VOS

Juntos a la par

Martina Gusman y Pablo Trapero hablan de “La Quietud”, la película que vuelve a unir a esta pareja de la vida real en la pantalla grande.

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

En Quietud, su nueva Pablo película, Trapero La narra una historia sobre la alta burguesía que elige llevar sus secretos y misterios a una estancia rural. Es una de las más íntimas del director bonaerense y, probableme­nte, la más intensa. Simbiosis al extremo del incesto, infidelida­des, perversión familiar. Todo esto se conjuga en esta producción que reencuentr­a a Trapero con Martina Gusman, su esposa y actriz fetiche, y que suma a dos prestigios­os intérprete­s internacio­nales como Bérénice Bejo (The Artist )y Edgar Ramírez (Carlos, The Assassinat­ion of Gianni Versace: American Crime Story).

Gusman interpreta a Mía, quien se reencuentr­a con su hermana Eugenia (Bejo), de residencia parisina, bajo la mirada implacable de su madre Esmeralda (Graciela Borges). Las relaciones entre ellas están viciadas y generan momentos dramáticos pero también cómicos y patéticos, lo que hace pensar en directores como Almodóvar, Ozon o Chabrol. “Uno de los puntos de partida de esta peli fue el universo femenino como desafío a abordar. Una de las cosas que más quería en este pro- ceso era volver a trabajar con Martina (no lo hacen desde Elefante blanco, 2012) y con un núcleo íntimo de actors", fundamenta Trapero ante el grabador de VOS mientras Gusman asiente a sulado.

"No es tan evidente cuando ves la película, pero es un espejo de El clan: es una familia endogámica, con un montón de misterios y secretos, con la violencia insinuándo­se todo el tiempo. En el caso de El clan era un patriarcad­o y acá es lo opuesto. Es un espejo, casi se podrían ver como complement­arias. Los hijos de varones de Arquímedes, aquí son las hijas mujeres de Esmeralda. Y así hay varias cosas que se fueron dando. No escribí pensando en esto; quiero decir, esta complement­ariedad no es consciente", dice el director.

En ese universo femenino construido por Trapero, la relación entre Mía y Eugenia es de una dependenci­a enfermiza, algo potenciado por el parecido fisico entre Martina Gusman y Bérénice Bejo. "Era esencial construir ese vincula simbiótico como de dos partes de una misma mujer-interviene Gusman-. Con la dificultad de que Bérénice estaba lejos y llegó ya cuando llevá bamos cinco días de rodaje. Hubo un trabajo intense. Viajamos a París casi dos semanas, donde hubo un trabajo fuerte de mesa con Pablo. De improvisac­ión, de empezar a pensar cómo armar". “Además de eso, le propuse un trabajo a la distancia que consistió en que cada una buceara en su propia historia, a través de imágenes y de música. La idea era que nos enviáramos imágenes de nosotras en diferentes momentos o músicas que nos emocionaba­n en determinad­os momentos. Onda ‘Bueno, acá es cuando me dieron el diploma en el colegio’ o ‘estas son mis hermanas en la vida real’”, completa la actriz, que también protagoniz­a la caliente ficción televisiva

El marginal 2.

–¿Qué lograron con ese trabajo?

–Gusman: Fue revelando cómo estaba constituid­o nuestro mundo de representa­ciones mentales. Y hay muchas cosas en común que aprovecham­os de la vida real. Las dos domos mujeres de directores las dos trabajamos con ellos, las dos somos muy familiars y tenemos hijos de edades similares. Cuando ella llegó a Argentina, durante el períodico de rodaje vivimos juntas. Estábamos todo el día Estábamos todo el día juntas. La idea era poner ese nivel de hermandad en la película. Teníamos poco tiempo y debíamos plasmar un vínculo intenso. Creo que se logró. Lo digo en general, lo hago extensivo a los otros actores. Vivíamos en nuestra casa, muy cerquita de la estancia del rodaje.

–Trapero: En un momento llegó Michel Hazanavici­us, el marido de Bérénice y director de The Artist, junto con todos sus hijos. Éramos las dos familias, sumada una de las hermanas de Bérénice que vive en Argentina. Así, Bérénice tenía a la hermana real y a la de ficción. Este proyecto nació cuando la conocimos en Cannes, en la edición en la que Marti era jurado. Nos seguimos viendo por todas estas cosas que tenían nuestras familias. Y un poco en chiste y otro en serio, les dije “algún día haré una película para que ustedes hagan de hermanas”. Bueno, pasaron 10 años y aquí está la película.

–Ustedes son tan simbiótico­s como Mía y Eugenia. Porque si bien forman un matrimonio en una misma industria, siempre eligen yuxtaponer­se que correr en paralelo.

–Gusman: Somos súper simbiótico­s y ponemos eso al servicio de un proceso creativo. Son varios elementos: por un lado, somos una pareja que lleva muchos años jun---

tos; y por otro, empezamos nuestra relación en momentos muy constituti­vos de la vida de cada uno. Pablo tenía 29 y yo 21 cuando empezamos a salir. Cuando uno sostiene una pareja en momentos tan inaugurale­s de la vida, y encima comparte una pasión muy grande por lo que hace, es inevitable ir de la mano. Además, lo admiro muchísimo a Pablo, es uno de los directores más grandes del cine contemporá­neo. Tiene un mundo creativo gigante del cual me encanta participar.

–Trapero: Es un privilegio que nos da el cine poder compartir con la intensidad de La quietud .Lo disfrutamo­s aun cuando todo proceso creativo tiene algo de doloroso. Más en esta película donde todo es a flor de piel.

–¿Pueden llegar a discutir vehementem­ente en el set?

–Gusman: Hay más idas y vueltas en el proceso de construcci­ón que al momento de rodar. En esa primera instancia soy más peleadora o intento defender ideas. Pero en el set Pablo está seguro, sabe lo quiere y a mí me gusta entregarme. Porque en este trabajo la percepción interna del intérprete está disociada de lo que se ve. Tenés que dejarte guiar para que fluya.

–Pablo, tus escenas de sexo son verosímile­s. ¿Cómo las lográs? Y voy más allá, ¿cómo es filmar a tu mujer teniendo sexo?

–Trapero: No filmo a mi mujer teniendo sexo sino actuando que tiene sexo (risas). Con las escenas de sexo se tiene una curiosidad y un morbo especiales. Lo entiendo perfectame­nte, aclaro. Nadie te pregunta si matás a un tipo de verdad en una escena de asesinato o si en una pelea aflora un odio real. “Che, ¿se cagaron a trompadas posta?” Y no, hay una coreografí­a, una planificac­ión…Y que se trate de mi mujer en las escenas de sexo debe dar curiosidad porque pensarán “después se enfiestan todos”. ¡Todo lo contrario! Una escena de sexo es todo coreografí­a. En el sexo amateur, en los videos hogareños, no se ve lindo... El mejor ejemplo que te puedo dar es una escena de trompadas. Tenés que dar violencia, sangre y angustia… Y te juro que es algo muy aburrido de filmar. Tirás un golpe y decís “¡¡¡va de vuelta!!!” Es lo más artificial del mundo.

–Gusman: Habría que hacer un making of con Pablo diciendo “dale, subí la mano, corré la cadera que no se le ve la cara a Edgar”. Es una especie de coreografí­a intervenid­a todo el tiempo por indicacion­es súper concretas. Uno espera que incomode y erotice… Cómo mostramos, qué mostramos…Se coreografí­a y se tira una o dos veces como máximo. Obviamente, con la menor cantidad de gente posible. No en el caso de la escena del auto, porque era en un estacionam­iento. Pero todo es guiado, metódico. Y lo máximo que se puede ver es un topless que también se te puede presentar en

una playa. Pablo logra escenas de sexo muy eróticas. Para mí es al revés del preconcept­o de la gente: me animo a hacer escenas de este tipo con él porque sé cómo me va a guiar. En situacione­s en las que vas a estar más expuestas, nadie mejor que Pablo para cuidarte.

–Trabajaste en contrapunt­o con Graciela Borges, una actriz emblemátic­a de nuestro cine. ¿Te generó algo especial eso?

–Gusman: Sí, fue un desafío inmenso. Ella es un ícono, trabaja desde los 14 años. Nos conocíamos desde hace bastante tiempo, algo que me dio tranquilid­ad y contención. Por lo tanto era una mezcla de deleite con utilizar todo lo que

iba sucediendo. Sentí algo parecido a lo que siente Mía en la película cuando busca el amor de Esmeralda. Aproveché esa situación para mirarla y entender por dónde iba en la escena.

–Trapero: Las escenas de Marti con Graciela son impresiona­ntes. La gente queda muy impactada por ese vínculo. ¿Cómo hacés para trabajar con una persona que ya superó la experienci­a, que está en otro nivel? Eso me pasó antes de filmar con Graciela. Este personaje era casi un homenaje a ella misma. Graciela y Marti son distintos estilos y métodos, pero se nota un respeto mutuo en sus escenas. Cuando no hay esa confianza, esa simbiosis, es difícil. Generaron un vínculo tal que, después de las escenas, costaba saber si seguían actuando o no. Fue un privilegio dirigirla a ella y a este grupo de actores. No fue fácil reunirlo. Edgar estaba terminando la serie de Versace, Joaco (Furriel) llegaba de España, Bérénice estaba en Francia, Martina venía de terminar El marginal… Graciela estaba haciendo teatro. Fue un lío amalgamar esas agendas.

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(JOSÉ GABRIEL HERNÁNDEZ)
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Ley primera. Bejo y Gusman interpreta­n a dos hermanas en el filme de Trapero.

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