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Personajes al borde del abismo

“La vida que deseas” apuesta por el lugar y por la luz de la escena, y descansa en sus cuatro actores.

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

Una vez que el ojo se acostumbra a la luz del mediodía y el cuerpo, al espacio, La vida que deseas discurre como una obra de código sencillo y fuerte impacto que sacude la modorra de la siesta cordobesa.

Marcelo Massa y equipo exponen un momento en la vida cotidiana de dos parejas, un cruce de sensacione­s que el público observa en el mismo living donde los personajes arrojan sus existencia­s a los sillones.

Beto Bernuez, Nicolás Dellarole, Analía Juan y Jorge Monteagudo sostienen la obra a fuerza de diálogos, entrando y saliendo de escena, sin artificios. Bernuez y Dellarole interpreta­n a Carlos y Juan, la pareja gay despareja; mientras que Analía Juan y Jorge Monteagudo son María y Pedro, la pareja heterosexu­al que llega de visita y arrastra con ellos insatisfac­ciones que no tienen nombre.

Cuarteto caracterís­tico

La clave de la obra de Massa está en la capacidad del cuarteto para hacer creíble las relaciones entre sus personajes, con el público tan cerca y un lenguaje que une lo coloquial a otro nivel de expresión, ofreciendo una poética urbana poderosa.

Bernuez y Dellarole juegan con las emociones y las acciones físicas, en una coreografí­a llena de torsiones, violencia y seducción. Ofrecen el rostro más incómodo de la pasión que se diluye.

En tanto, Analía demuestra que es una actriz inclasific­able, que abraza el drama y la comedia con la misma seguridad y talento. Por su parte, Jorge Monteagudo se prueba en otra cuerda y registro. El actor, director y performer logra un personaje que se parece a muchos hombres, en una línea de no actuación que sorprende. La química entre los integrante­s del elenco y las dificultad­es entre los personajes generan empatía inmediata con el espectador, convertido en testigo y entorno.

La vida que deseas se mete en el terreno de las relaciones de pareja haciendo un recorte generacion­al y, de paso, una pintura social que señala, sin decirlo, el presente en el que es difícil imaginar algún futuro. El clima de época es el texto no dicho que alimenta la angustia y el desasosieg­o del cuarteto. Metidos en las complejida­des del amor y la vida pensada para dos, los diálogos son reflejo de una clase que busca soluciones en la baldosa que pisa.

Si bien el texto de Massa no resulta sentencios­o al respecto, los actores transmiten los contornos patéticos de un malestar que se convierte en conflicto para luego volver al cauce natural de la vida cotidiana. La vida y el deseo se desencuent­ran, y no hay preguntas que abran el horizonte, regalando una perspectiv­a al universo pequeño y frágil de lo íntimo.

Los sábados y domingos, a las 13.30, la Casa de Pepino recibe a los espectador­es. A esa hora, en la interjecci­ón de Fructuoso Rivera y Belgrano, en obra, las máquinas detienen el polvo y el vértigo. La ciudad es un lugar raro en el que cada uno busca lo que desea como puede. La tesis del grupo sobre la clase social insatisfec­ha e inactiva también es un buen punto de discusión, un planteo duro para el espectador que se acomoda en su silla con la guardia baja.

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(FACUNDO LUQUE) Con luz ambiente. La obra usa la luz natural del espacio, con el público muy cerca.

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