Voces en el camino
Don Olimpio llega por primera vez a Córdoba para presentar su disco. La cantante Nadia Larcher habla de por qué eligió trabajar en grupo y de la escena folklórica actual.
A contramano de la tradición de las cantoras de nuestro folklore que edificaron su carrera a partir de su nombre propio, el camino artístico de Nadia Larcher está signado por proyectos grupales en los que su cautivante voz es una pieza fundamental, aunque siempre dentro de un proceso bien colectivo.
“Formar un equipo en el que todos somos parte y responsables de lo que suena y se dice, sobre todo en la música independiente, no tiene precio”, introduce la cantante catamarqueña convencida del rumbo elegido.
El dúo Serarrebol, el Proyecto Pato que rescata la obra de su coterráneo Luis Víctor Gentilini, Don Olimpio. Esos son los grupos en los que Larcher despliega toda su calidad interpretativa. Con los dos primeros ya estuvo en los escenarios de Córdoba, pero faltaba el desembarco con el que es, sin dudas, el más ambicioso. El debut será esta noche en Cocina de Culturas (Julio Argentino Roca 491).
Don Olimpio es una banda integrada por nueve músicos que llega para presentar un disco clave de estos tiempos como es Dueño no tengo (nominado a los Gardel y elogiado por la crítica especializada), en el que, como su nombre lo indica, las canciones (clásicas y no tanto) vuelan libres hacia lugares impensados. “La búsqueda es conocer y conocernos en un cancionero argentino y latinoamericano de una belleza incalculable. Cada vez que encaramos una nueva obra (a través de los arreglos e ideas sonoras de Andrés Pilar) nos maravillamos de la potencia y profundidad de las canciones. Ellas cobijan a los nueve y todos encontramos nuestro lugar en ellas. La riqueza de nuestra música es lo que nos permite crecer”, dice Larcher como carta de presentación.
Los ocho que la acompañan son Juan Di Leone (flauta), Federico Randazzo (clarinete), Santiago Segret (bandoneón), Juan Colombo y Leonardo Andersen (guitarras), Diego Amerise (contrabajo), Agustín Lumerman (percusión), Andrés Pilar (piano y arreglos).
Cambios –Hace años que residís en Buenos Aires, pero te criaste en una ciudad como Andalgalá, con una dinámica totalmente diferente con respecto a la forma de vivir y a los consumos culturales. ¿Cuánto influyó ese contraste en las propuestas que emprendiste después?
–Es cierto lo que mencionas: el cambio en la forma de vivir y en los consumos culturales fue lo más difícil y lo más disfrutable respectivamente. Llegué a Buenos Aires y lo primero que hice fue comenzar a trabajar con mi amigo Nacho Vidal en el proyecto Seraarrebol. Eso fue un asidero porque el cambio es potente. Creo que las geografías, la manera en la que vivimos, el tiempo, todo influye en la manera de cantar y seguramente, mi canto hoy esté teñido de un ritmo más citadino. En la ciudad también encontré a todos mis compañeros y compañeras de la música y ellos son la principal influencia en estas propuestas.
–En Córdoba compartirán fechas con Mery Murúa y José Luis Aguirre. ¿Se sienten parte de esta generación de cantores que han ocupado espacios importantes en el folklore de los últimos años?
–El trabajo de esta generación ha sido y es vital para volver a pensar en el lugar de la música y para los pueblos. Mery, José Luis entienden muy bien la dimensión de esta palabra y la fuerza de la música en ella. Y esa potencia y trabajo es un norte para los que venimos haciendo música en todas partes del país. Ojalá estemos a la altura de esta generación, nos falta mucho trabajo pero si estamos en ese camino vamos bien.