Señales luminosas
“Atmósferas”, la muestra que presenta la galería de arte Marchiaro, trae al presente las obras de tres artistas cordobeses, Ernesto Farina, Eduardo Bendersky y Diego Cuquejo, nunca exhibidas en Córdoba.
Podría sonar nostálgica, sin embargo la muestra “Atmósferas” que exhibe la galería de arte Marchiaro (Belgrano 609) atrae miradas jóvenes que hacen pensar en unas cuantas cosas: en cómo el pasado se activa permanentemente; en la vida de tres artistas en la madurez de sus trayectorias, que apostaron al reconocimiento y circulación de sus obras; en cómo estuvieron acompañados por la silenciosa figura del mecenas; y en cómo se transfiguraron en ellos después de años de viajes géneros tradicionales como el retrato, el paisaje y la naturaleza muerta.
“Atmósferas” emite las señales luminosas que dejaron en el arte local Ernesto Farina, Eduardo Bendersky y Diego Cuquejo, que reviven y se refuerzan al estar exhibidas en conjunto. Hoy se pueden rastrear en una treintena de pinturas los ecos de una modernidad que pulverizó las formas del arte en Córdoba a partir de la década de 1940, y que se profundizaron en las décadas siguientes.
Todas las obras de esta muestra pertenecen a un marchand y mecenas porteño que introdujo a estos cordobeses en Buenos Aires. Hasta allá van las huellas de esta historia que se ubica entre 1977 y 1981, período en el que el benefactor compró casi un centenar de sus obras. Muchas se vendieron en muestras que el coleccionista organizó en galerías porteñas.
La muestra revela así obras nunca exhibidas en Córdoba y que configuran, posiblemente, “la mejor selección de pinturas de estos tres maestros”, señala Agustín Bertona, de galería Marchiaro.
La muestra da cuenta de un hilo conductor que atravesó a gran parte de la pintura cordobesa después de la primera mitad del siglo 20, habiendo internalizado sus protagonistas recursos en otros horizontes, con claras influencias, por ejemplo, de los pintores metafísicos italianos. También del surrealismo. Lo que resultó en singulares pinturas de atmósferas y climas que al mismo tiempo asumían una identidad local, donde la barranca, las demoliciones de los barrios his-
tóricos y la mutación de la ciudad se convirtieron en los temas principales. Aunque en el caso de Bendersky y Cuquejo, la muestra permite observar cómo otros motivos rodearon sus intereses.
Fue sin dudas Farina el que luego de varios viajes por Europa y al entrar en contacto con los italianos Giorgio De Chirico y Carlo Carrá trajo a Córdoba nuevas ideas y renovados conceptos, convirtiéndose en referencia de toda una generación.
La investigadora Diana Weschler incluye a Ernesto Farina (1912-1988) en el grupo de jóvenes artistas que renuevan la práctica de la pintura a partir de 1940, con una obra donde las perspectivas lejanas y cercadas por planos de muros crean atmósferas de silencios y ausencia. Paisajes urbanos fronterizos con lo rural en los que avanza “implacablemente” la abstracción, sin abandonar la referencia figurativa.
La pintura del novecento italiano dejaba sus huellas en Farina: el artista había viajado a los 20 años a Italia y permaneció en Turín entre 1931 y 1938.
A su manera, los paisajes urbanos de Diego Cuquejo (1921-2005) beben también de la fuente de los pintores del novecento: Cuquejo había sido alumno de Farina cuando él enseñaba en la Escuela de Artes de la UNC. Y en la década de 1950 se había sumado a artistas que estaban renovando la plástica local. Su apuesta a la escena porteña (vivió en Buenos Aires entre 1975 y 1989) se evidencia en las obras ahora expuestas.
La trayectoria de Bendersky (1932-1993) también estuvo signada por continuos viajes a Europa y el continente americano, investigando el arte arcaico y colonial, y estudiando en talleres en España, Suiza y Holanda. Después de 1965, cuando recibe una beca del Fondo Nacional de las Artes, su pintura deja entrever una paleta luminosa, fondos donde se recortan delicadamente sus figuras.
La muestra en Marchiaro no sólo hace pensar en cómo estos artistas determinaron el arte local con los vínculos que establecieron con otras escenas y sus actores. Sobrevuela otra cuestión: el ferviente apoyo de un coleccionista en épocas donde su protagonismo era diferente.