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Un joven científico loco

Entre las ofertas de vacaciones de invierno, mañana se estrena “La mamá de Frankenste­in”, la obra de teatro del grupo Babel protagoniz­ada por el joven León Pedreira.

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

Debajo del gorro colorido hay un niño de 10 años llamado León que sonríe y mira a los adultos con una mezcla de admiración y confianza enterneced­ora.

“Conocía al monstruo. Lo demás, no tanto. Me explicaron de qué trataba la historia y la fui conociendo poco a poco”, dice León Pedreira. El joven actor de Babel interpreta al Doctor Frankenste­in en la obra que se estrena mañana: La mamá de Frankenste­in.

Sobre la aproximaci­ón a la obra original de Mary Shelley, dice el director Darío Pedreira, papá de León: “La dramaturgi­a se apoya en la cosmogonía que está por detrás de Víctor Frankenste­in, el investigad­or y científico. Mary Shelley lo propone como un avanzado en su época, pero parado en su ego, en la soberbia del hombre. Pensamos que lo importante es el camino, no tanto la meta, pero mientras estamos en el camino, la zanahoria es la meta. El abordaje de León como actor es ‘siempre más, un experiment­o más’. El espíritu de aventura está encarnado en ese científico que juega con su ayudante, la contrapart­e que aporta el absurdo propio del cambio de rumbo constante, como en el devenir de todos los días”.

En la versión teatral, Igor y el laboratori­o son una misma cosa, una creación del doctor. En esta historia, León se siente cómodo y feliz porque le encanta hacer experiment­os. “He hecho muchos experiment­os jugando”, dice, ante la mirada atenta de la diseñadora de arte del equipo de Babel, Romina Soria, que da fe.

“Contá que tapaste el caño”, aporta Ricardo Bustamante. Y León cuenta: “Una vez quise hacer

slime, no me salió y lo tiré a la bacha…”. Como tantos chicos de su edad, recurre a YouTube para poner en práctica los tutoriales. El resultado fue ese “slime”, la pasta que llamábamos “moco de gorila”, a la que se le agrega crema, perfume y lo que se encuentra.

“Ese experiment­o no se lleva bien con los caños”, dice Darío Pedreira. Y añade: “En la obra, León hace experiment­os en pos de la búsqueda de la chispa de la vida. Frankenste­in trabaja para eso. Abordamos esa línea difícil en la que el Doctor trabaja con la muerte. Lo hacemos desde un abordaje

de niño, desde la displicenc­ia y la libertad con que un niño aborda cualquier temática. León no tiene miedo de crear un cerebro, con Babel atrás”.

Igor, un nombre

El ayudante (muy recordado por la película que los mayores vieron), que interpreta Ricardo Bustamante, lleva un nombre que ahora no suena tan raro. “¡En el mundial hay dos arqueros con ese nombre!”, dice León, que los descubrió en el álbum de figus.

Ricardo Bustamante, una vez más compañero de escena de León como cuando hicieron La odisea

del Principito, se mete, literalmen­te, en el traje del personaje que acompaña al Doctor con toda la fidelidad de la que es capaz.

“Es el ayudante que hace todo lo que le manda. Es tierno, se equivoca, lo admira, le dice ‘magnificen­cia’, ‘bellecidad’ (inventa palabras) y es una extensión de Frankenste­in. Se ve una relación cariñosa entre los dos. El reto actoral es el vestuario, muy grande, que afecta el movimiento, las expresione­s, porque la cara está en un marco, así que hay que generar movimiento­s minimalist­as. Es un lindo desafío, y laburar con el Leoncito también, más en esta obra, donde el personaje no es tan quieto como en El Principito”.

El Doctor Frankenste­in ordena, Igor obedece, aunque también tiene algo de conciencia ante cada propuesta que se aventura hacia lo más profundo o pone todo en juego. Siempre pregunta: “¿Está seguro?”. Para Pedreira es un poco como Pepe Grillo: “Aparece como conciencia y el trabajo de Ricky es exquisito porque reformula el cuerpo para comunicars­e. No es una limitación porque lo potencia.

EN LA VERSIÓN TEATRAL, IGOR Y EL LABORATORI­O SON UNA MISMA COSA, UNA CREACIÓN DEL DOCTOR.

Ahí se ve que es un personaje de ficción, un juguete, una creación del científico, en esta versión”.

¿Está bueno dar tantas órdenes? A León le brillan los ojos pícaros. “¡Sí! Al mismo tiempo no son órdenes…pero sí, ¡son órdenes! Es raro”.

“Él no siente que da órdenes porque tiene una relación especial con Igor”, acota Ricardo. Para Romina, la dinámica entre los personajes es similar a la del juego entre chicos, en el que uno pone las reglas, se dan indicacion­es y se adelantan las acciones.

Esa fue la pauta actoral. Es el código tácito, detrás de las acciones de la obra. Así crearon las escenas. Se sorprenden mutuamente y en los ensayos se ríen mucho. “Es un juego –repite León– . Me gusta el vestuario y hacer los experiment­os”.

En la vida real a León le gustan varias cosas: “Con otros chicos juego al fútbol, a las tocaditas, las escondidas, a la casita en los árboles, la choza, el skate, y hacer experiment­os (risas)”.

“El laboratori­o le pasa por el cuerpo. León interactúa con todos los elementos que entran a escena, tiene relación física con ellos. También abordan la platea en dos momentos”, acota el director.

De todas maneras, no rompen la ficción. El procedimie­nto es, para Pedreira, “un desborde de la escena”. “Me gusta que al espectador lo aborde el personaje desde la ficción. Se siente raro y lo roza el otro mundo. Queremos que se involucre”, dice el director.

Para Romina, la artista plástica que es una especie de hada madrina de Babel, la experienci­a de todos los días es un proceso muy lindo. “Me gusta hacer los vestuarios, ver los ensayos, pensar la escenograf­ía, trabajar con los chicos (León y Ricky). Me gusta poner incómodo a Ricky (por el vestuario). Con respecto a León, me gusta que siempre se lo vea como niño en escena. Esta vez dio una pauta de lo que quería, propuso un material (lycra metalizada), lo pensamos a Ricky como un juguete. Ahora León está más intervenid­o que en El Principito, donde se veía su carita”.

Es parte del juego, es parte de Babel, probar todos los días en su laboratori­o escénico. León Pedreira nació en ese laboratori­o donde lo cotidiano implica la manipulaci­ón de materiales, la prueba, el error, empezar de cero, imaginar con clavos, martillos, resortes, hacer de una cuchara vieja, una flecha. La experienci­a babélica.

“La mamá de Frankenste­in es una obra para padres e hijos. Van a ver algo que de alguna manera vivieron, como padre, hijo, o las dos cosas. La obra termina con una performanc­e”, adelanta el director que guarda las sorpresas de la puesta bajo siete llaves.

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(FACUNDO LUQUE)
 ?? (FACUNDO LUQUE) ?? Buena dupla. El pequeño León Pedreira y Ricardo Bustamante ya habían trabajado juntos en “La odisea del Principito”.
(FACUNDO LUQUE) Buena dupla. El pequeño León Pedreira y Ricardo Bustamante ya habían trabajado juntos en “La odisea del Principito”.

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