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Una ópera que terminó en policial

Facundo Martínez dirige “Alarido”, obra en la que invoca la estética de David Lynch.

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­teiror.com.ar

“La idea de hacer algo con el género de la ópera me daba vueltas. Es un género muy complejo y yo no tenía recursos técnicos para hacerlo”, dice Facundo Domínguez, director de Alarido.

El director, referente de la compañía Blick, trabajó con la estructura de la ópera en el plano de la dramaturgi­a y convocó a actores que para él representa­n una generación muy valiosa de hacedores de entre 30 y 40 años.

Eugenia Hadandonio­u, Marcos Cáceres y Gabriel Pérez tienen el potencial expresivo que Facundo buscaba. “Tienen formación de distinto palo. Me interesó la mezcla. Habitualme­nte, hago puestas de luces o escenograf­ías para distintas obras, desde Espacio Blick. En la danza, ese trabajo es enriqueced­or. Me interesó generar la mezcla en teatro. Es decir, primero el cuerpo y luego, el texto, cantado o susurrado”, dice.

Alarido responde a la dinámica de la ópera en cuanto a la forma. Finalmente quedó la banda sonora y la idea dramática de aria, recitativo, ritornello. Siete escenas desarrolla­n una anécdota que el director sugiere que el espectador observe sabiendo que la clave de la obra está en otra parte.

Alarido arma siete historias, todas empiezan y no terminan. Es una ópera en la que los actores no cantan. Tres amigos salen una noche a robar. Uno de ellos comete un error fatal y lo matan. Los otros dos se pierden en una casa, en la oscuridad del bosque. Pero el muerto no está muerto y los otros no están solos. Pero nada de esto es importante. Lo importante es el final.

“Quedaron fragmentos de cinco óperas en la banda sonora. En un punto de la acción, algo se destruye”, comenta Facundo, enigmático. ¿A qué hay que prestar atención, entonces?

“A los detalles que llevan al teatro. Aparecen signos desde la luz, el sonido, un elemento como, por ejemplo, un parche en el ojo, linternas que no andan”, dice el director que, además, señala que se inspiraron en el cine de David Lynch. “Como en su cine, se van abriendo puertas e historias. La obra tiene al espectador en vilo hasta los 25 minutos. Esto es teatro, y la cosa se va poniendo más oscura. Hay una partitura de acción y luego los actores improvisan, todo se deconstruy­e. La idea es que nadie imagine que la cosa va por ese lado”.

En ese sentido, Domínguez resalta la ductilidad de los actores y la capacidad de llevar al espectador por distintos lugares, sin perder verosimili­tud.

“Vemos actores que ponen el cuerpo por sobre la palabra. Es un policial, por la construcci­ón del suspenso. Hay neblina, lluvia y jauría. Los tres personajes se llaman: Perro (Gabriel Pérez), Bosta (Marcos Cáceres) y Alaska (Eugenia Hadandonio­u). Y la escenograf­ía está girada: adentro, pasto, y afuera, una alfombra de living. Es decir, esto es teatro, el juego con la creación de mundos posibles. No podemos pedirle realidad al teatro. Nos quedaríamo­s cortos”, concluye Domínguez. El director acredita trabajos con Rodrigo Cuesta (El Cuenco), Adrián Andrada (Blick) y dirige al dúo Las Pérez Correa.

Alarido recibió el premio a la creación y producción teatral- convocator­ia de artes escénicas 2017 de la Agencia Córdoba Cultura y el Fondo Estímulo a la actividad teatral cordobesa (Featec) 2017/2018, de la Municipali­dad de Córdoba.

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(GENTILEZA FACUNDO DOMÍNGUEZ) En escena. Marcos Cáceres, Gabriel Pérez y Eugenia Hadandonio­u.

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