Ese viejo power nuevo
Lo primero que llama la atención al darle play a Haciendo cosas raras, el nuevo-viejo disco de Divididos, es justamente su comienzo. Ya no está la suave guitarra acústica y las percusiones que acompañaban a ese ocurrente reggae titulado Camarón Bombay, en honor a un productor chileno que no les quiso pagar un almuerzo en la época de Sumo, y que se repetía de manera casi lúdica en el medio y al final del disco.
En la versión 2018 suena un clima una guitarra mucho más psi- codélica, al que se acopla la potente base característica del trío. Es Los sueños y las guerras, que curiosamente en 40 dibujos ahí en el piso fue el único tema que no tenía a Gustavo Collado en la batería, y sí una máquina de ritmos. Ahora sí está Catriel Ciaravella golpeando los parches como si fuera la última vez.
Che ¿qué esperás? y La mosca porteña respetan las versiones originales, aunque en la relectura de este último tema se pierde un poco ese efecto de la guitarra molesta que hacía las veces del zumbido del insecto. Eso sí, gana en potencia y suma un cierre “hendrixiano” épico.
En Gárgara larga, quitaron esa intro característica y el tono más oscuro que remitían directamente a Sumo: ahora la guitarra está mucho más al frente, e incluso reemplaza a la trompeta de Gillespi.
El tema que da nombre a esta nueva versión, y que ya conocíamos en la previa, es bastante fiel, con esa acústica y ese bajo tan distintivos. Todo lo contrario sucede con La Foca, el otro tema que se mostró como adelanto y al que no sólo le agregaron una letra (era instrumental), sino que hasta le cambiaron el nombre (ahora se llama Caballos de la noche). Una canción que alguna vez le dedicaron en vivo de manera burlona a Roberto Pettinato, se transformó en un power rock con un grito esperanzador (“Olvida el dolor” y “Sueñan para siempre” repite Mollo).
Un montón de huesos y Light my fire (sigue siendo una gran versión del clásico de The Doors), pierden la trompeta pero ganan pasajes climáticos en los que cada integrante desparrama su virtuosismo. Al cierre sí llega Camarón Bombay, esta vez eléctrico y hasta con un teclado. En resumen, si alguien no hubiera escuchado nunca el original, se encontraría con un disco en el que Divididos le imprime su sonido actual a esas canciones que fueron parte de esa transición inevitable. Nada nuevo, sí, pero que bien que suena.