Indio en versión vulnerable
El nuevo disco del solista más convocante del rock argentino es menos sobrecargado que sus trabajos precedentes. En varios momentos, además, sus letras refieren a la proximidad natural de la muerte.
En las últimas entrevistas que ofreció, Indio Solari confesó sentirse conmocionado por Blackstar, el último disco de David Bowie que a todas sombras fue pensado en los términos de un réquiem para sí mismo. Si bien El ruiseñor, el amor y la muerte está a años luz en materia de espesura y locura de la estrella negra del Duque Blanco, tiene puntos de contactos en el sentido de que la muerte sobrevuela ampulosa y sin generar temor aunque sí dudas.
En este sentido, resulta arrebatador oír a Indio preguntarse “¿Habrá después?” en el medio tiempo melancólico La oscuridad. Es la misma composición en la que sienta las bases de una partida inminente: “Me acerco a vos/ Pedís que no mire hacia atrás/ El equipaje pesará menos/ Que la última vez”. Líricas en este tono impactan mucho más en la simplificación que encaró el cantante en materia de producción, aspecto en el que se liberó de esa sobrecarga biónica que podía resultar asfixiante en los discos anteriores.
Por otra parte, también está el sonido. No debería tomarse como una herejía porque responde a un juego de asociación libre, pero en aras de volver más cristalinas sus texturas, Indio Solari se aproxima a algunos modos expresivos de Gustavo Cerati. Más allá de que el excantante de Los Redondos impone su cosmovisión hecha de penurias marginales y alucinación psicodélica, los remansos acústicos de El callejón de los milagros y El tío Alberto en el Día de la Bicicleta remiten a Zoom de Sueño Stereo (1995) o a la placidez de Amor amarillo (1993). Pero si el fallecido líder de Soda se refería a la adicción de juegos de artificio o a las bondades de una paternidad inminente, Indio aquí filtra lírica pesada (pichichos de la ley olfateando a pibes atados en el baño, que alguna vez tuvieron el sueño narco de tener mucamos filipinos) o rinde tributo al químico suizo Albert Hofmann porque “si ves en el fondo/ vos ves el fondo/ gracias a él”.
En este punto sólo queda agregar que Hofmann fue el primero en haber sintetizado, ingerido y experimentado los efectos psicotrópicos del LSD. Otro punto de contacto (improbable más no imposible) entre Solari y Cerati se da en el cierre El que la seca, la llena, que destaca ese pulso funk de Doble vida.
Aire de revancha
Casi septuagenario y afectado por el Parkinson, en El Ruiseñor, el amor y la muerte Solari expresa gratitud a sus padres, a los que expone en tapa, y reconoce haber asimilado a una larga lista de músicos, intelectuales, artistas plásticos y agitadores contraculturales. Ese balance definitivo viene con el plus de que deja margen para sutiles tiros por elevación con blancos certeros. Eso se expone en Aires de guerra, donde revela qué sucederá en el momento en que abandone su nombre y quede “a merced de miserables”. “Tal será mi vergüenza/ Que enviaré mi fantasma/ A librarme de ellos”. La balada de resonancia sacra La moda es vanguardia es la que mejor concilia la aceptación de ese desenlace natural tan omnipresente y el resentimiento para quienes, supone Indio, celebrarán su partida.
Finalmente, en El martillo de las brujas (Malleus Maleficarum), se expone como sujeto de persecución y advierte “Los dueños de la leyenda/ ellos son los que joden tu placer”. Este es el modo que Solari encontró para ilustrar algo que siempre creyó, mucho más luego del show multitudinario en Olavarría con saldo trágico: hay agentes dañinos esperando su derrumbe definitivo.
En cuanto a los soportes, Indio Solari no dispuso a su nuevo disco en plataformas de streaming .En Spotify, por ejemplo, sí pueden escucharse sus obras solistas precedentes, pero no este ensayo sobre la finitud. Para analizar el álbum en profundidad (con buen audio, con el fundamental complemento del booklet), sólo queda comprar el CD, que en el caso de Indio siempre es una edición en formato de cuadrángulo vertical. En Edén cuesta $ 800.
Indio Solari no necesita probarse ante su público. Y esto es así aun cuando tiene entre manos una obra doliente que, en condiciones normales de presión y temperatura, no se correspondería con la escala monumental para su representación en directo. Solari podría interpretar este repertorio completo (y en el orden en el que está publicado) ante una multitud sin mosquearse, sin reparar en cuestiones como la disparidad de adrenalina que hay entre la devoción que genera su figura y el sosiego de sus reflexiones por la cercanía de la muerte. Claro que para llegar a ese punto tiene que producir un show mastodóntico que lo obliga a negociar con intendentes, a encontrar los aliados confiables.
A realizar un esfuerzo que, quizás, resulte agotador para su estado de salud. La alternativa a esa posibilidad es un show en espacio secreto para luego ser expandido vía streaming. Según publicó el sitio de la revista Rolling Stone, Indio la analiza muy seriamente.