia con las anteriores entregas, más inclinadas a la aventura.
Los primeros minutos son una prueba palmaria de su amor por el género y de su talento para filmarlo. Bayona juega de manera magistral con las luces y las sombras para sugerir y generar suspenso, y lo hace sin abusar del recurso. Lo de Bayona no es terror sin conciencia de género, ya que es muy consciente de la tradición en la que está parado.
Pero esto no quiere decir que la película no tenga escenas de aventuras. Cuando los protagonistas llegan a la isla Nublar a rescatar a las especies sobrevivientes, la acción se maneja con un ritmo sorprendente y el humor se distribuye con precisión y efectividad.
El momento de la subasta de dinosaurios en la residencia de Lockwood, con ese montaje paralelo de Owen y Claire escapando de una celda, es un capítulo aparte. Los magnates quieren comprar los bichos prehistóricos y usarlos como armas de guerra, pero sucede algo extraordinario. La secuencia sirve como una especie de revancha poética. Aunque sea por unos minutos, sentimos la sensación de justicia.
La avaricia y la megalomanía política y empresarial están causando nuestra propia destrucción. Parece que algunos no conciben que los cambios radicales entretejan la existencia. Los dinosaurios vienen a demostrarnos que son más humanos que los humanos. Estamos ante una nueva era. Bienvenidos al mundo jurásico.