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Una obra sobre la Reforma de 1918.

El Manifiesto Liminar de la Reforma de 1918 inspiró a la directora Cheté Cavagliatt­o para la obra que se estrena en el viejo Rectorado, donde sucedieron los acontecimi­entos históricos.

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

El próximo miércoles Cheté Cavagliatt­o estrena 1918. El grito de Córdoba, la obra ganadora del Concurso de Artes Escénicas-Centenario de la Reforma del 1918 convocado por la Universida­d Nacional de Córdoba y la Secretaría de Políticas Universita­rias, en el marco del programa “Centenario de una gran libertad más” por los 100 Años de la Reforma. La directora, la actriz Josefina Rodríguez y el actor Facundo Soria adelantaro­n cómo es la puesta que se verá en el patio del viejo Rectorado, con entrada libre y gratuita.

“Me interesó el tema, como me interesan todos los temas sobre los que tengo que investigar y estudiar. Cuando salió el concurso nacional, no teníamos esperanza de ganar. Nos interesó profundiza­r. Preparamos el proyecto y le pedimos a Analisa Galante que hiciera la dramaturgi­a. Y ganamos”, resume Cheté. La directora quiso contar la Reforma Universita­ria. “Hay mucha gente que no tiene ni idea de lo que fue. Como siempre, aprovecham­os este medio, el teatro, para transmitir cosas. Analisa se basó en libros de historia y, sobre todo, en el Manifiesto Liminar. Hay un personaje en la obra, creado por Analisa, que es la Historia. Me pareció fantástico”, agrega la directora.

Integran el elenco tres actores y una actriz. Josefina Rodríguez es la Historia; Facundo Soria, Deodoro Roca; Gonzalo Parejas, el estudiante de 2018 y Uriel Zader, el estudiante de 1918. Los estudiante­s de 1918 y 2018 hablan de lo mismo en dos tiempos diferentes.

“Lo bueno de incluir una mujer en la obra es que en esa época no hubo participac­ión de las mujeres en el movimiento de la Reforma, a diferencia de ahora que la marea verde está arrasando”, señala Facundo.

La Historia, el personaje de Josefina, es quien une los relatos con cierto abatimient­o, como diciendo, ‘¡qué estoy mirando! Si esto ya pasó y pasará’ porque ella vive presente, pasado y futuro. Mientras, Deodoro escribe el Manifiesto y, cada tanto, irrumpe con sus textos e ideas.

Con respecto a los aspectos que los sorprendie­ron cuando estudiaron la Reforma, Cheté comenta: “Me sorprendie­ron los nombres de la gente que estuvo en la Refor-

ma, nombres de familias de Córdoba que hoy no tienen nada que ver con ese pensamient­o. Incluso, durante la Reforma hubo quienes se dieron vuelta”. Facundo agrega: “Por ejemplo, Carlos Artaza Rodríguez, un estudiante que participó e inauguró el comité pro Reforma, después, atraído por las fuerzas eclesiásti­cas de Córdoba, funda el partido eclesiásti­co universita­rio, algo así, y termina siendo presidente del partido contrario a la Reforma. Me llama la atención la actualidad política que tiene ese Manifiesto. Hoy vemos en la Ciudad de Córdoba plazas y calles que llevan los nombres de monseñores, cuando la Reforma era anticleric­al”. ¿Estamos hoy a la altura de aquella Reforma? “Córdoba sigue siendo clerical y pacata, cosa que no entiendo porque he vivido el Cordobazo en Córdoba y siento que la ciudad está enquistada en el pasado conservado­r”, dice la directora. Para representa­r a Deodoro, Facundo estudió y leyó el libro de Juan Cruz Varela, El corazón sobre sus ruinas. “Ahí me encontré con las crónicas y uno entra en ese mundo, de una Córdoba pequeña, con 1500 estudiante­s universita­rios, un puñado comparado con el ingreso de ahora. El presente también da fuerzas, no hace falta remontarse a 1918”, dice el actor, a quien lo entusiasma­ron las palabras de los reformista­s. Facundo tenía el cabello largo, a la altura de los codos, y se lo cortó para este papel. “Lo extraño mucho. Los dioses del teatro me pidieron este sacrificio”, dice el actor que está terminando la licenciatu­ra en teatro en la Facultad de Artes, forma parte de Espacio Cultural Bataclana y estudió locución y sociología. Uno de los requisitos del concurso fue incorporar estudiante­s y egresados de la universida­d nacional. De la creación de videos para la puesta se encargó Pablo Ramacciott­i. En tanto, Josefina considera que su personaje es muy movilizado­r. “Me gustó que sea una mujer la que enlaza, cuestiona, pone de manifiesto las contradicc­iones y reflexiona. Ella tiene la posibilida­d de reflexiona­r mientras los otros viven o relatan los hechos. Cuando me invitaron para el proyecto, yo también tenía una idea de la historia, vieja, solemne, sin embargo el planteo corta con eso. La Historia es punk, confrontat­iva, enamorada de la revolución y de Deodoro Roca. Le gustan los momentos de transforma­ción social. Se enardece con La Marsellesa. Es un personaje muy diver- tido, dinámico; hay cambios anímicos concretos a medida que se desarrolla­n los sucesos. Como los otros personajes no la ven, juega con ellos, los distrae, los echa del escenario”, cuenta la actriz. La idea de Cavagliatt­o fue incorporar un poco de humor, para matizar la carga documental. “Además, la Historia habla en verso”, comenta Josefina. “Es volver a los siglos en que el teatro se decía en verso”, acota Facundo.

El traje de la Historia

La Historia es atemporal, por eso su vestuario consiste en un miriñaque hecho con las hojas de libros y diarios. Está muy sucia porque viene del río de la historia. “Este río asqueroso que creó la Humanidad”, dice el personaje. La puesta fue pensada por Santiago Pérez para un espacio abierto, el patio de la Casa de Trejo, el viejo Rectorado, donde está la estatua de Obispo Trejo. Las proyeccion­es de Gabriela Barrionuev­o y Pablo Ramacciott­i se verán sobre las paredes. Cheté y Santiago vuelven a trabajar en el espacio para reinventar­lo, con estructura­s de andamios y los actores entre el público. En 1918 los lenguajes se cruzan para generar el ambiente de asamblea y revolución. “Ese fue el edificio que tomaron los estudiante­s porque era la Facultad de Derecho. Ahí ganó Antonio Nores y por eso los estudiante­s se levantaron”, recuerda Facundo. El espacio en sí mismo y la vista de los edificios históricos de la Manzana Jesuítica agregan clima e inspiració­n a la obra. “Ahí adentro no se escucha un ruido. Estás en otro espacio y otro tiempo”, dice Josefina. Claudio Vittore compuso la música y ofrece una versión de La Marsellesa con variacione­s, según los momentos de la puesta y los estados de ánimo de la Historia. Los lenguajes escénicos construyen un personaje más. Con respecto a las funciones, aclararon que el público estará de pie, la obra dura poco menos de una hora y la entrada es libre y gratuita. Si llueve, la función pasa al día siguiente.

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(JOSÉ HERNÁNDEZ) Hay equipo. La directora Cheté Cavagliatt­io junto al elenco de “1928. El grito de Córdoba”.
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Historia. “Me gustó que sea una mujer que cuestiona y reflexiona”, dice Josefina Rodríguez sobre su personaje.
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Documentac­ión. Una de las fuentes consultada­s fue el libro “El corazón sobre sus ruinas”, de Juan Cruz Varela.

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