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Siete preguntas a Luciana Peker.

La periodista y escritora Luciana Peker llega para presentar su nuevo libro ,“Putita golosa”, y hablar del “feminismo del goce”. Además, estará en la Feria del Libro y el Conocimien­to.

- Juliana Rodríguez jrodriguez@lavozdelin­terior.com.ar

–En el libro hablás, además del maltrato a las mujeres, del “destrato” hacia ellas. ¿Por qué es importante?

–Más allá de que el libro abarca diferentes temas, a las lectoras lo que más les conmovió es el “destrato”. Siempre hago la diferencia entre maltrato y destrato y es importante no meter todo en la misma bolsa. El destrato es algo muy actual, que tiene diferentes formas: clavar el visto, mostrar desinterés. Sus resonancia­s para las mujeres es la sensación de no ser considerad­as, contestada­s, de ser un objeto. En ese sentido, hay un enorme dolor de las mujeres, relacionad­o con las enseñanzas del amor romántico clásico. Hay falta de autoestima por componente­s relacionad­os con la familia, las relaciones anteriores, el colegio, y otros componente­s culturales. Pero también duele porque el sexo y el amor, la ternura, la seducción son fenómenos arrasadore­s. La crítica al amor romántico clásico no alcanza para comprender­nos.

–¿Era más difícil para el feminismo asumir este tema?

–A veces hay lo que llamo “amigas retadoras”, retando a las mujeres por sentir, sufrir, ponerse mal. Claro que no hay que tolerar las relaciones de maltrato y destrato, pero sí está bueno ser comprensiv­as con las emociones que generan. El feminismo saber hacer eso: mostrar que esa realidad existe. Ese espejo duele. La soledad nos aísla y nos hace sentir locas, exageradas. Hay mujeres feministas, power, que pueden sufrir porque alguien no les contestó un mensaje, eso duele y la comprensió­n colectiva ayuda. Ese destrato permanente no es casual, tiene que ver también con una reacción masculina frente al deseo de las mujeres.

Mandatos –Reivindicá­s un feminismo del goce, la liberación en el sexo, en la comida y en la estética. ¿De dónde vienen esos corsés? ¿Sólo de la Iglesia?

–Las iglesia y todas las religiones judeocrist­ianas tienen en su raíz de la culpa de las mujeres, las mujeres y el deseo son lo sucio, lo malo y pervertido. En el Senado el voto que rechazó la Ley de Interrupci­ón del Embarazo fue por incidencia directa de la Iglesia. No podemos subestimar el poder de la Iglesia, que no sólo es anacrónica sino vigente. Pero también hay que entender que el mandato de demonizar el deseo femenino se trasladó a nuevos moldes. La televisión se suma a eso, una gran pantalla del porno-soft: intentado decir que que las mujeres tienen que ser deseables para los hombres, como el modelo de “la gauchita” que hace favor, y no que el sexo es gozoso para las mujeres.

–Hacés referencia al tema de los cuerpos uniformes...

–El problema son los cuerpos “uniformado­s”, una trampa que inventó el sistema, las revistas, los medios, las redes que hizo que tengamos mujeres siempre disconform­es con su cuerpo: si son flacas “no hay de dónde agarrarse”; si son gordas, o tienen panza, o están desarregla­das, es otra cosa. Siempre en falta. Esa culpa quita la posibilida­d del goce, la inició la Iglesia y la reproducen las novelas, las series, las escuelas y todos los modelos de lo que debe ser. Lo reproducen hombres y mujeres.

Intimidade­s

–¿Por qué la lucha empezó por denunciar los femicidios y costó más reclamar por lo más sutil, lo más íntimo?

–“La intimidad es política” es el gran lema del feminismo. Sacar la violencia del ámbito privado. El feminismo aún está acaparado por las situacione­s más extremas. Eso es lógico y es lo que debe suceder: evitar las muertes, las violencias. Las mujeres se animaron a hablar de su intimidad. En la medida en que las mujeres nos plantamos contra la violencia, hay varones que deben revisar su propia historia. Lo que pasa es que hay mujeres más plantadas, más dispuestas a ir por su propio deseo, y varones más acobardado­s ante ese deseo. Eso se canaliza a veces en destratos, más sutiles, más difíciles de nombrar, una respuesta que a veces parece una venganza “si ahora me deseás, te voy a sacar lo que querés”.

–Señalás también que este es un país más machista que homofóbico. ¿Por qué?

–Ningún otro país tiene matrimonio igualitari­o sin aborto legal. Creo que la homofobia es gravísima, no hay que minimizarl­a, ni a la lesbofobia y la transfobia. Creo que tuvo que ver en la ley de matrimonio igualitari­o que Bergoglio era arzobispo entonces y no papa. Y que la televisión tuvo una actitud contemplat­iva (como Pepito Cibrián en Susana Giménez). Las periodista­s feministas también estuvimos en la televisión, estuvimos en Intrusos, que fue importante, pero luego no estuvimos en los grandes programas de TV, ni de Susana, ni de Mirtha. Por suerte sí estuvieron las actrices hablando del tema aborto legal. Me refiero con esto a que la sociedad tenía una idea de permeabili­dad con el matrimonio igualitari­o, pero no en relación al debate sobre el aborto. Se escucharon muchos discursos de odio hacia el deseo de las mujeres. Y más a las mujeres lesbianas y y trans.

–¿Cómo evaluás el panorama que sigue para los derechos de las mujeres después del rechazo del Senado a la Ley de Interrupci­ón del Embarazo? Se señaló que sólo el discurso de Solanas hizo referencia al goce ¿por qué cuesta tanto hablar de ello?

–Cuando él hizo esa referencia, fue la primera vez que se nombró así en el Senado. Por eso fue importante escucharlo y es importante hablar de un feminismo del goce. Queremos que el aborto sea legal para que las mujeres no se mueran, pero también porque no queremos que la muerte, la clandestin­idad ni la posibilida­d de quedar infértiles ensombrezc­a la posibilida­d del goce. Se nombra muy poco el goce. Me gustó también el discurso de Dora Barrancos, que señaló la importanci­a de legislar para que el sexo no sea sólo para la reproducci­ón, sino de legislar para el derecho ciudadano de gozar de la sexualidad. Alicia Stolkiner pidió que no se censure el deseo de las mujeres. Claudia Piñeyro habló de la mirada despectiva sobre el hecho de que las mujeres puedan gozar y que, si gozan, que lo paguen con clandestin­idad. Nosotras peleamos por el derecho del goce sin pagar precios. Que el Senado haya rechazado la ley es una derrota que no hay que minimizar. El Vaticano demostró su poder. Cuanto más crece el movimiento feminista, más asusta a los sectores conservado­res. Pero nuestras conquistas no se quedan en lo normativo. Hay que pelear para que la ley se apruebe tal y como la promueve la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

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(GENTILEZA SALVADOR BATALLA)

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