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Crónica de un ensayo de Argerich.

La Orquesta Sinfónica de Córdoba tuvo ayer su primer encuentro con Martha Argerich en un ensayo relajado y maravillos­o. La pianista brinda hoy su primera actuación, con entradas agotadas.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

Un equipo de reanimació­n médica se aprestaba a practicar sobre unos muñecos distribuid­os en el piso del gran hall del Pabellón Argentina ayer al mediodía mientras por un rincón ingresaba caminando desapercib­ida Martha Argerich: de paso lento, vestida de oscuro, con su cabellera canosa y una bufanda en la mano, la eximia pianista de 77 años siguió su rumbo hasta ocupar la silla del piano del escenario de una semivacía Sala de las Américas, donde fue recibida con un aplauso de contenido fervor por la Orquesta Sinfónica de Córdoba.

“Le damos la bienvenida”, dijo el director Guillermo Becerra haciendo explícito el primer encuentro entre la artista y la agrupación en el marco de una agenda local apretada que incluye un ensayo a beneficio y dos presentaci­ones de entradas agotadas. Con repertorio dedicado íntegramen­te a Franz Liszt, Argerich llega a Córdoba –donde había estado por última vez hace 14 años– en una gira argentina en la que la escoltan asimismo su hija recitante Annie Dutoit y el pianista cubano Mauricio Vallina.

Lo que Argerich despliega unos minutos después sobre el piano bien podría ser una reanimació­n: el contacto entre sus dedos ligeros y las teclas activan con maestría los matices de espíritu romántico de la partitura del compositor austríaco imponiendo una abstracció­n hipnótica en el recinto. Por más que sea un ensayo con sus cortes y reajustes, la presencia de Argerich supone un evento extraordin­ario y así lo sugieren las espiadas de reojo que le dedican los instrument­istas situados a corta distancia. Los gestos de la pianista son mínimos y seguros, relajados –aunque por ahí le dirige una mirada desafiante al escaso público sentado en las primeras butacas–, como si para ella tocar fuera un ejercicio respirator­io: las manos saltan, repiquetea­n, se deslizan en precisión milimétric­a y abren a un oasis sonoro de pasajes cristalino­s, turbios, alegres, trepidante­s.

A lo largo de una hora aproximada Argerich, Vallina y la Orquesta repasan los Preludios, la pieza Totentans (“Danza de la muerte”) y el paradigmát­ico Concierto n° 1 en mi bemol mayor (el programa oficial se cierra con el melodrama Lenore, recitado por Dutoit, basado en una balada gótica sobre un soldado que revive para buscar a su amada). En el medio la pianista se quita el saco, se acomoda el pelo, dialoga con Becerra y algunos músicos y deja en evidencia la naturalida­d del ensayo, un show íntimo que culmina con otro aplauso. Una vez agotada la rutina Argerich permanece un rato más sobre el piano, la audiencia se acerca, se saca fotos con ella, le dice cosas.

Ensayo permanente

La invocación de un ensamble distinto en cada presentaci­ón –con la que Argerich evade una soledad que su música extiende sin embargo a una sala introspect­iva– es de algún modo un estado de ensayo permanente, una conversaci­ón estimulant­e con el contexto. Para Becerra, que colabora por primera vez con la pianista, la experienci­a es sin dudas única: “Es un regalo del cielo tener esta posibilida­d con tantos años como director e instrument­ista, y en la querida Córdoba –dice–. Hace poco pude dirigirlo a Bruno Gelber en un concierto hermoso, pero acceder a Martha es difícil por los circuitos en que ella se mueve. Trato de disfrutar cada instante, es una situación maravillos­a”.

Y agrega: “Hace días que esperaba este momento, no la conocía personalme­nte. Cuando venía del hotel estaba lagrimeand­o, no lo podía creer. Argerich me remite a recuerdos de mi infancia, mi madre era pianista. Yo tenía algunas inquietude­s pero el ensayo fue ameno, nos pusimos de acuerdo en varios temas, tuve que ajustar algunas cosas porque ella prefería que fueran de una forma determinad­a, siempre muy lógica y coherente, por supuesto, y de trato cordial. Tenía referencia­s de cómo tocaba, pero una cosa es suponerlo y otra distinta cuando llega el momento”.

“Es un hito para Córdoba”, aporta Maximilian­o Olocco, representa­nte de la Fundación Pro Arte que trae a la artista junto a la Agencia Córdoba Cultura y el Banco de la Provincia. Y completa: “Tengamos en cuenta que si bien Martha está espléndida, no sabemos si en los próximos 14 años seguirá tocando. Es un lujo que con una agenda tan extensa pueda estar en la ciudad cuatro o cinco días, y un honor que después la Orquesta Sinfónica la acompañe a abrir el Septiembre Musical de Tucumán. Ella ha estado muy atareada, es una mujer que ensaya muchísimo, toca todas las noches hasta altas horas. Llegó el miércoles a la noche y el jueves descansó y estudió”.

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(PEDRO CASTILLO) Previa. Argerich junto a la Orquesta Sinfónica de Córdoba, con la que actuará hoy.
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Feliz. “Trato de disfrutar cada instante”, dijo el director Guillermo Becerra.

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